jueves, 2 de enero de 2014

¿Sueño o Realidad?

Ya os había comentado que me gusta escribir sobre mis sentimientos. Este es un pequeño relato que escribí hace tiempo y al que le tengo especial cariño, por no se que razón. Y con respecto al título pues se quedo sin, os doy carta blanca para ponerle título que más os guste.


Se acercó a mí y con esa mirada profunda, ese azul de sus ojos y sin que hiciesen falta palabras…
Sonó el despertador. Y me volvió a ocurrir lo de siempre, desde que tengo uso de razón el despertador interrumpía la mejor parte de mi sueño, por lo menos de los que me acuerdo, que no son demasiados. Hoy en día las personas hemos perdido parte de nuestras facultades de memoria, no somos capaces ni de acordarnos de donde hemos aparcado el coche, aunque a decir verdad esa es una tarea que se parece más a encontrar a “Wally”, con ese jerseycito de rayas que nos ha sacado de quicio tantas veces. En mi opinión tendrían que poner un mapa si no quieren que llegues con los congelados hechos sopita.
Volviendo a la situación del despertador, ¿se puede saber quién fue el que tuvo la maravillosa idea de inventarlo? Pero para premios casi que se lo lleva el que le incorporó la función “Snooze”, esos cinco minutitos más que se convierten en: llego una hora tarde a clase o al trabajo.
Cuando volví  al mundo real,  fui consciente de me estaba despidiendo de mi padre y me disponía a adentrarme en lo que yo llamaría la pasarela del pánico, o lo que es lo miso la entrada al colegio. Esos 20 metros que se  hacen eternos porque todos te están mirando y señalando de una manera muy clara y directa a decir verdad. Fijándose hasta en el último detalle, desde si has repetido vaqueros a si tienes ojeras porque has dormido mal. Se creen que están disimulando y que una es ciega y no se da cuenta, pero ya digo yo que para actores no sirven. Ese, es uno de esos momentos en los que desearía no tener que volver a pisar ese sitio nunca más, pero desgraciadamente la vida es así de injusta y  tengo que volver a sufrir eso 423 días. Esa es una de las mejores utilidades que les he encontrado a las matemáticas, llevar la cuenta de los días que quedan para ser libre y terminar el colegio. Esos 423 días que quedan incluyen planazos como: trabajos en grupo elegidos al azar en los que la suerte no te acompaña y el destino te agrupa con las cinco personas con las que no querrías ponerte nunca a ser posible, 187 horas de recreo en las que lo único que buscas es no quedarte sola, 423sandwiches de jamón y queso y otro tanto de zumos tropical, melocotón o mediterráneo y… 2774 horas sentada en una silla  pero acompañada de tus dos mejores amigas, ya que como se dice tres son multitud. Dudo mucho que sea sano pasar tanto tiempo con ellas, hablando todas a la vez de porque los chicos son tan raritos, la ropa que nos gusta y la celulitis de las famosas. A veces, no enterándonos de lo que dice la otra pero teniendo algo en común. Y esa cosa es que no sabemos porque las mujeres somos las incomprendidas si no hay quién entienda a los hombres. Ellos con sus jueguecitos, mala memoria, que  no da ni para acordarse de un cumpleaños habiéndoselo dicho dos días antes (que conste que no lo digo porque me lo hayan hecho a mí ni nada por el estilo), sus miraditas y minutos de silencio y la madurez de un niño de 12 años teniendo 18. No toda la culpa es de ellos ya que nuestra madre  nos advirtió que ese no era el chico ideal, que era tontito y nos rompería el corazón, pero ser inocente y soñar despierta es lo que tiene. Como dijo una vez alguien “Los que sueñan de día son conscientes de muchas cosas que escapan a los que sueñan solo de noche”. Las madres todo lo saben y de todo se enteran, no hay remedio. Saben cuándo necesitas un abrazo, cuando estás de mal humor, como darte una charla y hacer que estudies toda la tarde, como poner mano dura y como tratarte cuando como dice mi madre una tiene “mal de amores”.  Últimamente, el mal de amores de amores ya forma parte de mi rutina diaria. Verlo y sentirte indefensa y desconcertada porque no eres ni su amiga,  ni su compañera de clase, ni su novia (aunque no importaría) y tod@s sus amigos se dedican a lanzarte miradas asesinas y a reírse. A decir verdad, no sé qué encuentran tan gracioso y nunca lo sabré. 
Y en lo que pienso cada noche antes de que suene el despertador y me interrumpa el sueño, antes de quedarme dormida y cerrar los ojos es que hay muchas cosas en la vida que nunca sabré. Dudas que se quedarán allí, en mi cabeza  para siempre, ocuparan un espacio vacío, cajas llenas con aire. No entenderé muchas cosas hasta que no  las viva en primera persona y otras ni viviéndolas. La vida es un verdadero misterio que puede ser resuelto con una sencilla mirada.

Se acercó a mí y con esa mirada profunda, ese azul de sus ojos y sin que hiciesen falta palabras me besó y no me hizo falta preguntarme nada, por esta vez el sueño se hizo realidad y no había preguntas que hiciesen falta.
                                                                                                                                      Klaudia 


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