¿Y si se pierde la magia? Es el título de la novela que he escrito. La he escrito con mucho amor, sentimiento y lleva una gran dosis de cariño y dedicación. Aquí tenéis la descripción del libro. ¡Espero que os guste!
Amelia, Guillermo. Dos nombres que acabaran unidos para siempre por una simple mirada. ¿Y si se pierde la magia? Narra la historia de dos jóvenes que se enamoran perdidamente, pero como muchas veces ocurre en la vida real, ¿quién está de acuerdo?, ¿qué puede salir mal? Pues prácticamente nadie estará de acuerdo, nada saldrá como esperan… Pero el factor sorpresa mezclado con una historia llena de verdades y realidades nos hará volver a creer en el amor y dejarnos llevar… Año 2023, 3 años de diferencia, 1 mirada, dos sonrisas y tres minutos de silencio. Sencilla, fresca, romántica drama y una gran dosis de realidad.
Miradas que valen más que palabras
¿Cómo puede ser posible que un “hola” lo cambie todo? Y otra pregunta que va aún más allá ¿cómo es posible que un bien lo estropee todo?
Silencios que callan, miradas que dicen y sonrisas que otorgan.
Amelia
I
Amelia era una chica sencilla,
aunque por mucho que lo intentase siempre conseguía que se fijasen en ella. Sin
pretenderlo ni buscarlo Amelia era el centro de todas las burlas y
admiraciones. Cosas tan opuestas y que incomprensiblemente se resumían en una
sola palabra. Rara. Generalmente usada como adjetivo despectivo. Todo aquello
reflejaba una gran ignorancia ya que si te dispones a buscarlo en el
diccionario, rara es la descripción de todo menos algo despectivo. (Definición:
Extraordinario, poco común, escaso en su clase o especie, extravagante y que se
comporta de modo in habitual). Todo aquello la definía a la perfección.
Callada, reservada y muy tímida, pero
con un gran carácter si de hablar en público se trataba. Era la típica chica
que no alborotaba ni revolucionaba,
educada, sin perder la compostura en ningún momento y muy a su pesar
siempre dispuesta a ofrecer una sonrisa a todo al que se le acercase. Lo que
hacía que la viesen de otra manera y que creyesen que se comportaba de manera in habitual era justo lo que no hacía,
nada, siempre obraba correctamente y hacía todo lo que se esperaba de ella,
desconcertando aún más. Una chica con
una belleza no muy especial ya que era morena de cabello castaño y ojos
marrones. Poseía una mirada encantadora en ocasiones, desgarradora en otras.
Para comprenderla no hacía falta que hablase, una mirada suya valía más que mil
palabras, te podía enamorar o matar. De esa manera veía ella el mundo, el mundo
te podía agrandar o empequeñecer. Y así la veía el mundo a ella. O la amaban o
la odiaban. Su filosofía de vida se resumía muchas veces en dos oraciones. Crea
un mundo mejor pero no lo destruyas en el intento. Dalo todo, por el todo o por
el nada.
Estudiante efusiva y a veces
incomprendida, confundida y perdida pero supongo que como cualquier chica de
dieciséis por muy “rara” que fuese. Con el paso del tiempo había aprendido que
la opinión de los demás no debía importarle. La vida continuaba y no se podía
parar ni un solo segundo por unas estupideces tan grandes en las que por poner
un ejemplo se preocupaba por lo que las “Marías” pensasen de ella. Aclarando
esto último, nunca soportó a las chicas con ese nombre en particular y por
mucho que intentó romper esa tradición todas ellas terminaban siendo iguales.
Siempre contaba las veces en que ellas la criticaban, que si por su manera de
hablar, de caminar, de sacar un diez en un examen, esta última era la más estúpida de todas,
¿qué problema hay en sacar buena nota en un
examen? ¿Acaso es pecado? La lista era infinita pero nunca respondió a
sus despectivos comentarios y eso que tuvo oportunidades, pero quiso darles de
su propia medicina que en este caso era no responder e ignorarlas por mucho
que le doliese.
Amelia
II
Era el año 2023 empezábamos el
nuevo curso, ya estaba en el último ciclo y aunque aún quedaban cuatro años
para terminar los estudios, estar en el último ciclo del colegio siempre
infundía confianza y superioridad frente a los demás. Ahora había que esperar
dos años más para ingresar en la universidad, pero que remedio. Entré nueva y
tod@s me tomaron como una pija insolente de ciudad, que no tenía muchas luces y
que de buenas a primeras me preguntarían la raíz de dieciséis y yo diría ocho.
Ninguno tenía intención de integrarme en la clase y al darme cuenta de que
nadie quería hablar conmigo recurrí a los libros.
Pasada una semana empezaron a
darse cuenta que de simple no tenía nada, era más bien lo que podemos llamar
una cerebrito eso sí, en letras, ya que las ciencias no eran mi fuerte. Siempre
llevaba un libro de poesía al recreo. Para ser exactos de Bécquer en el cual
siempre estaba tomando notas. Aun hoy nadie sabe cómo pude leer aquellos libros
llenos de anotaciones en los márgenes. Aquellos textos me desahogaban o algo por el estilo. Nadie
sabía que descubría en aquellos textos anticuados y desfasados. Y como dije
antes y lo reitero era “rara” y no había
remedio para aquello, era una realidad.
Un mes después los chicos
empezaron a interesarse por mí y me introdujeron en su grupo, resultando que
todos se enamoraron, lo cual me hacía aún más insoportable ya que a cada una le
gustaba un chico de la clase. Era como si se hubiesen puesto de acuerdo para
elegir cada una a un chico y creían inocentemente que a ellos también les gustaban
las mismas. Fui rechazando peticiones siempre muy educada pero, lo único que
conseguí fue el mote de rompecorazones, y que los chicos no quisiesen estar más
conmigo por lo que volví a la soledad. Todos decían que era tonta, ya que
parecía que no me fijaba en ningún
chico. Pero no era así. En mi interior entre las lecturas me había estado
fijando muy atentamente en un chico. Conocido como el guaperas del colegio.
Estaba en el último año, un chico mayor
e inalcanzable para todas las de clase. Eso pensaban al menos. Era rubio con
una cabellera corta, musculado y lo que más me gustaba… sus ojos. De un azul
profundo en los cuales me podría haber perdido sin pensármelo dos veces.
Amelia III
Me había dado cuenta de la forma
en que me miraba, había algo especial en aquella mirada, una conexión entre
nuestros ojos. Química, más comúnmente dicho. Cruzábamos miradas desde la
cancha y nunca antes había sentido algo parecido a aquello era como magia, y si digo la verdad, esa era la única razón
por la cual asistía cada día a clase, para ver a aquellos ojos azules. Eso
motivaba un poco más que tener que soportar a aquellas insolentes.
Todo comenzó un día normal, sin
grandes sorpresas. Excepto por el simple detalle de que nos daban el catálogo del
colegio con las fotos de cada clase, lo más parecido al anuario americano.
Odiaba esas fotos en las que siempre había que sonreír con ese “patata”. ¿De
que servía? si lo único que condicionaba era ser el hazmerreír de la escuela en
el caso que salieses mal, a consecuencia de un mal día o de no ser muy
fotogénica/a, quedando grabado para la posteridad. Si tenías suerte podías
pasar desapercibida pero resultó que no salí mal en la foto y eso produjo que
ya las chicas ni se me acercasen. Si lo llego a saber me pongo una
máscara. En el 2023 habíamos sido
absorbidos por las tecnologías ya nada era lo que era tiempo atrás. La gente ya
casi no se comunicaba mediante el lenguaje oral sino mediante mensajes, las redes sociales o cualquier cosa
que no requiriese el uso de la voz. Me sacaba de quicio y más aún que los
chicos se pensasen que con agregarte a alguna red social o mensajería
instantánea ya te habían conquistado.
Aquel día 14 de Diciembre, aún
hoy lo recuerdo, Guillermo, que así se llamaba
me envió una petición a Facebook. En esta ponía:
-
Hola.
Tengo que reconocer que no era
muy original, ni un mensaje especial, pero la hora de envío fue lo que me llamó
la atención ya que era la misma hora a la que nos habían dado el catálogo. Con
eso, llegué a la conclusión de que lo primero que había hecho era buscar mi
nombre. Eso sí era dulce.
Durante esa semana no lo volví a
ver, lo que mi madre denominaría como “Ley de Murphy” siempre muy oportuna. Me
había seguido mandando mensajes pero no quería una relación basada en mensajes
sino una que fuese real. Pero eso era lo normal en aquel momento, lo que estaba
de moda y las personas tenían miedo a salirse de ella. Cuando porfín lo vi fui
la chica más feliz sobre el planeta tierra, echaba de menos sus ojos y nuestras
miradas cómplices, no soportaba aquellos mensajes. Me había dicho Hola. Sé que
suena muy ridículo pero un hola de la persona adecuada y en el momento idóneo
lo cambia todo. Tenía una sonrisa que lo hacía aún más misterioso. Así que
seguimos con los “holas” hasta que 3 días después mientras hacíamos unos
ejercicios de inglés el vino a hacer un examen a mi clase. Daba la casualidad
que mi compañera no había venido y el único sitio restante era el suyo así que
estuvo la hora sentado a mi lado. La conversación que mantuvimos, más bien, la
patética conversación que
mantuvimos fue:
-Hola (como no).
-Hola.
-¿Qué tal Amelia?
-Bien, bien.
Ya está, yo no podría haber sido
más original, bien. ¿En serio era lo único que podía decir? ¿No podría haber
sido capaz de al menos preguntarle que tal estaba él?
Pues parece ser que no. La mente
no te deja pensar en nada más cuando has recibido tal “shock”. No estaba
preparada, se supone que no iba a decir nada más y va él y se le ocurre decir
que tal. No era lo mismo que los mensajes, en ellos puedes contestar tres horas
más tarde y da igual. Pero aun así, teniendo en cuenta mi patética
intervención, prefería el cara a cara.
Después de aquello aparte de
suspender el ejercicio de inglés lo
estuve esquivando un mes hasta pasadas las vacaciones de navidad. Tenía una
especie de pánico diría yo. Era mayor y el guaperas del colegio y yo tres años
menor y la marginada del colegio. No podíamos ser más opuestos, pero creía muy
fervientemente que los polos opuestos se atraían.
Amelia
IV
Todas se dieron cuenta de que
había algo entre Guillermo y yo. No se notaba en que se pasásemos horas
hablando ni que nos sentásemos juntos, pero cuando nos encontrábamos por los
pasillos no teníamos ojos para nada ni nadie más. Había química, una química
especial entre nosotros. Y si éramos capaces de transmitir todo aquello sin
decir ni una sola palabra, nadie podía imaginarse lo que ocurriría cuando
intercambiásemos alguna. De algún modo aquello empezó a crear cierta
expectación y todos seguían nuestros sus pasos. Cada vez les caía mejor aunque
nadie era capaz de admitirlo. Lo que nos separaba era una pequeña barrera de
diferencias que ellas consideraban muy grandes como para dar el paso y
acercarse. Algún día sé que se darán cuenta de que eran diferencias que existen
entre todos y que sin ellas la vida sería una fotografía en blanco y negro, y
no en color como las vemos.
Amelia V
Una mañana, mientras las de la clase chateaban
con los iPhone 23 y las Whiteberrys, Guillermo se acercó al rincón donde yo me
encontraba. No fui la única que se dio
cuenta ya que el recreo entero se había paralizado y nos observaban
hipnotizados aunque nosotros parecíamos encontrarnos en otra dimensión. Como de
costumbre en el recreo de la mañana yo
estaba sentada en un rincón y me disponía a leer a Bécquer. Era un autor que ya
nadie leía pero en sus versos había algo muy especial y los podía releer veinte
mil veces que ese algo no se perdía.
Se sentó a mi lado y para mi sorpresa no dijo
nada así que decidí ser yo la que comenzase la conversación en esta ocasión.
- Buenos días
- ¿No hace un día espléndido?- dijo con una
sonrisa que me sacaba de quicio (en el buen sentido, claro).
Para ser sincera aquella semana el sol había
sido muy generoso y los días se podían decir que eran estupendos teniendo en
cuenta que estábamos en pleno Enero. Pero aquel día era una excepción aquella
semana. Las nubes no dejaban entrever ni un rayo de sol y las bufandas cubrían
todos nuestros cuellos.
- Muy gracioso- dije yo riéndome.
- No enserio, ¿la poesía no trata de sacar lo
bello de las cosas que normalmente vemos de una manera más… despectiva por
decirlo de alguna manera?
- Gran observación. Por una parte tienes razón,
aunque otras veces lo que hace no es sacar lo bello de las cosas… despectivas
sino fijarse en lo sencillo e imperceptible que algunas cosas son a ojos del
ser humano y convertirlas en algo…
- Diferente y único ¿no?
- Exacto.
- ¿Es eso lo que poesía entonces significa para
ti?-dijo muy intrigado.
- Hay muchas maneras de ver la poesía y hay un
verso de Bécquer que yo diría que la
describe muy bien. Pero si te lo digo se perdería la magia. ¿No crees?
- Claro, no quisiera romper esa magia ahora
mismo pero, ¿algún día me desvelarás el secreto?
- Tú lo has dicho, algún día.
- Me gustaría pensar que ese día está más bien
cerca que lejos.-Dijo con una mirada más bien pícara.
- A mí también.
Y por primera vez en el colegio me reí. Me reí
por lo sencilla que estaba resultando la conversación y lo bien que me encontraba
hablando, aunque fuese de poesía, con él.
- Deberías reírte más. Tienes una sonrisa
preciosa.
- Vaya, gracias. Entonces tendrás que venir más
a menudo a sacarme una sonrisa- dije sonrojándome por momentos.
- No lo dudes ni un instante. ¿Te parece si te
acompaño a tu casa y así empiezo a cumplir mi palabra desde hoy mismo?
- Me parece genial. Pero me temo que tendrás
que hacerme reír en poco tiempo, ya que vivo a dos manzanas. Pero soy experta
en caminar despacio si me lo propongo y con un poco de práctica me podría
convertir en toda una profesional.
- Como si es un minuto lo que se tarda no
necesito más- dijo riéndose ¿Te espero a
la salida entonces?
- Perfecto.
- Adiós.- Dijo alejándose y volviendo con sus
amigos que nos miraban curiosos.
- Adiós. –Dije con un leve susurro que casi me
costó oírlo hasta a mí.
Pero ya nos habíamos despedido con la mirada y
no hacía falta nada más. Había un atisbo de nostalgia en sus ojos como si no se
quisiese ir y eso que yo me hubiese conformado con su simple presencia. No lo
había ni perdido de vista y ya lo echaba de menos. ¿Cómo podía echar de menos a
alguien con el que acababa de hablar por primera vez hacía escasos minutos?
Cuando llegué a clase las preguntas no cesaron.
- Hola Amelia ¿de qué estuvisteis hablando tú y
Guillermo? Parecías divertida.
- Increíble, sois todas increíbles. –Me habían
sacado de mis casillas no iba a dejar
que me tratasen como si fuese una niña pequeña, eso no.-Me habéis ignorado durante cinco meses.
Me habéis hecho sentir como una inútil y ahora como he hablado con Guillermo
¿os interesa?
- Perdona Amelia, nosotras no lo vemos así-
dijo María.
- Claro, lo que veis vosotras es que para
sacarme información interesante si cuadra. Lo siento pero esto no funciona así,
yo no funciono así. Si me disculpáis estoy intentando estudiar.
Me pasé el día absorta en mis pensamientos e
hice caso omiso a los chismorreos que se producían a mi alrededor ¿Se podía
tener tanta cara como para ignorar a alguien durante cinco meses enteros y sólo
acercarte para sacar información de un chico y encima molestarse si te enfadas?
Creo, que tenía mis razones para enfadarme y para colmo empezaron a mandarme
mensajes horribles por las redes sociales. ¿No podían decirlo a la cara? ¿Tanto
les costaba? Esta era al fin y al cabo la utilidad de las redes sociales. No
ayudaban, lo único que hacían era incentivar aquello, convirtiéndolo en una
dimensión casi paralela a nuestro mundo.
Todos podemos mandar un mensaje por una red
social pero solo unos pocos son capaces de decir eso mismo a la cara, los
cobardes parecía que también estaban de moda.
Amelia VI
Yo ya no era la misma, había algo en mí que a
lo ojos de los demás había cambiado. Creo que había recuperado el espíritu y se
los había dejado claro, o por lo menos era lo que pretendía con aquella mirada
desafiante. No me iba a dejar pisotear ni una sola vez más. Todas estaban
celosas, llevaban toda la vida en el colegio y nunca el guaperas del colegio se
había fijado en ellas y eso claramente era lo que les molestaba. No se podía
entrar nueva y encima cautivar al guaperas del colegio. Eso no funcionaba así.
No para ellas.
Durante las dos semanas siguientes Guillermo me
acompañó todas las tardes a mi casa y he de reconocer que éramos como polos
opuestos pero desde mi punto de vista hacíamos buena pareja. Me había empezado
a integrar entre sus amigos y siempre estaba sonriendo y contenta, ellas
se habían convertido en simples personas
con las que tendría que conformarme los siguientes cuatro años. Eran como un
despertador, te molestaba todas las mañanas muy a tu pesar y lo odiabas a más
no poder pero tenía que estar ahí y no le podías hacer nada, las soportaría
durante cuatro años más y no había nada más que discutir.
Amelia VII
No podía ser más paciente. Había estado a mi
lado y me había hecho reír en todos los caminos de vuelta. Era cariñoso,
diferente y muy respetuoso con mis silencios. Nos comunicábamos con la mirada y
no podía pedir nada más pero de alguna manera presentía que aquel 14 de Febrero
pasaría algo y nada nunca volvería a ser lo mismo.
Deseaba con todas mis fuerzas verlo en el
trayecto de ida al colegio ese día. Me había dedicado toda la semana a tirar
papeles por la ventana diciendo: “Veré a Guillermo el Jueves por la mañana
antes de entrar a clase”
Era ridículo ¿verdad? ¿Qué sentido tenía? Pues
después de darme cuenta empecé a usar la teoría del pensamiento positivo. Mi
madre pensó que me estaba volviendo loca y no iba muy desencaminada para ser
sincera.
14 de Febrero
Hay gente que piensa que todos los días tendrían que ser
San Valentín. Verdad, y no estoy en desacuerdo con ellas pero hay algo en ese día que lo hace
especial. ¿No crees? Es como ocurre en navidad, no todos llos días pueden ser veinticinco de diciembre,
sería cansino.
Otros dicen que el amor y todo lo que le rodea
es simple marketing. Todo un negocio y los cuentos de hadas ficción, la misma
que afirmaba que en 2012 se acababa del mundo. Era deprimente pensar eso por
muy real que fuese. Todo, al fin y al cabo, es un simple negocio pero en este
caso es uno de los más bonitos. Yo veía algo de romántico en aquel número: 14,
acompañado del mes de Febrero.
Eran las ocho menos cinco de la mañana, la hora
a la que solía dejarle el autobús. No lo veía y cuando ya había perdido la
esperanza y estaba pensando que eso de pensar en positivo era solo un timo apareció por detrás, me cogió por la cintura
y me dio un beso en la mejilla. Sus ojos hoy estaban de un color azul aún más
intenso que otras veces y sus cachetes ligeramente sonrojados.
-
Hola.
-
Buenos días.- Y
en ese justo momento me percaté de que sostenía una rosa en su mano derecha,
que ahora trataba de esconder pero que no pasó desapercibida ante mí atenta
mirada.
-
¿Acaso no me vas
a decir quién es la afortunada?- dije que yo que en ese momento me moría de ganas de que me la diese.
-
¿No se pierde la
magia si te lo digo?
-
Cierto, dame
alguna pista entonces.
-
Es morena con
pelo castaño y está en el colegio.
-
Con eso ya he
descartado a medio colegio, ya solo me quedan trescientas.- dije yo con aire
irónico.
-
¿Siempre eres tan
divertida?
-
Sabes que tarde o
temprano lo descubriré solo tengo que fijarme en una chica morena que sostenga
una rosa.
-
No me queda más
remedio… Feliz San Valentín.- dijo con una gran sonrisa que no le cabía en su preciosa
cara.
-
Gracias, no tengo
nada para ti. No me lo esperaba. Es preciosa, muchas gracias.- Y como muestra
de mi agradecimiento le di un beso en la mejilla que solo hizo que los dos nos
pusiéramos aún más colorados.
-
¿No te lo
esperabas o ya sabías que lo haría?
-
Como tú has dicho
se pierde la magia si te lo digo.
-
Se me ocurre
algo, ¿qué te parece si aceptas salir conmigo el sábado por la tarde? Así me
podrías contar que es poesía para ti. Me mata la curiosidad.
-
¿Tanta curiosidad
tienes? Ya te he dicho que solo es un verso.
-
Sí, pero
volviendo al tema… ¿qué dices? Tú y yo, pero si no quieres no pasa nada no me
ofendo…
-
Claro, me
encantaría- Le interrumpí yo.
-
Estupendo. Feliz
San Valentín.
-
Igualmente.
Fue el día más feliz de mi vida, la manera en
la que me había sorprendido cogiéndome por la cintura, la calidez de sus ojos y
la preciosa rosa. No podía pedir nada más y en caso de que hubiese podido no lo
hubiera hecho.
Amelia VIII
Nadie había sido testigo de lo ocurrido pero
cuando entré por la puerta con aquella rosa preciosa no tuvieron que desplegar
mucho la imaginación. Hasta nuestro tutor se percató de la presencia de aquella
rosa pero no solté prenda y eso que “mis
amigas” hicieron que el nombre de Guillermo se escuchase de manera no muy inocente.
No fue hasta la salida cuando les contaron lo ocurrido con todo lujo de
detalles, ya que resulta que el examen de física y química se alargó y no
salimos al recreo. Una vez supieron lo ocurrido
nadie dijo nada. En realidad me daban pena, ninguna de ellas había recibido ni un simple “Feliz
San Valentín”, así que no mencionaron el tema por lo molestas que estaban.
Me pasé todo el día con una sonrisa tonta en la
cara. Hasta mi madre, a la que no se le escapaba ni una, se percató.
-
¿De qué te ríes
cariño?
-
No mama de nada,
es solo…
-
Que es San
Valentín y que esa rosa de ahí es de alguien. O al menos eso deduzco. ¿Sabes
qué? No creo en los fantasmas.
-
Sí, ¿no es
bonita?
-
Sí, sí que lo es,
pero ¿de quién es? Solo si se puede saber claro.
No me quedó más remedio que contarle todo lo
ocurrido, desde las miraditas hasta la rosa de aquella mañana. Aunque siempre
guardándome algunos detalles para mí.
¿Cómo es que las madres pueden adivinar todos
tus pensamientos solo con mirarte? ¿Cómo es que no se les escapa ni una con
todas las cosas que tienen en la cabeza?
Con mi madre aprendí que era mejor no ocultarle
nada. A veces la sinceridad es la mejor manera de que algo funcione, rectifico,
siempre es la mejor manera de que funcione. Era mucho mejor contárselo todo que
no ocultarlo. Además esto último era inútil ya que es imposible ocultarle algo
a una madre sin que lo descubra, tarde o temprano. En estos últimos años nos
habíamos convertido en uña y carne era como mi mano derecha.
Era sábado por la mañana y hacía un día
espléndido. Mi cita, por decirlo de alguna manera con Guillermo era a las seis
menos cuarto de la tarde y eran las ocho de la mañana y yo ya estaba despierta.
No había podido pegar ojo en toda la noche. Así que decidí ir a correr y así
despejarme un poco.
Tenía dieciséis sí, pero aquella era mi primera
cita. Estaba muy nerviosa y tenía cierto miedo a la simple cuestión de estar a
solas con él. Lo más cerca que había estado de un chico fue exactamente cuando
él me cogió por la cintura el día de San Valentín. ¿No era un poco ridículo? De
cualquier manera no podía ya dar marcha atrás y lo agradecía porque lo llevaba
deseando desde el día en que nuestras miradas se cruzaron. Sabía que no sería
capaz de mirarle a los ojos más de veinte segundos sin que una sonrisa tonta
aflorara. No era justo.
Ya llevaba media hora corriendo cuando sonó una
canción en la que había una estrofa que me encantaba. Decía así:
*“I´ve fallen for your
eyes but they don´t know me yet, and the feeling I forget is I´m in love now.”
(“Me he enamorado de tus ojos pero no me
conocen aún, y el sentimiento que se me olvida es que estoy enamorado.”)
*Kiss me- Ed
Sheeran
Me sentía así; me había enamorado de aquellos
ojos sin ni siquiera conocerlos. Y lo peor de todo es que me había enamorado, y
eso me asustaba de algún modo.
Quería ir sencilla pero coqueta. Todos dicen
que los hombres no se fijan en esas cosas. Pero uno no se puede creer lo que
oye por ahí, porque ellos se fijan casi más que nosotras, no se les escapa ni
un detalle. Era invierno y hacía frio así que decidí plantarme unos vaqueros,
un básico que nunca puede faltar en el armario de una mujer, y un jersey. Un
abrigo de cuadros y unas botas. Tenía el pelo suelto, le había cogido manía a
las coletas después de catorce años llevándolas. Tenía el pelo rizado pero lo
solía llevar planchado, este me llegaba por los hombros, era muy cómodo a decir
verdad.
Cuando llegó a recogerme, tengo que decir que
fue muy puntual y eso me gustó. Mi madre no hizo otra cosa que asomarse por la
ventana como si no la viese pero hasta él se percató. Había decidido que
iríamos caminando hasta unas terracitas muy monas que quedaban a una hora a
paso lento. Lo prefería, me gustaba caminar y más aún en compañía, así además
tendríamos tiempo para hablar. Quería saber tantas cosas que no sabía por dónde
empezar, y el mayor de mis problemas era que su mirada lo hacía irresistible y
a mí, incapaz de mirarlo por mucho tiempo.
Empezamos hablando sobre temas como el tiempo,
las clases, la familia, de asuntos más personales y más tarde sacó la famosa
cuestión de la poesía. Como dije era un verso de Bécquer, pero que ahora tenía
mucho que ver con él. De una manera indirecta es como si el verso lo hubiese
escrito yo.
Me llevó a una terracita muy coqueta, cuando llegamos
ya eran las siete y nos sentíamos como si nos conociésemos de toda la vida.
Empezó a sonar música lenta y no tuvo
otra cosa mejor que hacer que decidir sacarme a bailar y yo, pobre de mí, no
había ni sabía bailar un baile lento, tenía que apañármelas de alguna forma.
-
¿Te gustaría
bailar?- dijo con una sonrisa tímida.
-
Me encantaría
pero, qué vergüenza, no he bailado nunca, te pegaría unos cuantos pisotones si
aceptase- dije sin moverme del sitio y sin intención de hacerlo con mis ojos
clavados en los suyos.
-
No te preocupes,
nunca es tarde para aprender. Además te advierto que este año vas a tener que
aprender a bailar bailes de salón en el colegio, así que si me hicieses el
honor de bailar ahora conmigo, ya tendrías algo ganado.
-
Vale- lo dijo de
una manera que era imposible decirle que no y con un simple gesto me cogió de
la mano, me levantó y me atrajo hacia
él.
-
Lo único que
tienes que hacer es mirarme a los ojos y dejarte guiar por ellos.
-
Si eso lo hago
siempre- protesté yo.
-
Pues añádele un
ligero movimiento de pies- dijo entre risas.
Estábamos a diez centímetros el uno del otro y
en ese momento me di cuenta de que el mundo giraba sin nosotros darnos cuenta y
había ocurrido un milagro no sabía porque razón no le había pegado ningún
pisotón y la cuestión es que no lo hice. El, con un rápido e inesperado
movimiento, que me cogió por sorpresa, me dejó caer hacia atrás entre sus
brazos.
-
¿Me vas a decir
ahora que es poesía para ti?- dijo con sus labios a tres centímetros de los
míos.
-
“¿Qué es poesía?,
dices mientras clavas en mí tu pupila azul. ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo
preguntas? Poesía… eres tú.”
Comenzó a llover pero ninguno se inmutó y
dejamos que las gotas cayesen y nos mojasen, y de la manera más sutil se acercó a mí y me besó.
Aunque según dicen el primer beso se da con la mirada, sus labios cálidos
rozaron los míos y yo sentía demasiadas cosas como para describirlas pero ante
todo sentía amor.
Cuando nuestros labios se separaron me miró y
seguimos bailando bajo la lluvia, yo con mi cabeza apoyada en su hombro y él me
sujetándome como si quisiese protegerme del mundo real. Después de un tiempo
nos refugiamos para así entrar en calor y no me soltó la mano en ningún
momento, me encontraba cómoda con sus dedos entrelazados entre los míos.
-
Me parece
precioso.
-
¿El qué?-
pregunté yo inocentemente.
-
Tú definición de
poesía pero aparte tú, tus ojos, tus
manos, tu pelo…
-
Bueno, bueno,
entonces… - y para mi sorpresa me besó y parecía que quería que la cita o
aquello no se acabase nunca, ni tampoco aquel beso.
-
Y tus labios-
dijo con un susurro en mi oreja y levemente sonrojado.
-
¿Vas a besarme
cada vez que hablemos de poesía?- dije riéndome y viendo como mi risa era
correspondida.
-
Puede, si me das
permiso…- dijo divertido- aunque realmente si por mi fuese te besaría cada
cinco minutos.
-
Está bien
saberlo. Qué frío hace ¿no?
Aunque nos encontrábamos al lado de una
chimenea, ya nos habíamos secado (debido a que no había llovido mucho) y la
señora de la cafetería nos había dejado una manta, yo seguía teniendo frio.
-
Sí la verdad es
que sí, ¿quieres que te deje mi chaqueta?- dijo colocándomela por encima de los
hombros sin ni siquiera darme opción a aceptar.
-
Gracias, ¿sabes?
Cuando hace frío se me congelan las manos y la punta de la nariz.
-
Es curioso- dijo
el mientras cogía de nuevo mis manos y las calentaba con las suyas.
Nos habíamos quedado callados mirándonos el uno
al otro, me había perdido en sus ojos cuando le
hice una pregunta por simple curiosidad.
-
¿Qué hizo que te
fijases en mí?- dije mientas el me calentaba las manos.
-
¿Te refieres a
qué hizo que me enamorase de ti?
-
No sé si lo
estás…- dije deseando que el dijese que sí.
-
Sí, sí que lo
estoy y estoy tan enamorado que hasta me duele- dijo con una sonrisa tímida, ya
que había que reconocer que él era bastante tímido.
-
Ah ¿sí?- dije
riéndome.
-
Sé a lo que te
refieres, ¿no entiendes porque me he fijado en ti siendo yo mayor?- dijo con
seriedad absoluta.
-
Lo que no
entiendo es porque quieres salir conmigo siendo yo la marginada del colegio, la
nueva y con la que nadie quiere estar.
-
Eres distinta,
especial tienes una mirada que lo dice todo, eres preciosa por dentro y por
fuera y eres más madura que cualquiera de veintitrés. Y uno no elige de quién
se enamora. Me recuerda a una frase que dice, “Nos pasamos la vida buscando el
amor, pero no nos damos cuenta de que el amor es el camino” y tú, eres mi
camino Amelia.
-
Qué bonito- dije
yo ligeramente emocionada.
-
¿No me vas a
decir tú que fue lo que hizo que te enamorases de mí? Porque he oído que tienes
fama de rompecorazones y que todos los chicos de la clase te han pedido salir
pero tú has rechazado a todos. He tenido suerte por lo que veo.
-
¿Te crees todo lo
que la gente te dice?
-
Sé que no debería
pero no puedo evitar aunque sea escucharlo, entonces no es cierto ¿no?
-
No, sí es verdad,
pero es que al final ya era una apuesta a ver quién conseguía salir conmigo y
no hay cosa que soporte menos que sentirme utilizada.
-
Vaya, vaya, tiene
mérito plantar a quince chicos. Pero no nos desviemos ¿qué te gustó de mí?
-
Tus ojos principalmente,
me enamoré de ti con una mirada. Aparte no eres como los demás, tú me tratas
como si realmente te importase y no como un contacto más de una estúpida red
social.
-
Y me importas-
dijo rápidamente.
-
Como si me
quisieses proteger del mundo real entre tus brazos y evitar que nadie me haga
daño. Eres lo que ha hecho que asista a clase durante estos meses, a decir
verdad.
-
Me alegra que
pienses eso. ¿Ya tienes las manos más calientes?
-
Sí, gracias- dije
yo pero ninguno quería soltar las manos del otro así que nos quedamos como
estábamos.
-
Creo que lo mejor
es que volvamos o tu madre no te va a dejar salir nunca más.
-
Ella es muy
buena, no te preocupes por ella preocúpate por mi padre- dije riéndome.
Me llevó hasta la puerta, me dio un beso en la
frente y muy a nuestro pesar nos despedimos. Había sido el mejor día de mi
vida, la primera mejor cita que se puede tener y un primer beso digno de
película.
Todo parecía ir demasiado bien. Lo que había
soñado se estaba cumpliendo por momentos y la espera había valido la pena. Era
como el príncipe azul de cualquier cuento de hadas, soñado por cualquiera de
nosotras.
Todas estaban loquitas por él pero, yo era la
elegida, al menos eso creía.
Aquella noche no conseguía dormir, mi cabeza le
estaba dando mil vueltas a todo, repasando aquella cita mil veces, sus
palabras, gestos, miradas y lo que más me preocupaba era que sería de nosotros.
Cada día al salir de clase él estaba rodeado
por chicas, todas mayores que yo y no es que me preocupase ni me molestase pero
todo el mundo decía que no podría con la competencia y estaba empezando a
plantearme esa posibilidad. Yo no era ni la más lista, ni la más guapa, ni la
más guay. ¿Quién era yo? Yo os lo diré, alguien que se había perdido en el
camino, que solo intentaba darle sentido a su vida y que no había planeado
enamorarse, todo eso descuadraba mi esquema.
Había días que me levantaba y solo tenía ganas
de llorar y otras únicamente de reír. Con él era un poco parecido, había días
en los que me veía con él para siempre (por muy cursi o iluso que parezca) y
otros en los que no entendía nada de lo
que hacía ni decía, como para decir que las mujeres somos las complicadas de
entender, y me daban ganas de tirarlo por un precipicio. Pero eso es el amor al
fin y al cabo ¿no?, sentimientos que se contradicen entre sí.
Eran ya las tres de la mañana y decidí
ofrecerme a mí misma tranquilidad, o mañana no sería persona sino un zombi
resucitado.
No hay nada mejor que la auto terapia y lo
último que me dije a mí misma antes de conciliar el sueño fue: Amelia, tú eres
la que ha elegido, no se ha enamorado de nadie más, se ha enamorado de ti y
todo lo demás da igual. Las cosas buenas nunca son fáciles y la vida sigue su
curso natural, lo que pase mañana no está en tu mano. Ha sido la mejor cita de
tu vida, te quiere y tú le quieres. ¿Qué más necesitas para convencerte de
ello?
Amelia X
Domingo por la mañana, no hay día más “bobo” en
la semana como un domingo. Todo me cuesta el doble, y un cansancio generalizado
se apodera de mí persona. Además todos los deberes, trabajos y estudios se
dejan para ese día y yo diría que tenía que estudiar un poco mucho, pero
esperaba que algún mensaje suyo me distrajese. A las doce ya me estaba poniendo
un poco nerviosa, ¿no se lo habría pasado bien ayer? Aunque como lo más
probable era que siguiese durmiendo, decidí concentrarme en química, que
divertido (irónicamente hablando).
Mi madre me había educado tan bien que decía
que una señorita tiene que mantener la compostura y elegancia hasta el final,
eso quería decir que yo a las siete de la tarde, no podía mandar nada. Aun
estando en el siglo XXI yo seguía creyendo que en estos casos los hombres
tenían que tomar un poco de iniciativa, pero solo en este específico caso,
claro está. Parece que a Guillermo no le había quedado muy claro. Así que
decidí volver a usar la técnica del positivismo y se me ocurrió pensar que lo
que no quería era agobiarme y me estaba dejando un día para respirar y asimilar
lo ocurrido. Pero yo ya lo tenía todo asimiladísimo y no necesitaba más tiempo,
suficiente con el que me había dado. Además me encantaba lo que había ocurrido.
Para ser sinceros lo que sentía en ese momento era que le echaba de menos y
sentía nostalgia de su persona.
Amelia XI
Sus ojos azules lo delataron. Ya sabía yo que
mis presentimientos no fallaban, aquel desviamiento de mirada al verme no era
muy buena señal que digamos. Me había levantado con un pensamiento en la
cabeza; iba a ir a clase con novio (bueno… casi) y no podía evitar sonreír por
aquel hecho. Yo era muy buena, pero si me cogías enfadada podía ser muy mala y
lo peor, muy cabezota y rencorosa para olvidar algo ocurrido.
Guillermo había tenido la cara de primero
desviar la mirada e ignorarme y encima ahora había acelerado el paso para que
no lo alcanzase. Lo que él no sabía era que tenía unas piernas que servían para
algo más que para enseñarlas. Así que tardé poco en alcanzarlo pero decidí
actuar como si no hubiese visto nada, muy inocente yo. Llamado de otra manera,
intentar pasar página.
-Buenos días- dije yo con una gran sonrisa para que viese que me
alegraba de verle.
-Hola ¿Qué tal?- lo dijo sin mirarme a los ojos y eso sí que me dolió
-¿Estás enfadado?- dije yo, dando a entender que yo empezaba a estarlo.
-No, estoy estupendamente Amelia.- y se fue sin más.
El enfado y la tristeza se habían apoderado de
mí en un sentimiento que podía describir como muy doloroso. Me empezaba a
identificar con eso que dijo él de que el amor duele, lo que no tenía muy claro
es si a él le ocurría lo mismo ahora, dudaba de ello. Habían maneras y maneras
de decir mi nombre: se podía decir de manera suave y sutil como las otras veces
en que me había llamado y la de hoy, con grosería y de manera que mi nombre
sonase horrible. En definitiva, no comprendía a los hombres.
Lo había decidido, cuando me acompañase a casa
le preguntaría cual era el problema, como una persona madura que era. No había
dejado de acompañarme ningún día, hubo uno en el que estuvo malo con fiebre
pero aun así él me estaba esperando a la salida, y hoy tendría que acompañarme.
No podía dejar de hacerlo, no había opción ¿verdad?
Se rumoreaba que habíamos tenido una cita, y no
me parecía un cotilleo muy interesante,
ya que suponía que lo habían visto venir. Lo que sí que les pareció raro era
que nos hablásemos en el recreo. Yo
proseguí con mi lectura de Bécquer, pero sola.
Como de costumbre al salir de clase esperaba
ver a Guillermo y además todos estaban a la espera de que al ser ya una pareja
iríamos de la mano y todas esas cosas que hacen los enamorados pero, nada de
aquello sucedió. Yo diría que más bien él me había dado plantón.
Estaba hecha polvo. Hoy no me había acompañado,
y la “perfecta” excusa que me dio, irónicamente hablando ya que no se la creyó
ni el, fue la siguiente:
- Hola.-dije yo
con ademán de empezar a caminar en dirección a mi casa como ya acostumbrábamos.
-
No, no te puedo acompañar ¿sabes?
-
No te he preguntado, y no, no sé.- dije yo intentado tomarlo con un poco de
humor, si era posible.
-Es que no te he
preguntado. Adiós Amelia.- dijo
Se fue sin ni siquiera girar la cabeza,
dejándome con la palabra en la boca, todo aquello encima sin mirarme a los ojos
y eso como ya he dicho era mortal.
No entendía nada. ¿Qué había pasado? ¿Qué había
hecho mal?
Ahora comprendo que yo no había hecho nada mal
sino que la vida sigue su curso, nos guste o no, pero lo sigue y este parecía
ser mi camino.
¿Has sentido alguna vez esa sensación de que el
mundo se te derrumba y no puedes hacer nada para impedirlo? Te dan ganas de
llorar, tirar todo lo que encuentres por los aires y de no hacer nada. Pero
sobre todo evitar pensar porque si le empiezas a dar vueltas a lo ocurrido
terminas aún más deprimida y triste de lo que ya estabas.
Pues lo que digo, me tiré en mi cama y dejé que
las lágrimas resbalasen por mis mejillas. El único motivo por el cual me
levantaba cada mañana se acababa de esfumar, por quién sabe qué razón. Ya nada
tenía sentido, me había hecho demasiadas ilusiones y hasta pensaba que estaríamos juntos para siempre, de veras lo
pensaba, que no me dejaría y sí, tendríamos nuestros baches pero que él era el
hombre de mi vida y los superaríamos juntos. Lo que pasa es que no muchas veces
encuentras al hombre de tu vida a los dieciséis.
Después de
mucha reflexión (más llanto que reflexión) decidí plantarle cara, me
debía una explicación, solo eso. La necesitaba.
Amelia XII
Martes 20 de
Febrero
Teníamos clase con nuestro tutor a primera hora
de la mañana y no había asistido, así que vinieron unos cuantos del último
curso a clase. Entre ellos Guillermo. Me di cuenta de que hoy tampoco me miraba
a los ojos, otra vez. Me mataba solo con aquello pero sabía muy bien porque lo
hacía. Los dos sabíamos que con una mirada se decía todo y si me miraba, vería
mi rabia, enfado, desconcierto y tristeza, todo en uno, y yo vería en sus ojos
azules algo que me trataba ocultar.
Se sentaron en la mesa del profesor y esto fue
lo que prosiguió:
-
Buenos días
chicos, como sabéis Esteban no ha venido y os ha dejado trabajo.- dijo su
compañero que se llamaba Iván.
-
Debéis escribir
una redacción buscando una solución a algún problema que tengáis. ¿De acuerdo?-
dijo evitando el contacto visual conmigo
en todo momento -¿Alguna duda? ¿Ha quedado claro?- nadie contestaba.
–Bueno pues entonces comenzamos…
Y en ese momento elevé la mano.
-
Yo… tengo una
pregunta.- Dije mirándolo y un poco dudosa de lo que le iba a plantear.
-
Si… Amelia
¿verdad?- dijo Guillermo
-
¿Ya no sabes ni
como me llamo?- pregunté muy enojada.
Todos nos habían visto hablando en el recreo y se daba
por supuesto que se sabía mi nombre. No era ningún secreto de Estado que
hablábamos y que no nos conocíamos mal. No dijo nada, se cortó, así que yo
proseguí con mi plan.
-
Bueno… Guillermo,
quería saber tu opinión. Solo por poner un ejemplo, que quede claro, es para
saber cuál sería tu solución al problema. Voy a ponerte en situación:
Un chico y una
chica, sencillo ¿no? Se conocen, él es
un poco paradito y tarda un poco en pedirle salir, pero porfín salen y todo
parece ir viento en popa, él está muy enamorado, hasta se lo confiesa,
imagínate, es irónico. Pero lo que ocurre es que al día siguiente no da señales
de vida, la evita, no la mira a los ojos, inventa excusas ridículas que no se
cree ni él y lo mejor es que ni se acuerda de su nombre. ¿Le falla la memoria o
tiene una explicación lógica?- dije con una mirada que no reflejaba otra cosa
que no fuese enfado.
-
Es idiota.- dijo
muy serio.
-
A esa conclusión
ya había llegado yo, no te esfuerces tanto por favor.- dije yo mientras todos
miraban atónitos la discusión en la que se había convertido aquello.
-
No tendría que
haberla dejado escapar. Pero es lo mejor para ella, créeme.- dijo intentando
mantener la compostura.
-
Ella es lo
suficientemente mayorcita como para saber lo que es mejor para ella, créeme tú
también. Además ¿cómo que me ha dejado escapar? ¿Por qué no me mira a los
ojos?- dije yo perdiendo la paciencia.
-
Sí, te ha dejado
y no te mira porque entonces quererte le dolería aún más.- dijo con la mayor
muestra de sinceridad posible.
-
Pues…
Y en ese justo momento sonó la alarma de
incendios, lo que no sabíamos era que se trataba de un simple simulacro por lo
que interrumpió la conversación.
Amelia XIII
Lo primero que se me vino a la mente en ese
momento fue que aquella alarma no podía haber sido más inoportuna. Siete meses para sonar y va y se activa justo
aquel día. Todos salieron corriendo y como “ellos” estaban a cargo de la clase
nos iban indicando a cada uno la salida de emergencia, cuando llegué me miró a los ojos pero seguidamente lo perdí
de vista entre la multitud. Después de saber que había sido una falsa alarma me
acribillaron a preguntas y estuvieron insinuando cosas todo lo que restó de
día. No soportaba aquello, me sobrepasaba. Pero a la vez sabía que mis
compañeros se habían percatado de que no era un ejemplo cualquiera sino una
situación real, demasiado real a decir verdad pero yo no volví a hablar. Repasé
la conversación para ver que era aquello de que no estar juntos era lo mejor,
pero cuando dijo que si me miraba le dolería QUERERME aún más. ¿Qué sentido
tenía aquello? No quería estar conmigo, pero lo peor era que seguía
queriéndome. Lo mejor fue cuando dijo que habíamos terminado. ¿Cuándo ocurrió
eso? Por lo menos podría haberse acercado y decírmelo a la cara.
Ya casi había llegado a mi casa después de
aquel horrible día cuando oí un ruido detrás, me volví y lo vi, detrás de mí.
Observaba muy cuidadoso. Me detuve en seco y me quedé plantada ahí. Se empezó a
acercar y cuanto más se acercaba más ganas de derrumbarme tenía. Nos habíamos
quedado a medio metro el uno del otro. Mirándonos fijamente. Estuvimos así un
minuto, un minuto que me pareció muy breve, insuficiente. Me decidí a dar el
primer paso y una lágrima ya empezaba a asomarme.
-
¿No crees que al
menos me debes una explicación? Solo eso, no te estoy pidiendo la luna.- dije
intentando reprimir mi furia, pero el silencio parecía que se iba a alargar más
de lo que debería.- ¿He hecho algo mal? No sé qué he hecho, lo que ha pasado...
-
No, por favor
Amelia, no quiero que pienses que tú tienes la culpa de nada…- dijo agarrándome
de las manos mientras yo le interrumpía
-
No lo entiendo
Guillermo- dije muy enojada y confundida por sus palabras.
Y en ese justo momento apreció una chica
corriendo y gritando su nombre muy alegre. Lo primero que se me pasó por la
cabeza fue que era su novia y por la manera de darle un beso en la mejilla con
tanta confianza y naturalidad no pude pensar otra cosa. Además ya me había
soltado las manos.
-
¡Guillermo!- dijo
ella gritando
-
Hola, ¿qué tal?-
dijo el un poco intimidado por la presencia de aquella extraña.
-
Bien, perdona,
¿he interrumpido verdad?, te espero en la esquina.- dijo inspeccionándome de
arriba abajo. Una manía que no soportaba, parecía que me estaba escaneando.
-
No tranquila, de
todas maneras no hay nada que hablar, tengo que irme, perdonad.- dije yo que
quería desaparecer de allí lo antes posible. Deseaba con todo mi corazón saber
la verdad pero sabía que dolería mucho y no quería montar ningún numerito allí.
Salir de aquella manera era grosero y de mala educación pero no aguantaría que
él me contase la historia de la “novia sorpresa”. Prefería saltarme ese
capítulo. Era la típica escena de película en la que interrumpía la novia,
sabiendo lo que hacía (interrumpir) y la “buena” de la historia quedaba como la
mala, se hacía la invisible y desaparecía sin dejar rastro.
-
Amelia, por favor
no te vayas. Déjame que te explique…- Pero yo ya había empezado a caminar.
-
Guillermo, no hay
nada que explicar, todo ha quedado ahora muy claro y sí tenías razón con eso de
que eres idiota. Te autodefines muy bien. Podrías aunque sea habérmelo
dicho, ¿te importo tan poco?- dije yo, y
fue la última vez que me giré.
-
Amelia…- dijo con
un leve susurro ya que su “novia” ya lo estaba llamando.
No me volví y
me dirigía a dios sabía dónde. No quería ir a mi casa, necesitaba
caminar, llorar y aislarme del mundo. Por suerte, a unas calles de allí había
un parque al que nadie acudía. Siempre solitario, así que no se me ocurrió
ningún sitio mejor a donde ir. Apagué el móvil, encendí el IPod y me puse los
casquitos. Tenía 673 canciones y dejé que el aparatito eligiese. Como digo o el
destino estaba presente o fue una mera coincidencia, depende de cómo se mire. La estrofa que sonó fue la siguiente:
*“Right from the start
you were a thief, you stole my heart and I your willing victim. I let you see
the parts of me that weren’t all that pretty and with every touch you fixed
them”
(“Desde el principio fuiste un ladrón, me robaste el
corazón y yo tu víctima voluntaria. Dejé que vieses partes de mí que no eran
tan bonitas y con ccada caricia las arreglaste”)
*Just Give Me A Reason-
Nate Ruess Feat Pink
Me pareció demasiado triste e identificativa
así que decidí cambiar de canción, aunque la verdad es que no sabría decir cual
se llevaba el premio a la más triste de la historia.
Las canciones no eran muy nuevas que digamos,
tenían sus años, pero me llegaban mucho más que las de ahora que estaban
compuestas en su mayoría por mucha música electrónica y carentes de letra y
sentimiento alguno. La letra era algo mágico con lo que te podías sentir
identificada al instante como si estuviese pensado para ti o tú fueses la
autora. Lo siguiente que sonó fue:
*“No hace falta que me quites la mirada para
que entienda que ya no queda nada. Aquella luna que antes nos bailaba, se ha
cansado y ahora nos da la espalda. ¿Dónde está el amor del que tanto hablan?,
¿Por qué no nos sorprende y rompe nuestra calma?”
Ese amor se encontraba en aquel momento
escondido o perdido, más bien. Enamorarse era cuestión de un segundo, una
mirada, un beso, una caricia pero la
huella que quedaba después de que te rompiesen el corazón era visible y
prolongada en el tiempo.
*Donde Está El
Amor- Pablo Alborán
Amelia XIV
Cuando llegué a mi casa ya era un poco tarde,
las diez y sabía que mi madre estaría preocupada y que tendría un millón de
llamadas perdidas y SMS, pero cada cosa que hacía me recordaba a él y si encendía
el móvil me vería obligada a rememorar nuestras conversaciones por “Whatsapp” y
no estaba muy de humor en ese momento.
Para mi sorpresa mi madre no estaba preocupada, al
contrario, estaba contenta y cocontenta y con una gran sonrisa inundaba su
cara.
-
Hola, ¿qué
ocurre?- dije yo, extrañada de que no me hubiese preguntado donde había estado.
-
No te lo vas a
poder creer, ¿te acuerdas del amigo de tu padre que es director de cine?- dijo
entusiasmada.
-
No, espera ¿papa
tiene un amigo director de cine?- dije yo estupefacta ya que no salía de mi
asombro.
-
Si cariño, tú lo
conociste- dijo haciéndome sentir culpable de no acordarme.
-
Pues no lo
recuerdo, ¿cuándo fue?- dije mientras me empezaba a picar la curiosidad.
-
Amelia, que mala
memoria, tenías tres años y estábamos…- no la dejé terminar.
-
¡Mama! ¿Pretendes
que me acuerde de un señor que conocí a los tres? Si me acordase me podrías
llevar al circo vamos…
-
Pues como quieras
ya no te cuento más.- dijo como si lo que yo le estaba diciendo no tuviese ni
pies ni cabeza.
-
No, no perdona,
sigue…- dije.
-
Bueno, vamos al
grano, quiere que hagas un casting para su nueva película- dijo como tal cosa.
-
¡¿Qué?! ¿Quiere
que haga un casting para una peli? ¡Aaaahh!-dije yo que en ese momento me iba a
quedar afónica de tanto gritar.
-
Sí, para él tipo
de películas que tanto te gustan, comedia, drama, romántica. Quiere rodar aquí
y se lo propuso a tu padre ¿así que si quieres? El casting es el sábado por la
mañana tempranito a las siete.
-
Pero yo no sé
actuar, ¿cómo quieres que actué en una película si lo que no se hacer es
precisamente eso, actuar?- dije, pero en realidad lo que se pasaba por mi mente
en ese momento era que tendría que madrugar un sábado (para un día que podía
dormir) pues nada ajo y agua.
Amelia
XV
Las cosas pasan por algo, ¿no es
así? Bueno, al menos eso dicen. Y yo sinceramente creo que hoy estoy aquí, en
el casting para la película al cual solo me han dicho que se han presentado
actrices ganadoras de Oscar aparte de media ciudad ya que la otra mitad son
chicos, que están en el otro casting, para que me quede claro de que no voy a
ser actriz.
Lo único que creo que haré bien
será aprenderme las 3 páginas de guion que nos han dado. En él se narra una
pelea entre dos enamorados y creo que con el cabreo que tengo de ayer no tendré
que fingir estar enfadada. Mírale la parte positiva a romper con tu… “novio” si
e puede llamar así, siempre podrás acudir a un casting en el que tengas que
interpretar a una novia enfadada (preferible quedarse con el chico, hacedme
caso)
Todas estaban allí, ninguna se
iba a perder esa ocasión, la de ser una actriz de Hollywood. Ellos tampoco
faltaron, y en este caso me refiero a Guillermo. En un primer momento ninguno
de los dos, ni él ni yo sabíamos que el
otro estaba también allí. Nos dimos cuenta cuando tuvimos que hacer el casting
juntos. Éramos uno de los últimos y querían terminar cuanto antes ya que
llevaban 6 horas de casting. Así que empezaron a hacerlos en pareja y además
todos veíamos y oíamos a los que estaban en la sala de audiciones porque habían
puesto televisores para distraernos, aunque fuese un poco, y así intentar
mantener el máximo silencio posible.
-
Amelia
Fuentes y Guillermo García, por favor. – Dijo la realizadora y los dos
palidecimos al escuchar el nombre del otro.
-
Bueno
chicos, supongo que habréis tenido tiempo de miraros el guion después de 6
horas así que comenzamos, ¿os parece?- El director lo dijo con sentimiento, no
con ganas de molestar a nadie, era un buen hombre, lo que no sabía era a qué se
iba a enfrentar, una explosión en toda regla.
-
¿Qué
ocurrió Fer? ¿Qué hice mal? No lo entiendo…
-
Nada
Claudia, no hiciste nada solo es…
-
El
problema es que cuanto más lo pienso, menos lo entiendo- Y ya se me empezaba a
asomar una lágrima, se vio que me identificaba con aquel personaje.
-
Claudia,
es complicado.
-
No
sé qué hay de complicado en decirme que no quieres chicas por un tiempo, al día
siguiente decirme que te gusto y al siguiente ya ni saludarme.
-
Siento
que pienses eso.
-
¿Y
qué se te ocurre que debo pensar? Tú dime, porque a lo mejor me he perdido
algo. A sí, es verdad, que tienes otra novia, te costó poco olvidarme.
-
Claudia,
¿por qué no me miras a los ojos?- Dijo
Guillermo acercándola para así estar uno en frente del otro.
-
Porque
tú ya no lo haces y duele…- Rompió a llorar, no podía más. Guillermo le secó
las lágrimas.
-
Amel…Claudia,
lo siento-Guillermo la tenía agarrada por las manos y parecía que se comían con
la mirada. Parecía por un momento que se iban a besar cuando el director cortó
la escena.
-
Bueno,
veo que ya os conocías y se ve a simple vista que hay sentimiento, os habéis
saltado un poco el guion pero también hay que saber improvisar. Ya veremos que
ocurre ¿sí?
-
Perdone.-Dijo
Amelia que seguidamente salió corriendo.
Amelia
XVI
Llegué a mi casa y me derrumbé,
eso había sido muy cruel. ¿Qué pretendía, arreglarlo o que le diesen el papel?
Además lo había visto todo el mundo y ya estaba en Youtube con unos cuantos por
no decir excesivos comentarios sobre “la película” que sin comerlo ni beberlo
habíamos protagonizado.
Le volví a dar al aleatorio del
iPod y no pude evitar llorar. Lloré tanto que casi dejé de escuchar la canción.
*“Don´t you remember the reason you loved me before? Baby please
remember me once more. When was the last time you thought of me, or have you erased
me completely from your memory? I often think about where I went wrong, the
more I do the less I know. Don´t you remember the reason you loved me, before. Baby please remember the reason
you still love me”
(¿No recuerdas por qué me
quisiste antes? Cariño, por favor recuérdalo una vez más. ¿Cuándo fue la última
vez que pensaste en mí?, ¿o ya me has borrado completamente de tu memoria?
Suelo pensar en qué me equivoqué, más lo pienso, menos sé. ¿No recuerdas por
qué me quisiste antes? Cariño, por favor recuerda la razón por la que aún me
quieres.”)
*Adele- Don´t you remember.
Amelia
XVII
Después del desastre del día anterior fingí encontrarme mal para así
evitar ir a clase. Lo único que sabía era que a los actores de la película los
elegían hoy. El proceso era muy rápido. Aquella mañana publicaron en twitter,
que mi querido Guillermo había sido elegido como actor principal y realmente
eso no hizo que me sintiese mejor ya que llegué a la conclusión de que me había
utilizado para que le eligiesen y es cierto, yo había sido una completa idiota.
Al final ganaba él y yo era la víctima.
El móvil sonó, era él, me pensé
si cogerlo o no pero finalmente decidí cogérselo, pero no pensaba decir nada.
-
Hola-
dije, y esa sería la única palabra que me veía capaz de pronunciar.
-
Amelia,
necesitamos hablar, vamos a hacer una película juntos y esto hay que
aclararlo no podemos…
-
¿Nosotros
qué? Pero si no me han dicho nada. Espera, me estás haciendo sentir culpable
como si la culpa de todo la tuviese yo,
no es así fuiste tú… no cambies las cosas.
-
Amelia,
pero si acabo de hablar con tu madre y lo sabía, me dijo que te llamase al
móvil.
-
Pues
ya nos veremos entonces, adiós- Y colgué, habían pasado hoy un montón de cosas
y yo no me había enterado de absolutamente nada.
-
¡Mama!-
grité, en un tono en el que se me notaba el enfado que llevaba acumulado.
-
Cariño,
¿ya lo sabes?- dijo con la mayor tranquilidad del mundo como si estuviese
hablando de lo que íbamos a cenar aquel día.
-
¿Cuándo
pretendías decírmelo? Pregunto, ¿el mes que viene te parecía bien?
-
Pensé
que te gustaría que te lo dijese Guillermo- dijo como si fuésemos novios.
-
Pero
Mamá, si me dejó, me dejó plantada por otra…-dije mientras su cara palidecía.
Así que tuve que contarle todo
lo que había sucedido aquellos días, con lo del casting no habíamos tenido
tiempo para hablar de nuestras cosas. Y cuando terminamos de hablar casi
tres horas después, terminó ella más
enfadada que yo. Pero me había tranquilizado contárselo a alguien.
Amelia
XVIII
Nos reunimos con el director,
Patrick Self. Ahí estábamos, Guillermo y yo, un día después de haberle colgado
el teléfono, los dos sentados en una mesa con el contrato en nuestras manos.
Este incluía 5.000 euros y comprometerse con el proyecto que comenzaría en
verano con dos semanas de ensayo y después la grabación que tendría una
duración de dos meses. Dedicaríamos el verano a grabar para que perdiésemos lo
menos posible.
-
Señor
Patrick, yo solo tengo una pregunta, mi compañero y yo no hemos actuado nunca y
no sé cómo pretende que lo hagamos. – Dije, intentando hacer caso omiso al
elemento que tenía sentado a mi izquierda.
-
Señorita
Amelia, ¿saben por qué os elegí? Me refiero a vosotros dos como pareja.- dijo
Patrick con un acento inglés
americano muy marcado.
-
No,
lo siento, no lo sé.- dije yo
-
Pues
por la química que hay entre vosotros.- Dijo con una mirada pícara ya que sabía
perfectamente que había (yo diría hubo) algo más que simple química entre
nosotros.
-
Respecto
a eso, quería pedirle una cosa. Es una condición para hacer esta película.
-
Dígame-
Dijo intentando ocultar su cara de asombro.
-
Sé
perfectamente que es una comedia romántica y que los besos son una parte
fundamental de ellas, pero yo, después de lo que me hizo este caballero, me
niego a besarlo.
-
Vaya,
me parece bien, lo único que os digo a los dos es que sea lo que sea lo que
haya ocurrido, os acabaréis reconciliando, sé que os llegaréis a besar ante las
cámaras y que ese será el mejor beso que se habrá visto jamás en una película.-
Las caras de asombro mía y de Guillermo eran… indescriptibles, seguro.
-
Puedo
añadir una cosa…- Dijo Guillermo que fue interrumpido inmediatamente por
Patrick.
-
Caballero,
usted fue el que destrozó la relación aquí así que ahora mismo, en este
instante no tiene ni voz ni voto en este asunto.
-
Solo,
quería decir que aun la quiero y…- Pero no pudo terminar ya que Patrick volvió a interrumpirle.
-
¿Qué
les parece si hacemos una cosa? ¿Y si os dejo solos y habláis todo lo que
tengáis que hablar? Os dejaré “encerrados” 1 hora así que tenéis dos opciones;
hablar o quedaros callados y aburriros. Yo que vosotros elegiría la primera, es
mucho más productiva.- Me encantaba este hombre, su actitud, su personalidad,
aunque sus ideas no tanto.
Cerró la puerta tras de sí y
allí estábamos, los dos solos, en aquella sala y no sé si os he comentado lo
cabezota y terca que puedo llegar a ser algunas veces, el caso es que yo no
tenía nada que aportar pero si explicaciones que recibir.
-
Bueno
Guillermo, vamos al grano, no tengo porque explicarte nada, porque
sencillamente no he hecho nada así que si tienes algo que decirme perfecto, si
no, perderé una hora de mi vida, que vale mucho.- Dije mirándole directamente a
esos ojos azules, despistados, transparentes que… bueno me estoy desviando un
poco. Sabía que le molestaba que le mirase directamente a los ojos porque los
15 segundos que duró mi intervención desvió la mirada unas 100 veces.
-
Amelia,
ella, la chica que viste no es mi novia.
-
Claro,
perdona por llamarlo así, es una amiga especial, un “rollete”, no se hay muchos
sinónimos Guillermo, podemos usar otro si lo prefieres.
-
No,
me refiero a que no es nada de eso. – Dijo muy cabreado.
-
¿Entonces?
¿Hay alguna explicación lógica para que ni me hablases, evitases un día después
de la cita?
-
Es
complicado…- dijo el
-
No,
lo que tú ves complicado, yo lo veo muy claro.
-
No
es así Amelia.
-
Pues
explícamelo.- Dije yo que estaba perdiendo los nervios.
-
El
día después de nuestra cita, primero quiero que sepas que ese día fue el mejor
día de mi vida y la mejor cita del mundo. Mi madre se enteró de que salí
contigo, en un principio no tendría que haber ningún problema, porque además
tengo veinte años y soy lo suficientemente mayor como para tomar mis propias
decisiones. El caso es que ella no quería
que yo saliese con nadie a la que
ella no le hubiese dado el visto bueno, ella quiere para mí un maniquí
sin personalidad. Mi hermano le contó todo lo que había oído de ti en el
colegio y no es por ofender Amelia pero
lo que se dice de ti no es muy bonito.
-
¿Qué
se dice?- Pregunté porque realmente no lo tenía muy claro.
-
No
es necesario hacer esto. No es bonito…
-
Lo
sé, pero me da igual, aunque por lo que
parece a tu madre no.
-
Me
prohibió salir contigo. Hice lo imposible para hacerla cambiar de opinión, le
dije que te tenía que conocer, que eres
especial, no como las demás. Y entonces ese día que te seguí hasta tú casa,
para explicártelo todo, mandó a la vecina a vigilarme para que tú creyeses que
era mi novia. Y no es por nada pero funcionó.
-
Vaya…-
no sabía que decir, esto era lo último que se podría haber pasado por la
cabeza. – ¿Y tú no podrías haber dicho algo?
-
No
me dejaste.
-
¿Ahora
es culpa mía?
-
No
Amelia, mi madre podría mandarme a Canadá con tal de no verme contigo y
prefiero verte y que no seamos nada a no volver a verte. Bueno, eso tampoco.
-
Y
a tu madre, ¿no se la puede hacer cambiar de opinión?
-
Podría presentártela
y si no funciona, salir en secreto. Fingir que nos odiamos a muerte pero
realmente nos estamos muriendo por estar juntos.
-
Pero
entonces si nos descubre te mandaría a Canadá. ¿Qué piensa sobre que hagamos la
película juntos?
-
No
sabe que eres tú. Por esa razón no sale tu nombre en ningún sitio para que ella
no lo descubra. Le he dicho que a la vecina le han dado el papel y lo cierto es
que rodaremos las escenas dos veces una con ella y otra contigo.
-
¿Perdona?
¿Vas a besar a esa?- dije yo que no quería plantearme aquella opción.
-
Amelia,
no es esa, su nombre es María y… eras tú la que no quería besarme. - dijo
Guillermo.
-
Ni
se te ocurra. ¿María? Mierda- Y esto último lo dije casi con un susurro, ¿no
podría tener otro nombre? Carla, Andrea, Ana, Fátima, Elena, dios habían tantos
como para que se llamase María.
-
¿Qué?-
dijo, aunque ya sabía perfectamente lo que había dicho.
-
Nada,
pensando en alto.- dije yo intentando disimular.
-
Chicos,
¿ya?, ¿Está todo solucionado?-Dijo Patrick que acababa de entrar por la puerta.
-
¿Nos
deja cinco minutos más?- dijo Guillermo
-
Cuatro-
y con esto Patrick volvió a cerrar la
puerta.
-
Hacemos
una cosa, el sábado te paso a recoger y cenamos en mi casa y vemos si podemos
hacer algo, sino seguimos con el plan “B”.
-
Entonces en las
dos ¿salimos?-dije yo deseando que la respuesta fuese sí.
-
La
sonrisa te delata. Sí, hoy hacemos un día de novios. ¿Ya no estás enfadada?
-
No,
no tanto como antes. Pero tardo en olvidar, para tu información.
-
¿Qué
tengo que hacer?- Dijo acercándose a mí muy disimuladamente.
-
Volver
a conquistarme, no soy una chica fácil Guillermo.- Dije yo mientras me dirigía
a la puerta para salir- El sábado, te estaré esperando, no te hagas de rogar- Y
salí por la puerta pero esta vez un poco más contenta de que como había
entrado.
-
¿Todo
solucionado?- Preguntó Patrick con su ya usual sonrisa pícara.
-
Tendré
que procesar información pero sí. Gracias- El entró y yo salí, lo que le dijo a
Guillermo entonces es un misterio que como muchas otras cosas nunca llegaré a
descubrir.
Tenía la sensación de que necesitaba coger
aire y liberarme un poco, estaba contenta sí, pero al mismo tiempo tenía un
nudo en la garganta, me preguntaba si de verdad valía la pena todo aquello,
aunque realmente la pregunta era si el realmente valía la pena. Que lo quería
era verdad, me hizo daño también lo era.
Si lo ponemos en una balanza, ¿que puede más el amor o la cabezonería y el
rencor? Uno puede perdonar pero lo que pasó forma parte de la historia, de mi
historia, la de cada uno, la de dos personas…
Había decidido que lo mejor era
caminar, así que decidí dar un paseo por mi bosque en una zona rodeada de
árboles que terminaba en una pequeña cascada donde había unas rocas en las que
sentarse. Me senté saqué el móvil y vi su foto, volví a guardarlo en el
bolso y pensé en el sábado, intentaría
ser como era, llevar algo de comer y… que dios no la abandonase en ningún
momento. Pero vería a Guillermo antes de eso ya que habíamos vuelto a quedar
con Patrick. Era tarde y pensé que lo mejor sería volver y enfrentarme a la
realidad y dejar de soñar despierta. Pero en ese momento el móvil salió
literalmente volando y fue a caer al fondo de la cascada sin más.
Amelia
XX
-
Si
es que estas cosas solo me pasan a mí, a nadie más, que suerte la mía, pero
¿¿¿se puede saber cómo diantres salió el móvil del bolso??? Mierda.- Dijo
Amelia a…… la cascada más bien.
-
Hola
cariño, ¿te encuentras bien?, estás un poco pálida.- Dijo mi madre preocupada
porque me hubiese pasado algo.
-
Sí,
bueno, no. Es el móvil, se cayó a la cascada, no fue mi intención, salió
volando del bolso.- dije yo que en ese momento no sabía lo que me esperaba.
-
No
te preocupes, ¿sabes eso de las casualidades o el destino? Justo hoy tu padre
se ha comprado otro móvil y ha cambiado de número así que te puedes quedar con
su antiguo móvil y número. Solucionado- Dijo tomándoselo mejor de lo que yo
pensaba y dándome el móvil.
Así que subí a mi habitación y
había algo que no paraba de perseguirme, ¿tenía el teléfono de Guillermo? Me
volví loca buscando por todas partes algún lugar donde podría haber apuntado su
número y cuando ya había perdido la
esperanza me acordé, lo había apuntado en el calendario y ahí estaba su
número, el mismo día que me lo dio.
Apunté el número y me dispuse a
mandarle un mensaje ya que si por casualidad me había mandado un mensaje o
pensaba hacerlo que nadie ni nada se lo impidiese. Tampoco quería que pensase
que estaba desesperada o que solo se lo mandaba a él así que le mandé lo
siguiente:
-
¡A
todos mis contactos móvil al agua, número nuevo! Amelia- Pero eso no era del todo verdad ya que puse
“a todos mis contactos” pero solo se lo mandé a él.
Y su contestación no fue otra que:
-
¿Qué
Amelia eres?
¡Pero que se creía! ¿Estaba
ciego o qué? ¿No había visto la foto de perfil o lo había hecho
intencionadamente? Como si conociese a quinientas “Amelia” y tuviese que sacar
la agenda para acordarse de quién era.
-
Tu
actriz favorita jajaja- Y era mi manera
de mandarlo directamente a freír espárragos a Asturias como me gustaba decir
últimamente.
-
AAAHHH.
Vale. Perdón.- Dijo pero de ese perdón no me creía ni una pizca. – Te paso a
recoger mañana a las doce.
Que buena manera de
reconquistarme, así que decidí apagar el móvil. Aún quedaban 3 meses hasta
empezar con los ensayos, y mañana me esperaba un sábado muy interesante con la
familia de Guillermo que por lo que tengo entendido quererme, quererme… no.
Me encontraba en esa situación
en la que no sabía muy bien que quería. Suelen decir que te rijas por lo que tu
corazón te diga pero en ese momento ni mi mente ni mi corazón encontraban un
camino ni conjuntamente ni por separado. Lo quería sí, pero eso no quitaba que
me hubiese hecho daño, pero extrañaba sus besos, nuestras miradas y
conversaciones, que me acompañase a casa y… todo lo que éramos si fuimos algo.
Al final mi corazón y mi mente decidieron que lo mejor era descansar. Mañana ya
sería un día bastante completo.
Amelia
XXI
No es que estuviese emocionada
por aquella comida, después de la noche
anterior con la broma(o no) del móvil me había dejado un poco descolocada. Me
sentía perdida y desorientada.
Le había dicho que fuese puntual, eran las
doce en punto y yo me encontraba sentada en el jardín respirando el aire de
aquella mañana aun fresquita a consecuencia
de la primavera, que aún se haría de rogar. Y en ese justo instante suena el timbre, por
lo menos había sido puntual, punto a favor. Yo llevaba puesta una blusa
con estampado de la “Torre Eiffel”, como
se considera la ciudad del amor pensé que me
daría suerte, un jersey de punto y una falda negra plisada y como no
unas botas con tacón, no muy alto pero lo suficiente como para ofrecerle al conjunto
un punto de elegancia y no superar a Guillermo que muy alto tampoco era.
- Buenos
días.- Dije yo a la vez que se disipaban las dudas sobre el amor que le
profesaba. Lo quería y ello no cabía duda.
- ¿Se
puede estar más guapa?- Dijo con un muy buen humor.
- Perdona,
pero es que no recuerdo tu nombre, Alberto, Alejandro, Gustavo, Félix…
- Dije pretendiendo que se notase que no me
había hecho mucha gracia lo de ayer pero a la vez quitándole hierro al asunto.
- Guillermo,
señorita.
- Ahora
recuerdo, perdona pero es que conozco a tantos ´”Guillermo” que…
Y en ese instante me
besó, sus labios acariciaron los míos con mucha ternura y delicadeza.
-
¿Ya
te acuerdas de mí?
-
Nunca
me he olvidado- Dije mirándole a
aquellos profundos ojos azules, esa mirada que me hipnotizaba sin poder
impedirlo.
-
¿Nos
vamos?- Dijo ofreciéndome su brazo.
-
¿A
Canadá?
-
Contigo
me iría hasta al fin del mundo pero empezaremos por mi casa.
-
Me
parece bien- Dije entrando en el coche.
-
Amelia,
te pido perdón por adelantado por lo que pueda pasar.- Dijo muy preocupado y
serio.
Eso no me lo esperaba pero
descubriría en no muy poco tiempo a que se refería. Y digo poco tiempo porque
nuestras casas se encontraban a cinco minutos una de la otra pero había venido
en coche para presumir de su recién estrenado carné de conducir. Eso reducía el
tiempo a dos minutos.
Al contrario que mi casa, que poseía una pizca de encanto, debido
a las historias que se escondían tras ella esta era lo más parecido a un
bloque, horroroso, impersonal… y eso que aún no me había ni bajado del coche.
Todo me parecía artificial, falso, solo esperaba que el interior fuese mejor
pero antes de entrar a la casa, me cogió la mano, la apretó fuertemente contra
su pecho y susurró:
-
Te
quiero, nunca he sentido algo así por nadie pero tú… tú eres diferente, eres mi
Amelia.- Me lanzó una mirada, pero triste que junto con aquellas palabras, más
que nada parecía una despedida. No tenía nada que ver con el de hacía tres
minutos.
Amelia XXII
Su madre nos abrió la puerta,
con una cara de desaprobación, asco, repugnancia y todo lo que se te pueda
ocurrir negativo (claramente) hacia mí.
-
Mama,
está es Amelia. Amelia esta es mi madre María.
-
Es
un placer conocerla, de veras. – Dije mostrando mi mejor sonrisa.
Parecía que todas las personas que intentaban
de alguna manera interferir negativamente en mi vida tenían algo en común, el
nombre, María. Supongo que a todo el mundo le pasa igual hay una letra o un
nombre que por ejemplo cuando estás enamorado que suele repetirse como un
patrón es como si se te hubiese asignado una letra. En mi caso para el amor era
la G ya que de pequeña me había gustado un tal Gabriel y un Gerónimo que era el
hermano de una antigua amiga. El patrón se repetía y con las Marías pasaba
exactamente lo mismo.
-
Me
gustaría poder decir lo mismo querida, pasad. – Dijo haciéndome un repaso de
arriba abajo y poniendo más bien cara de asco.
-
Te
presentaré al resto de mi familia. – Dijo Guillermo
-
Claro.-
Pero yo no había caído en la cuenta de que había más gente y si eran como la madre
Dios me cogiese confesada.
-
Familia,
esta es Amelia. Amelia, esta es… y en ese instante suena el timbre.
-
Querida,
¿te importa abrir?- dijo su madre, María, con cara de pocos amigos y estando ella más cera que yo de la puerta.
-
Sí,
por supuesto- Y cuando abrí la puerta me encontré con la otra María, me había
quedado muda. Que suerte la mía, pensé.
-
Hola-
dijo dirigiéndose directamente a la madre de Guillermo, saltándome a mí como si de un fantasma se tratara.
-
Por
fin una cara agradable entra por esa puerta- dijo después de ofrecerme una
mirada despreciativa.
-
Amelia,
te enseño la casa, ¿vamos?- dijo Guillermo cogiéndome del brazo y dirigiéndome
hacia las escaleras.
Una vez llegamos a su cuarto.
-
Amelia,
no sabía que ella iba a estar aquí.
-
Tienes
un cuarto bonito, creo que es lo mejor de la casa, pero si tienes una foto mía,
que encanto- dije señalando aquella foto emocionada.
-
¿No
estás enfadada?- preguntó con cara de asombro.
-
Voy
a intentar que no me moleste mucho.
-
Esta
es mi Amelia- dijo cogiéndome de la cintura y elevándome, nos estábamos riendo
absortos que olvidamos donde nos encontrábamos cuando…
-
Ya
está la comida- dijeron mis dos
“queridas” amigas al unísono.- Vete bajando querida, nosotros ya vamos.- y
cerraron la puerta.
-
Guillermo,
no va a durar ni cinco minutos aquí, ya verás, solo te advierto.
-
Madre,
si no te importa voy bajando.- Dijo Guillermo pegando un portazo que se oyó en
toda la casa.
Éramos diez personas en la mesa,
que debido a la interrupción de antes nadie me había presentado y tenía la sensación
de que nadie lo haría. Era una extraña allí. Todos me miraban o bien de manera
indiferente o repulsiva.
-
María
no crees que tú y Guillermo hacéis una pareja perfecta en la película y bueno
eso viene ya de lejos, ¿os acordáis cuando estuvisteis juntos?
-
Para
no acordarse, si nos seguimos queriendo como el primer día.- Dijo María
dirigiéndose a mí que estaba sentada a mi derecha.
Ese dato Guillermo no lo había
mencionado pero justo nos acabábamos de sentar y no habíamos ni probado bocado…
-
Amelia,
¿no te has ido aún?- dijo María madre.
-
Bueno,
mi intención era quedarme a comer y después hasta que quisieseis.- Tímidamente,
dije un poco impactada por la pregunta.
-
Pues
ya no te necesitamos- dijo levantándose
y señalándome la puerta.
-
Eso
vete y no te preocupes por Guillermo, yo te lo
cuido- dijo María acercándose a él.
Yo no sabía dónde meterme,
estaba aún sentada mirando a la puerta y a Guillermo. Guillermo se levantó sin
decir nada y se dirigió a otra habitación así que me levanté y me fui, ¿que iba
a hacer? Yo estaba un poco en estado de shock pero él no se iba a dar por
vencido tan rápido.
Cuando ya había salido del
bloque y empezaba a caminar en dirección a mi casa. Apareció por detrás y me
cogió de la cintura, sostenía una cesta de picnic y las llaves del coche. Con
una sonrisa me dijo:
-
¿Pensé
que aguantarías un poco menos?
-
Pero
si solo he estado media hora.- Repuse asombrada.
-
Yo
ya tenía el picnic preparado.- Dijo sonriente.
-
Es
una muy buena idea y ¿a dónde vamos?- Dije emocionada por aquella idea.
-
¿Confías
en mí?
-
Sí.
-
Entonces,
sígueme.- Dijo cogiendo mi mano para después echar a correr.
Corrimos y con las ganas que
tenía de salir de allí, perder de vista aquella
casa, corrí con tanta energía que cuando llegamos a la cascada donde
había perdido el móvil estaba exhausta. Tengo que aclarar que estaba corriendo
descalza, los tacones no eran una buena opción para correr. Nos adentramos un
poco más en el bosque hasta que llegamos a un prado verde que nunca había
visto.
-
¿Te
gusta?- Dijo el con su mirada clavada en mis ojos.
-
Cualquier
sitio hubiese valido con tal de que estuvieses tu.- Dije con una mirada con la
que pretendía conmoverle.- Te hubiese seguido hasta Canadá.
-
¿Tienes
hambre?- Dijo sentándose y desplegando un mantel de cuadros, como en las películas.
-
¿Sabes
una cosa?
-
No,
no la sé. – Dijo soltando una carcajada.
-
Eres
tú de nuevo
-
¿De
nuevo?- Dijo un poco confundido
-
Sí,
aquellos días en los que no me hablabas me ignorabas actuabas como si nunca hubiese pasado nada,
no eras tú, por lo menos no el Guillermo
que yo conocí.
-
¿Y
quién era?
-
Un
extraño, un desconocido.
-
Pero
lo bueno es que he vuelto. Mira la parte positiva.- Dijo mientras introducía un
canapé en su boca.
-
¿Me
prometes que nunca más volveremos a ser unos extraños a los ojos del otro? Y… ¿me
prometes que nunca me dejarás de mirar de la manera que me miras ahora? Aunque
pasen años y tú tengas tus hijos y yo los míos, si nos encontramos por causas
del destino o las coincidencias, solo te pido que me lances una de tus miradas
y seré feliz, no necesito nada más para ser feliz. Lo que me dolería mucho
sería que por ponerte un ejemplo que yo estuviese cenando con unos amigos y tu
pasases por delante saludases a un conocido y a mí me ignorases, como si…
-
Te
quiero.
-
Eso
es un no.- Dije yo un poco ofendida aunque a lo mejor estaba pidiendo
demasiado.
-
No
me has dejado terminar, sí, te lo prometo. ¿Lo sellamos con un beso?
-
Aprovechas
cada ocasión, no se te escapa una.- Dije yo riendo y desapareciendo del mundo
en aquel momento.
Y con aquel beso de amor sellamos aquella promesa.
Amelia XXIII
Estábamos
tumbados mirando al cielo, habían pasado unas cuantas horas, había perdido la
cuenta. Parece ser, y todo lo que estaba experimentando era nuevo para mí, que
cuando estas con esa persona que es tu media naranja, que te complementa (o tu
media pera según mi primo, es decir dos personas que se complementan porque lo
que tiene uno no lo tiene el otro y son distintos, teoría aún por confirmar) el
tiempo se pasa volando. Momentos en los que un silencio no es incómodo sino lo
contrario, es aún mejor que cuando las palabras se entremezclan.
-
Amelia, ¿dónde está tu bolso?- Dijo echando un
vistazo a los alrededores.
-
¡Dios!
-
¿Qué? ¿Lo han robado?
-
Peor aún.
-
¿Sí?- Y su expresión reflejaba una grave preocupación.
-
En tu casa- Respondí riendo.
-
Ya me estabas asustando. ¿Quieres que vayamos a
buscarlo?- Preguntó
-
No, ¿me lo llevas mañana? Si no te importa
claro.
-
No…- Pero no terminó aquella frase.
-
No, pero…
-
Lo que quiero decir es que no creo que mi madre
lo cotillee ¿no?
-
Tú la conoces más que yo.
-
No, eso sería mucho hasta para ella.
-
¿Sabes que me apetece?
-
No, aún no soy vidente.
-
Recordar.
-
¿Qué cosa?
-
Mejor dicho bailar.
-
No hay música.
-
¿Si quieres puedo cantar yo?
-
Ya te he visto cantar.
-
¿Sí? ¿Cuándo?
-
En la obra de teatro en navidad.
-
¿Me estás diciendo que no te gustó? Fue una
representación magnífica.
-
Sí, y la risa tonta que te entraba cuando me
mirabas también.
-
Me refiero a mis habilidades vocales.
-
No… es… sabes…. Tu voz es…
-
No te esfuerces ya veo que no te gusta mi voz.
-
Pero si tu voz es la misma que me hace temblar,
que me hizo conocerte. El otro día empecé a pensar cuando fue la primera vez
que te vi.
-
¿Y lo descubriste?
-
Sí, el primer día de clase, hubo un chico que
grito algo parecido a: es el último año ánimo, vamos o algo parecido no lo
recuerdo muy bien, y ese, ese eras tú.
-
Pues yo también, fue un día en el cual estábamos
en la cancha los de mi clase y te vi a ti sentada leyendo y con esa sonrisa que
me dirigiste me mataste, aún a día de hoy me mata.
-
¿Entonces no cantas?
-
¿Cambiaste de opinión?- Dijo empezando a
susurrar una canción que decía lo siguiente:
*“Close your eyes, let me tell you
all the reasons why, I think you´re one of a kind. Here´s to you. The one that
always pulls us through. Always do what you got to do. You´re one of a kind,
thank god you´re mine.”
(Cierra los
ojos, déjame decirte todas las razones por las cuales creo que eres la única.
Esto es para ti. La que siempre nos empuja a través. Siempre haces lo que
tienes que hacer. Eres única, gracias a dios que eres mía)
*Close your eyes- Michael Buble
Amelia XXIV
6:00
am Un Domingo
Eran las seis de
la mañana, me había acostado un poco más tarde de lo normal debido al libro que
me tenía que leer en Lengua, uno de esos libros en los que te pierdes o en los
que solo se tratan tragedias y nos comparan a nosotros. En las peores
situaciones, más extremas en todos los sentidos posibles. Hubiese seguido
durmiendo unas cuantas horas si no hubiese sido por el golpe de unas piedras en
mi ventana. Lo típico que te das la vuelta en la cama y evitas cualquier sonido
porque puede ser o bien una rama del árbol o una broma pesada. Pero la broma
parecía no terminar. Cuando abrí la
ventana para mi sorpresa era Guillermo.
-
¿Se puede saber qué haces aquí?- Pregunté
alarmada y preocupada por mi padres, no sabía que podría pasar si lo
encontrasen ahí a estas horas.
-
¿No te alegras de verme?
-
Son las seis de la mañana, si aún ni ha
amanecido.
-
¿Me estás diciendo que no te alegras?
-
Sí, pero, ¿no podías esperar?- Y le lancé un
beso volado desde la ventana, con una de mis mejores sonrisas.
-
¿Puedes bajar? Tenemos que hablar.
-
Dios, Guillermo me estás preocupando.
-
Me dirigió una
mirada entristecida, no me podía decir que no me preocupase, pero tampoco dijo
nada más hasta que bajé.
-
Tardo cinco minutos, espera.
Me puse lo
primero que encontré, un vestido de verano, con el cual sabía que me iba a
congelar y estaba aún tan dormida que me olvidé de coger zapatos y chaqueta.
Bajé las
escaleras sigilosamente, abrí la puerta y dejé una nota diciendo:
“¡Buenos días!
Salí a dar un paseo y de paso a coger el
bolso con el móvil y el trabajo de lengua. Un Beso.”
-
Guillermoooo.- Dije susurrando para no despertar a nadie.
Sentí unas manos
en mi cintura y como no podía ser de otra manera ere él.
-
¿Quieres matarme de un susto?- Pregunté después
del susto que me acababa de dar y mientras le daba un beso en la mejilla.
-
No, y tú lo sabes.
-
¿A dónde quieres que vayamos?
-
A la cascada- Y en esas palabras se le notaba
más nervioso de lo normal.
Me cogió de la
mano y empezamos a caminar en dirección a la cascada. Y una vez allí derramó
todas las lágrimas que había estado conteniendo durante el camino. No dije nada
me limité a acariciarle la mano, sabía que algo le preocupaba pero que no hacía
falta hablarlo en ese momento habría tiempo para que me lo explicase pero hay
veces en las que había que darle tiempo a las cosas. Cuando ya estuvo mejor
dijo:
-
Tienes los ojos hinchados.- Me dijo poniéndome
su chaqueta por encima de los hombros.
-
A las seis de la mañana, ¿qué quieres?
-
Si estás preciosa, Amelia, aquí está tu bolso,
tengo que irme. – Dijo levantándose, dándome un beso en la mejilla y yéndose.
-
Guillermo, no te vayas, no….- Pero ya era
demasiado tarde, había desaparecido.
Parece ser que
cuando las cosas van cogiendo un camino, cuando parece que uno se va adaptando,
que empiezas a salir de las dificultades y un final feliz que te había estado
aguardando está más cerca que nunca, todo se esfuma y solo quedan los
recuerdos, los mensajes, los besos en la mejilla, las miradas y lo que alguna
vez sentimos o dijimos sentir, las sonrisas, las canciones, los estados y
“tweets” que alguna vez nos dirigimos, las coincidencias, las razones que el
corazón tenía, los minutos de silencio, las magias que no debían perderse, los
me encantas, las veces que me dijiste que era diferente y especial, las cosas
que teníamos pendientes, las promesas sin cumplir, paseos por dar, un final por
definir y el recuerdo de tu cara en mis
sueños.
*“If our love is tragedy, why are
you my remedy?”
(“Si nuestro
amor es una tragedia, ¿porque eres tú mi remedio?”)
Me había quedado
absorta en mis pensamientos cuando sonó el móvil. Fui a abrir el bolso para
cogerlo pero no lo hice porque había visto una carta dentro de él, me sentía en
otra dimensión nada cuadraba, nada parecía estar en su sitio. Cogí el sobre, y
siempre me había hecho ilusión recibir una carta, la única que había recibido
era una del banco y mucha ilusión no me
hizo. Ayer en las horas que estuvimos hablando y dejando pasar el tiempo se lo
dije.
*Clarity- Zedd
Feat Foxes
-
Diez deseos. –Me había dicho.
-
¿10?
-
Sí, diez cosas que te gustaría hacer, diez
sueños, diez cosas.- Dijo con expresión de niño pequeño al que están a punto de
desvelarle los regalos de navidad.
1.
Viajar por todo el mundo.
2.
Escribir
un libro.- Dije- Oye, podría escribir un libro sobre ti, nosotros.
-
No creo que lo hicieses.
-
No me tientes.
3.
Enamorarme profundamente, pero ese ya lo estoy
haciendo, más bien hecho.
4.
Recibir una carta escrita a mano, me haría
muchísima ilusión.
5.
Cambiar la manera de pensar de una persona.
6.
Tener un collar que se abra en dos.
7.
Contemplar la aurora boreal.
8.
Ver estrellas fugaces.
9.
Vivir en una casa antigua con un balcón.
-
¿Tipo Romeo y Julieta?- Preguntó
-
Pues algo parecido- Dije yo riéndome, no podía
evitarlo
10. Y por último, tener hijos.
-
¿Cuántos?
-
Cuatro
-
¿Cuatro?
-
Sí.
-
¿Y cómo los llamarías?
-
Pues no lo sé….
-
Me gusta tu lista. Muy completa.
Saqué la carta del envoltorio, la cogí entre
mis manos y estas me temblaban.
Comencé a leer y
decía:
Mi
Amelia:
Sé
que esta carta no es justa, no puedo pretender hacer que uno de tus
deseos de la lista se haga realidad cuando sé que realmente no va a estar
relacionado con algo que preferiría que fuese alegre. Pero no soy capaz de
decírtelo, lo admitiré soy un cobarde, un inmaduro, un canalla y puede que
nunca me mereciese que te “enamoraras profundamente” de mí.
Pero a pesar de todo quiero que sepas que te
quise, te quiero y te querré, por mucho que no lo parezca Amelia.
Empezaré por explicarte que pasó. Ayer
cuando volví a mi casa mi madre tenía tú bolso, tú móvil y había visto nuestras
conversaciones, las felicitaciones por que te diesen el papel… No pensé que
fuese capaz, te lo prometo.
Quiero que comprendas que no tengo opción,
cuando entré por la puerta, me mandó directamente al cuarto, me tenía la maleta preparada y un pasaje a
Clarington, Ontario. El avión sale hoy a las nueve y veinte de la mañana. Hacía
mucho que no lloraba como lo hice mientras escribía esta carta. Renuncié para el papel de la película, no
puedo grabar desde Canadá y mi madre me ha prohibido volver en dos años,
diciendo que a ver si así se me quita el capricho de estar contigo. Pero no es
un capricho, es amor lo que siento y como sé que eso es mucho tiempo no quiero que te quedes esperando, has
esperado mucho y yo simplemente no puedo, me sentiría culpable todos y cada uno
de los 720 días que pasaré allí. Fui tu primer amor, no el último. Estoy seguro
de que me hubieses convencido para seguir pero no es justo para ti. Prometí que
no te haría daño y no cumplí mi promesa. Metí la pata dos veces. Para mí
siempre serás mi Amelia, aquella que me decía más con una mirada que con mil
palabras, la misma que me mataba cada vez que sonreía, a la que besé bajo la
lluvia y que nunca pidió nada a cambio, la que nunca perdió la esperanza y que
sé que me quiso con todo su corazón. Sé que no habrá un día en el que no piense
en ti, en el cual me arrepiente de haberte escrito esta carta y de no haber
sido capaz de dar la cara, de no dejarte ni mi número. Pero siempre llevaré
conmigo mi memoria, con tu recuerdo, que aunque sabes que no es muy buena, no
habrá palabra que te haya dicho,
conversación que hayamos tenido, conjuntos que te hayas puesto ni nada
relacionado con nosotros que se me olvide, eso jamás.
Cumpliré mi promesa, aquella que me hiciste
prometerte, te dirigiré mi más sincera mirada
cuando te vea.
Un beso de despedida,
Guillermo
Pd:
Mira dentro del sobre.
Cuando fui a
mirar dentro del sobre, las lágrimas resbalaban por mi cara y una sensación de
que me faltaba algo me invadió, no podía ser verdad, antes de recibir esta
carta prefería no recibir ninguna en toda mi existencia, en ninguna vida. Había
un pequeño collar, que se abría en dos (como no) con una foto suya y otra mía,
como yo lo había deseado pero eso no me hacía sentir mejor sino lo contrario.
Me había
decidido, cogí el metro en dirección aeropuerto, el look que tenía, con el
traje de verano, descalza y con su chaqueta no era muy “fashion” que digamos
pero me daba exactamente igual. Mientras estuve sentada me puse el collar y le
iba dando vueltas en mi mano cuando noté un relieve en la parte de atrás decía:
Fer y Claudia, los personajes de la película que íbamos a hacer. El altavoz
anunció la llegada a las T4. Bajé
corriendo eran las nueves menos cinco y puede que con mucha, mucha suerte,
siguiese aún. Corrí por toda la terminal
y lo vi. Era muy fácil de distinguir, un chico con el pasaje en la mano, que no
dejaba de mirarlo, daba pequeños pasos como para pasar el control pero
retrocedía. Hubo algo, no sé qué
fue, que lo hizo girarse, un
presentimiento, un ruido… pero se giró y me vio. Como me había visto hacía unas
horas, descalza y congelándome pero esta vez en un aeropuerto. Cinco metros, era
lo que nos separaba, estáticos y mirándonos. Había llegado hasta allí. Me
acerqué.
-
No podías irte sin la chaqueta.- Dije no
evitando llorar.- No te vayas Guillermo, por favor.
-
Amelia.- Dijo abrazándome.- Lo siento.- Y volvió
a dejar su chaqueta sobre mis hombros.
El altavoz
decía, última llamada para los pasajeros del vuelo 0604 con destino a Ontario,
Canadá. El pasajero Guillermo Fernández García, acuda a la puerta 23 F.
-
Adiós.- Dijo dirigiéndose al control, Me senté
en un banco del aeropuerto y no lloré, no era capaz, no podía, tristeza si
sentía pero no podía llorar. Pasados 10 minutos, cuando ya eran las nueve y
veinte y sabía que se iba a ir al otro lado del mundo dos años entonces ahí sí
fue cuando lloré, en ese momento cuando supe que se había ido. Pero faltaba un
último mensaje proveniente de la
megafonía.
“Por las miradas que valen más que mil palabras.
Ese había sido
él, estaba claro.
-
Cariño, vamos- Dijo mi madre que había aparecido
sin yo haberle dicho nada.
-
Mamá, ¿qué haces aquí?
-
Guillermo me lo dijo, vámonos a casa anda.
Volvimos a mi
casa, no dijimos una palabra, solo me dio un papel con la dirección de su casa
en Clarington. Salí del coche, subí a mi cuarto, saqué unas hojas de papel y un
bolígrafo y comencé a escribirle una carta.
Mi Guillermo:
Lo que me rompe el corazón es pensar en
todas las cosas bonitas que me dijiste, todo lo que ha pasado durante este
tiempo, que es bastante y el cariño que te he cogido. Con todo el dolor de mi
alma creo que es hora de que te diga adiós. ¿Para que sufrir por alguien que no
me ha dado la opción de elegir por mí misma? Aunque pienses lo contrario soy lo
bastante mayor para tomar mis propias decisiones y elegir lo que quiero. Me
costará, me costará mucho, pero pasaré página, nunca te olvidaré, solo pasaré
página y siempre te recordaré como el primero chico con el que “salí”, por
decirlo de alguna manera. Como aquel que me enseñó que las miradas valen más
que palabras, como aquel que rompió mi corazón en mil pedazos mil veces. El chico que miraba de
reojo y al cual creo que alguna vez llegué a gustar. Pero todo parece que se
desvaneció, pero como yo muchas veces digo, donde hubo fuego quedan cenizas.
Así que si alguna vez nos volemos a
encontrar, aunque sea en otra vida ¿por qué no lo intentamos? Siempre que tú
quieras.
Mi corazón tiene razones que la razón no
entiende.
Tu
Amelia
Amelia XXV
720 días más tarde
Estaba
preparándome para la rueda de prensa, mi libro había salido a la venta, aquel
en que narraba mi historia, una un poco
peculiar con un final un poco amargo, como muchos críticos describían. No
terminaba como los cuentos de hadas con un final feliz, pero yo pienso que si
no es feliz es que aún no es el final.
Coincidía con el
paso de los dos años que Guillermo debía pasar allí en Canadá. Ahora, no había
vuelto a saber nada de él y no tenía esperanza. Había cambiado en estos dos
años, pero a la vez era la misma, había madurado y era ya una mujer
independiente con las cosas muy claras pero nada planeado. Debía salir, iba a
dar comienzo la ronda de preguntas:
-
Señorita, ¿De dónde ha obtenido la inspiración
para este libro?- Preguntó un periodista situado en una esquina.
-
Pues si le soy sincera, no soy capaz de
inventarme una historia completamente de cero. Hay cosas que he cogido de mi
propia vida y experiencia y otras que he cambiado y he idealizado. Algo muy probable es que haya gente que se sienta
identificada con la historia.
-
¿Ha pensado en hacer una película basada en el
libro?- Preguntó otra periodista.
-
Todo sería cuestión de que me lo ofreciesen, una
vez hecho eso sería cuestión de planteármelo.
-
Pero tengo entendido que usted rechazó un papel
para una película, la habían seleccionado y usted dijo que no.- Preguntó la
periodista.
-
Cierto y la realidad es que nunca se llegó a
rodar.
-
¿Cabe la posibilidad de que pueda haber una
segunda parte?- Preguntó una jovencita de una revista juvenil.
-
Creo que no, o sí, pero no creo que pudiese
continuar con los mismos personajes.
-
¿Realmente hay alguien que usted ame que se
encuentre en Canadá?- Pregunto otro.
-
No le sabría contestar a esa pregunta.
-
Yo sí.- Dijo alguien desde el fondo de la sala,
al cual no podía distinguir.
-
Pues conteste entonces.- Dije intrigada por
aquella voz.
-
No, la respuesta es tenía.- Dijo.
Y a medida que
se acercaba lo reconocí, era él. Caminaba elegantemente por el pasillo entre
los periodistas.
-
He leído el libro. –Dijo.
-
¿Y qué le ha parecido?
-
Personal, me he sentido identificado imagine
usted señorita. Pero yo no estoy de acuerdo con eso de que en una segunda
entrega no mantendría a los mismos
personajes.
-
Como dije antes me baso en mis propias
experiencias.
Se acercó, se
sentó a mi lado, me levantó y susurró en
mi oído para que nadie lo oyese:
-
Aún te debo un beso de despedida.
Y como dijo me besó, le dieron igual los
periodistas y que mis padres estuviesen sentados a un metro de nosotros, en dos
años habían muchos sentimientos acumulados. Cuando terminó dijo:
-
¿Ya tienes idea de cómo continuar tu libro?-
Preguntó clavando sus ojos en los míos como había hecho tiempo atrás
-
720 días más tarde apareció sin avisar y me
besó. ¿Me ayudas a continuarlo?
Me senté de
nuevo en la silla y continuamos con la
rueda de prensa.
-
¿Él es Guillermo?- Pregunta que venía de la
jovencita.
-
Fernando, gracias- Dijo sentándose a mi lado y
dándome un tierno beso en la mano.
Proseguimos con
la entrevista y contestó a una serie de preguntas como:
-
¿Qué se siente al ser el protagonista de un
libro?
-
Pues, no le sabría decir, supongo que te expone
un poco.- Contestó.
-
¿Ahora si se plantearía la creación de una
segunda parte?- Preguntaron.
-
Creo que eso no depende de mí, sino de este
caballero que tengo sentado a mi derecha.- Dije mirándolo.
-
Yo diría que ese libro nunca se llegará a
terminar.- Dijo Fernando.
-
¿No?- Pregunté, no sé si esa respuesta me estaba
haciendo mucha gracia.
-
No, porque nunca lo vas a poder terminar.
-
No lo comprendo.
-
Yo sí, lo que le quiere decir es que la quiere y
que como su historia es eterna nunca lo podrá terminar.- Dijo la periodista
jovencita.
-
¿Qué le parece si le preguntamos?- Dije yo.
-
Muy lista usted señorita, hasta en otra vida
seguiremos juntos, la dejé escapar dos veces y no lo haré una tercera, eso se
lo aseguro.
-
¿Sabes qué?
-
Pues no, no sé.- Dijo mientras se acercaba y
tocaba el collar que él mismo me había regalado.
-
Creo en las terceras oportunidades.
-
Me alegro.- Respondió con una sonrisa que no le
cabía.
-
Y en las cuartas- Dije y todo el mundo empezó a
reírse.
-
¿Y en las quintas?- Preguntó.
-
Y en las sextas. -Dije afirmando.
Y volvió a
besarme, parece ser que mis labios eran irresistibles y con aquello concluimos
la rueda de prensa. Nos fuimos juntos al bosque cerca del acantilado donde una
vez me abandonó y otra le conté mis deseos, pera ese lugar encerraba historia.
Nos tumbamos a ver las estrellas y en ese instante pasó una estrella fugaz.
Cerré los ojos y pedí un deseo. Cuando los volví a abrir mis ojos brillaban de
la emoción, de los sentimientos que sentía en aquel instante, los que había
sentido durante el día y lo que había esperado para aquello para mi final
feliz.
-
¿Qué deseo has pedido?- Me preguntó.
-
¿No se pierde la magia si te lo digo?
-
Nunca se perderá te lo prometo.
-
Quiero que mi lista de deseos se cumpla.
-
¿Pero eso no eran ya de por sí deseos?
-
Sí, pero si me dejas terminar te lo agradecería.
-
Termine señorita.- Dijo riéndose de mí, no
conmigo.
-
Que sean junto a ti.
-
Déjame ver, se han cumplido cinco ¿no?
-
Exacto y todos tienen que ver contigo.
-
Escribir un libro, deseo en el cual me puedo
incluir ya que soy el personaje principal. Segundo, enamorarte profundamente,
si no ha habido otro diría que soy yo.
-
Eres tú.- Aclaré yo.
-
Tercero, ver una estrella fugaz, cosa que acaba
de pasar hace unos escasos tres minutos. Cuarto, tener un collar que se abriese
en dos, que te regalé yo.
-
No me lo he quitado durante todo este tiempo.
-
Y quinto de la lista de deseos cumplidos,
recibir una carta escrita a mano, pero que prometo que te escribiré muchas más
para compensar la amargura y tristeza de la primera.
-
Quedan cinco por cumplir, pero tenemos toda la
vida por delante, recuérdalo y mil oportunidades. ¿Y tú qué deseaste?-
Pregunté.
-
Hacer que se cumplan tus deseos y mirarte de la
misma manera siempre.
-
Pero hagamos una cosa.- Repuse- Vayamos día a
día y no pensemos en el futuro ¿sí?
-
Día a día, momento a momento, mirada a mirada
beso a beso.- Dijo acercándose para hacer lo último que habían pronunciado sus
labios.
-
No vas a cambiar nunca ¿verdad?- Dije riéndome.
-
No tengo remedio. –Dijo con mirada pícara.
-
No, ya lo veo, ni dos años en Canadá te han
cambiado.
-
No, pero me has dicho que no pensemos en el
futuro, día a día, beso a beso…
-
Y cuando estaba
a punto de besarme comenzó a llover.
-
Vamos, levántate que nos vamos a mojar. –Dije yo levantándome y cogiéndole
de las manos para subirle pero él hizo lo contrario, tirarme al suelo.
-
Como nuestro primer beso, ¿lo recuerdas?- Dijo
-
Como para olvidarlo.- Dije- Pero estábamos bailando y hablando de poesía.
En un movimiento
rápido nos levantó, a sí mismo y a mí y comenzó a bailar.
-
¿Quiere que le diga que es poesía para mí? – Me
preguntó todo enchumbado por la cantidad de lluvia.
-
Sería un placer.
-
¿Y tú preguntas que es poesía, mientras clavas
en mi tu pupila castaña- yo no pude evitar reírme- poesía eres tú? ¿Ahora ya
puedo besarte?
-
Hace tiempo te di permiso para besarme cada vez
que hablásemos de poesía.
-
Ahora lo recuerdo.-Dijo él
Amelia XXVI
Y me besó sin
más, hay cosas en la vida que uno no controla, que son obra del destino y que
pasan por que tiene que pasar. Nadie puede hacer nada para evitarlo pero yo
creo firmemente que es lo mejor. Puede que
no debía ser o que no fuera el
momento adecuado y había que esperar. La vida te sorprende, puede sorprenderte
para bien o para mal, en la vida cuando te propones algo te estás arriesgando a
que la repuesta sea un sí o un no, pero es un riesgo como cualquier otro. Los
sentimientos cambian y las promesas a veces no se cumplen, y cuando aquellas
promesas que alguien nos prometió alguna vez o nosotros mismos prometimos no se
llegan a realizar siempre queda la duda de saber que hubiera pasado. La
curiosidad de saber si hubiese salido bien, pero hay cosas que nunca sabremos y
lo que una vez significó mucho para nosotros es hoy una pieza del puzle del
pasado. Cosas que nos cambian, a nosotros o a nuestra manera de pensar, nos
hacen madurar, aprender e intentar no volver a cometer los mismos errores.
Nadie es capaz
de saber que pasará mañana ni que nos tiene deparado el destino pero algún día
lo descubriré.
“Dedicatoria”
Esta pequeña
novela está dedicada casi por completo a mis padres. Lo son todo para mí y me
han apoyado siempre, en este y en todos
mis proyectos. Por darme su más sincera opinión y estar ahí siempre, en los
buenos, regulares y malos momentos. Nunca podré agradecerles lo suficiente todo
lo que han hecho por mí.
A mi hermano que sé que muy a su pesar me
quiere y que espero conseguir que lea aunque sea esta novela. A Keki, Car y
Ale, que han intentado siempre apoyarme
y lo han conseguido, por todo los bueno que me han ofrecido y lo mucho que he
aprendido de ellos. Todo ocurre por algo.
A las personas
que inspiraron este libro, algunas puede que se sientan identificadas y otras
no, pero siempre lo he hecho desde el más profundo cariño y respeto. Guiándome
por los sentimientos y podríamos decir que un poco por la pasión. Al chico, que
ha inspirado este libro, siempre tendrás un hueco en mi memoria, que es un poco
mejor que la tuya, (y en mi corazón). Por todas aquellas cosas que tenemos
pendientes y aquellas promesas sin cumplir.
A todos aquellos
que han pasado por mi vida y de alguna manera han dejado su esencia.
Un abrazo enorme
a todo aquel que lea este libro y alguna
vez se haya dejado llevar por la pasión y no por lo que dicten los demás. A
todos los que crean que son raros, diferentes y se salgan de lo común, porque
en la rareza reside lo especial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario