¿Y si se pierde la magia?

¿Y si se pierde la magia? Es el título de la novela que he escrito. La he escrito con mucho amor, sentimiento y lleva una gran dosis de cariño y dedicación. Aquí tenéis la descripción del libro. ¡Espero que os guste!

Amelia, Guillermo. Dos nombres que acabaran unidos para siempre por una simple mirada. ¿Y si se pierde la magia? Narra la historia de dos jóvenes que se enamoran perdidamente, pero como muchas veces ocurre en la vida real, ¿quién está de acuerdo?, ¿qué puede salir mal? Pues prácticamente nadie estará de acuerdo, nada saldrá como esperan… Pero el factor sorpresa mezclado con una historia llena de verdades y realidades nos hará volver a creer en el amor y dejarnos llevar… Año 2023, 3 años de diferencia,  1 mirada, dos sonrisas y tres minutos de silencio. Sencilla, fresca, romántica drama y una gran dosis de realidad.

Miradas que valen más que palabras


¿Cómo puede ser posible que un “hola” lo cambie todo? Y otra pregunta que va aún más allá ¿cómo es posible que un bien lo estropee todo?


Silencios que callan, miradas que dicen y sonrisas que otorgan.

Amelia I

Amelia era una chica sencilla, aunque por mucho que lo intentase siempre conseguía que se fijasen en ella. Sin pretenderlo ni buscarlo Amelia era el centro de todas las burlas y admiraciones. Cosas tan opuestas y que incomprensiblemente se resumían en una sola palabra. Rara. Generalmente usada como adjetivo despectivo. Todo aquello reflejaba una gran ignorancia ya que si te dispones a buscarlo en el diccionario, rara es la descripción de todo menos algo despectivo. (Definición: Extraordinario, poco común, escaso en su clase o especie, extravagante y que se comporta de modo in habitual). Todo aquello la definía a la perfección. Callada, reservada y muy tímida,  pero con un gran carácter si de hablar en público se trataba. Era la típica chica que no alborotaba ni revolucionaba,  educada, sin perder la compostura en ningún momento y muy a su pesar siempre dispuesta a ofrecer una sonrisa a todo al que se le acercase. Lo que hacía que la viesen de otra manera y que creyesen que se comportaba de  manera in habitual era justo lo que no hacía, nada, siempre obraba correctamente y hacía todo lo que se esperaba de ella, desconcertando aún más.  Una chica con una belleza no muy especial ya que era morena de cabello castaño y ojos marrones. Poseía una mirada encantadora en ocasiones, desgarradora en otras. Para comprenderla no hacía falta que hablase, una mirada suya valía más que mil palabras, te podía enamorar o matar. De esa manera veía ella el mundo, el mundo te podía agrandar o empequeñecer. Y así la veía el mundo a ella. O la amaban o la odiaban. Su filosofía de vida se resumía muchas veces en dos oraciones. Crea un mundo mejor pero no lo destruyas en el intento. Dalo todo, por el todo o por el nada.

Estudiante efusiva y a veces incomprendida, confundida y perdida pero supongo que como cualquier chica de dieciséis por muy “rara” que fuese. Con el paso del tiempo había aprendido que la opinión de los demás no debía importarle. La vida continuaba y no se podía parar ni un solo segundo por unas estupideces tan grandes en las que por poner un ejemplo se preocupaba por lo que las “Marías” pensasen de ella. Aclarando esto último, nunca soportó a las chicas con ese nombre en particular y por mucho que intentó romper esa tradición todas ellas terminaban siendo iguales. Siempre contaba las veces en que ellas la criticaban, que si por su manera de hablar, de caminar, de sacar un diez en un examen,  esta última era la más estúpida de todas, ¿qué problema hay en sacar buena nota en un  examen? ¿Acaso es pecado? La lista era infinita pero nunca respondió a sus despectivos comentarios y eso que tuvo oportunidades, pero quiso darles de su propia medicina que en este caso era no responder e ignorarlas por mucho que  le doliese.
Amelia II

Era el año 2023 empezábamos el nuevo curso, ya estaba en el último ciclo y aunque aún quedaban cuatro años para terminar los estudios, estar en el último ciclo del colegio siempre infundía confianza y superioridad frente a los demás. Ahora había que esperar dos años más para ingresar en la universidad, pero que remedio. Entré nueva y tod@s me tomaron como una pija insolente de ciudad, que no tenía muchas luces y que de buenas a primeras me preguntarían la raíz de dieciséis y yo diría ocho. Ninguno tenía intención de integrarme en la clase y al darme cuenta de que nadie quería hablar conmigo recurrí a los libros.
Pasada una semana empezaron a darse cuenta que de simple no tenía nada, era más bien lo que podemos llamar una cerebrito eso sí, en letras, ya que las ciencias no eran mi fuerte. Siempre llevaba un libro de poesía al recreo. Para ser exactos de Bécquer en el cual siempre estaba tomando notas. Aun hoy nadie sabe cómo pude leer aquellos libros llenos de anotaciones en los márgenes. Aquellos textos  me desahogaban o algo por el estilo. Nadie sabía que descubría en aquellos textos anticuados y desfasados. Y como dije antes y lo reitero era  “rara” y no había remedio para aquello, era una realidad.

Un mes después los chicos empezaron a interesarse por mí y me introdujeron en su grupo, resultando que todos se enamoraron, lo cual me hacía aún más insoportable ya que a cada una le gustaba un chico de la clase. Era como si se hubiesen puesto de acuerdo para elegir cada una a un chico y creían inocentemente que a ellos también les gustaban las mismas. Fui rechazando peticiones siempre muy educada pero, lo único que conseguí fue el mote de rompecorazones, y que los chicos no quisiesen estar más conmigo por lo que volví a la soledad. Todos decían que era tonta, ya que parecía que no me fijaba en  ningún chico. Pero no era así. En mi interior entre las lecturas me había estado fijando muy atentamente en un chico. Conocido como el guaperas del colegio. Estaba en  el último año, un chico mayor e inalcanzable para todas las de clase. Eso pensaban al menos. Era rubio con una cabellera corta, musculado y lo que más me gustaba… sus ojos. De un azul profundo en los cuales me podría haber perdido sin pensármelo dos veces.

Amelia III

Me había dado cuenta de la forma en que me miraba, había algo especial en aquella mirada, una conexión entre nuestros ojos. Química, más comúnmente dicho. Cruzábamos miradas desde la cancha y nunca antes había sentido algo parecido a aquello era como magia,  y si digo la verdad, esa era la única razón por la cual asistía cada día a clase, para ver a aquellos ojos azules. Eso motivaba un poco más que tener que soportar a aquellas insolentes.
Todo comenzó un día normal, sin grandes sorpresas. Excepto por el simple detalle de que nos daban el catálogo del colegio con las fotos de cada clase, lo más parecido al anuario americano. Odiaba esas fotos en las que siempre había que sonreír con ese “patata”. ¿De que servía? si lo único que condicionaba era ser el hazmerreír de la escuela en el caso que salieses mal, a consecuencia de un mal día o de no ser muy fotogénica/a, quedando grabado para la posteridad. Si tenías suerte podías pasar desapercibida pero resultó que no salí mal en la foto y eso produjo que ya las chicas ni se me acercasen. Si lo llego a saber me pongo una máscara.  En el 2023 habíamos sido absorbidos por las tecnologías ya nada era lo que era tiempo atrás. La gente ya casi no se comunicaba mediante el lenguaje oral sino mediante  mensajes, las redes sociales o cualquier cosa que no requiriese el uso de la voz. Me sacaba de quicio y más aún que los chicos se pensasen que con agregarte a alguna red social o mensajería instantánea ya te habían conquistado.
Aquel día 14 de Diciembre, aún hoy lo recuerdo, Guillermo, que así se llamaba  me envió una petición a Facebook. En esta ponía:
-   Hola.
Tengo que reconocer que no era muy original, ni un mensaje especial, pero la hora de envío fue lo que me llamó la atención ya que era la misma hora a la que nos habían dado el catálogo. Con eso, llegué a la conclusión de que lo primero que había hecho era buscar mi nombre. Eso sí era dulce.
Durante esa semana no lo volví a ver, lo que mi madre denominaría como “Ley de Murphy” siempre muy oportuna. Me había seguido mandando mensajes pero no quería una relación basada en mensajes sino una que fuese real. Pero eso era lo normal en aquel momento, lo que estaba de moda y las personas tenían miedo a salirse de ella. Cuando porfín lo vi fui la chica más feliz sobre el planeta tierra, echaba de menos sus ojos y nuestras miradas cómplices, no soportaba aquellos mensajes. Me había dicho Hola. Sé que suena muy ridículo pero un hola de la persona adecuada y en el momento idóneo lo cambia todo. Tenía una sonrisa que lo hacía aún más misterioso. Así que seguimos con los “holas” hasta que 3 días después mientras hacíamos unos ejercicios de inglés el vino a hacer un examen a mi clase. Daba la casualidad que mi compañera no había venido y el único sitio restante era el suyo así que estuvo la hora sentado a mi lado. La conversación que mantuvimos, más bien, la patética conversación que  mantuvimos  fue:

-Hola (como no).
-Hola.
-¿Qué tal Amelia?
-Bien, bien.

Ya está, yo no podría haber sido más original, bien. ¿En serio era lo único que podía decir? ¿No podría haber sido capaz de al menos preguntarle que tal estaba él?
Pues parece ser que no. La mente no te deja pensar en nada más cuando has recibido tal “shock”. No estaba preparada, se supone que no iba a decir nada más y va él y se le ocurre decir que tal. No era lo mismo que los mensajes, en ellos puedes contestar tres horas más tarde y da igual. Pero aun así, teniendo en cuenta mi patética intervención, prefería el cara a cara.
Después de aquello aparte de suspender el ejercicio de inglés  lo estuve esquivando un mes hasta pasadas las vacaciones de navidad. Tenía una especie de pánico diría yo. Era mayor y el guaperas del colegio y yo tres años menor y la marginada del colegio. No podíamos ser más opuestos, pero creía muy fervientemente que los polos opuestos se atraían.
Amelia IV

Todas se dieron cuenta de que había algo entre Guillermo y yo. No se notaba en que se pasásemos horas hablando ni que nos sentásemos juntos, pero cuando nos encontrábamos por los pasillos no teníamos ojos para nada ni nadie más. Había química, una química especial entre nosotros. Y si éramos capaces de transmitir todo aquello sin decir ni una sola palabra, nadie podía imaginarse lo que ocurriría cuando intercambiásemos alguna. De algún modo aquello empezó a crear cierta expectación y todos seguían nuestros sus pasos. Cada vez les caía mejor aunque nadie era capaz de admitirlo. Lo que nos separaba era una pequeña barrera de diferencias que ellas consideraban muy grandes como para dar el paso y acercarse. Algún día sé que se darán cuenta de que eran diferencias que existen entre todos y que sin ellas la vida sería una fotografía en blanco y negro, y no en color como las vemos.

Amelia V

Una mañana, mientras las de la clase chateaban con los iPhone 23 y las Whiteberrys, Guillermo se acercó al rincón donde yo me encontraba. No fui la única que se dio  cuenta ya que el recreo entero se había paralizado y nos observaban hipnotizados aunque nosotros parecíamos encontrarnos en otra dimensión. Como de costumbre en el recreo  de la mañana yo estaba sentada en un rincón y me disponía a leer a Bécquer. Era un autor que ya nadie leía pero en sus versos había algo muy especial y los podía releer veinte mil veces que ese algo no se perdía.
Se sentó a mi lado y para mi sorpresa no dijo nada así que decidí ser yo la que comenzase la conversación en esta ocasión.

- Buenos días
- ¿No hace un día espléndido?- dijo con una sonrisa que me sacaba de quicio (en el buen sentido, claro).

Para ser sincera aquella semana el sol había sido muy generoso y los días se podían decir que eran estupendos teniendo en cuenta que estábamos en pleno Enero. Pero aquel día era una excepción aquella semana. Las nubes no dejaban entrever ni un rayo de sol y las bufandas cubrían todos nuestros cuellos.

- Muy gracioso- dije yo riéndome.
- No enserio, ¿la poesía no trata de sacar lo bello de las cosas que normalmente vemos de una manera más… despectiva por decirlo de alguna manera?
- Gran observación. Por una parte tienes razón, aunque otras veces lo que hace no es sacar lo bello de las cosas… despectivas sino fijarse en lo sencillo e imperceptible que algunas cosas son a ojos del ser humano y convertirlas en algo…
- Diferente y único ¿no?
- Exacto.
- ¿Es eso lo que poesía entonces significa para ti?-dijo muy intrigado.
- Hay muchas maneras de ver la poesía y hay un verso  de Bécquer que yo diría que la describe muy bien. Pero si te lo digo se perdería la magia. ¿No crees?
- Claro, no quisiera romper esa magia ahora mismo pero, ¿algún día me desvelarás el secreto?
- Tú lo has dicho, algún día.
- Me gustaría pensar que ese día está más bien cerca que lejos.-Dijo con una mirada más bien pícara.
- A mí también.
Y por primera vez en el colegio me reí. Me reí por lo sencilla que estaba resultando la conversación y lo bien que me encontraba hablando, aunque fuese de poesía, con él.
- Deberías reírte más. Tienes una sonrisa preciosa.
- Vaya, gracias. Entonces tendrás que venir más a menudo a sacarme una sonrisa- dije sonrojándome por momentos.
- No lo dudes ni un instante. ¿Te parece si te acompaño a tu casa y así empiezo a cumplir mi palabra desde hoy mismo?
- Me parece genial. Pero me temo que tendrás que hacerme reír en poco tiempo, ya que vivo a dos manzanas. Pero soy experta en caminar despacio si me lo propongo y con un poco de práctica me podría convertir en toda una profesional.
- Como si es un minuto lo que se tarda no necesito más- dijo riéndose  ¿Te espero a la salida entonces?
- Perfecto.
- Adiós.- Dijo alejándose y volviendo con sus amigos que nos miraban curiosos.
- Adiós. –Dije con un leve susurro que casi me costó oírlo hasta a mí.
Pero ya nos habíamos despedido con la mirada y no hacía falta nada más. Había un atisbo de nostalgia en sus ojos como si no se quisiese ir y eso que yo me hubiese conformado con su simple presencia. No lo había ni perdido de vista y ya lo echaba de menos. ¿Cómo podía echar de menos a alguien con el que acababa de hablar por primera vez hacía escasos minutos?
Cuando llegué a clase las preguntas no cesaron.

- Hola Amelia ¿de qué estuvisteis hablando tú y Guillermo? Parecías divertida.
- Increíble, sois todas increíbles. –Me habían sacado de mis casillas no  iba a dejar que me tratasen como si fuese una niña pequeña, eso  no.-Me habéis ignorado durante cinco meses. Me habéis hecho sentir como una inútil y ahora como he hablado con Guillermo ¿os interesa?
- Perdona Amelia, nosotras no lo vemos así- dijo María.
- Claro, lo que veis vosotras es que para sacarme información interesante si cuadra. Lo siento pero esto no funciona así, yo no funciono así. Si me disculpáis estoy intentando estudiar.

Me pasé el día absorta en mis pensamientos e hice caso omiso a los chismorreos que se producían a mi alrededor ¿Se podía tener tanta cara como para ignorar a alguien durante cinco meses enteros y sólo acercarte para sacar información de un chico y encima molestarse si te enfadas? Creo, que tenía mis razones para enfadarme y para colmo empezaron a mandarme mensajes horribles por las redes sociales. ¿No podían decirlo a la cara? ¿Tanto les costaba? Esta era al fin y al cabo la utilidad de las redes sociales. No ayudaban, lo único que hacían era incentivar aquello, convirtiéndolo en una dimensión casi paralela a nuestro mundo.
Todos podemos mandar un mensaje por una red social pero solo unos pocos son capaces de decir eso mismo a la cara, los cobardes parecía que también estaban de moda.
Amelia VI

Yo ya no era la misma, había algo en mí que a lo ojos de los demás había cambiado. Creo que había recuperado el espíritu y se los había dejado claro, o por lo menos era lo que pretendía con aquella mirada desafiante. No me iba a dejar pisotear ni una sola vez más. Todas estaban celosas, llevaban toda la vida en el colegio y nunca el guaperas del colegio se había fijado en ellas y eso claramente era lo que les molestaba. No se podía entrar nueva y encima cautivar al guaperas del colegio. Eso no funcionaba así.
No para ellas.
Durante las dos semanas siguientes Guillermo me acompañó todas las tardes a mi casa y he de reconocer que éramos como polos opuestos pero desde mi punto de vista hacíamos buena pareja. Me había empezado a integrar entre sus amigos y siempre estaba sonriendo y contenta, ellas se  habían convertido en simples personas con las que tendría que conformarme los siguientes cuatro años. Eran como un despertador, te molestaba todas las mañanas muy a tu pesar y lo odiabas a más no poder pero tenía que estar ahí y no le podías hacer nada, las soportaría durante cuatro años más y no había nada más que discutir.

Amelia VII

No podía ser más paciente. Había estado a mi lado y me había hecho reír en todos los caminos de vuelta. Era cariñoso, diferente y muy respetuoso con mis silencios. Nos comunicábamos con la mirada y no podía pedir nada más pero de alguna manera presentía que aquel 14 de Febrero pasaría algo y nada nunca volvería a ser lo mismo.
Deseaba con todas mis fuerzas verlo en el trayecto de ida al colegio ese día. Me había dedicado toda la semana a tirar papeles por la ventana diciendo: “Veré a Guillermo el Jueves por la mañana antes de entrar a clase”
Era ridículo ¿verdad? ¿Qué sentido tenía? Pues después de darme cuenta empecé a usar la teoría del pensamiento positivo. Mi madre pensó que me estaba volviendo loca y no iba muy desencaminada para ser sincera.

14 de Febrero

Hay gente que piensa que todos los días tendrían que ser San Valentín. Verdad, y no estoy en desacuerdo con ellas  pero hay algo en ese día que lo hace especial. ¿No crees? Es como ocurre en navidad, no todos llos días pueden ser veinticinco de diciembre, sería cansino.
Otros dicen que el amor y todo lo que le rodea es simple marketing. Todo un negocio y los cuentos de hadas ficción, la misma que afirmaba que en 2012 se acababa del mundo. Era deprimente pensar eso por muy real que fuese. Todo, al fin y al cabo, es un simple negocio pero en este caso es uno de los más bonitos. Yo veía algo de romántico en aquel número: 14, acompañado del mes de Febrero.

Eran las ocho menos cinco de la mañana, la hora a la que solía dejarle el autobús. No lo veía y cuando ya había perdido la esperanza y estaba pensando que eso de pensar en positivo era solo un timo  apareció por detrás, me cogió por la cintura y me dio un beso en la mejilla. Sus ojos hoy estaban de un color azul aún más intenso que otras veces y sus cachetes ligeramente sonrojados.

-   Hola.
-   Buenos días.- Y en ese justo momento me percaté de que sostenía una rosa en su mano derecha, que ahora trataba de esconder pero que no pasó desapercibida ante mí atenta mirada.
-   ¿Acaso no me vas a decir quién es la afortunada?- dije que yo que en ese momento me  moría de ganas de que me la diese.
-   ¿No se pierde la magia si te lo digo?
-   Cierto, dame alguna pista entonces.
-   Es morena con pelo castaño y está en el colegio.
-   Con eso ya he descartado a medio colegio, ya solo me quedan trescientas.- dije yo con aire irónico.
-   ¿Siempre eres tan divertida?
-   Sabes que tarde o temprano lo descubriré solo tengo que fijarme en una chica morena que sostenga una rosa.
-   No me queda más remedio… Feliz San Valentín.- dijo con una gran sonrisa que no le cabía en su preciosa cara.
-   Gracias, no tengo nada para ti. No me lo esperaba. Es preciosa, muchas gracias.- Y como muestra de mi agradecimiento le di un beso en la mejilla que solo hizo que los dos nos pusiéramos aún más colorados.
-   ¿No te lo esperabas o ya sabías que lo haría?
-   Como tú has dicho se pierde la magia si te lo digo.
-   Se me ocurre algo, ¿qué te parece si aceptas salir conmigo el sábado por la tarde? Así me podrías contar que es poesía para ti. Me mata la curiosidad.
-   ¿Tanta curiosidad tienes? Ya te he dicho que solo es un verso.
-   Sí, pero volviendo al tema… ¿qué dices? Tú y yo, pero si no quieres no pasa nada no me ofendo…
-   Claro, me encantaría- Le interrumpí yo.
-   Estupendo. Feliz San Valentín.
-   Igualmente.

Fue el día más feliz de mi vida, la manera en la que me había sorprendido cogiéndome por la cintura, la calidez de sus ojos y la preciosa rosa. No podía pedir nada más y en caso de que hubiese podido no lo hubiera hecho.

Amelia VIII

Nadie había sido testigo de lo ocurrido pero cuando entré por la puerta con aquella rosa preciosa no tuvieron que desplegar mucho la imaginación. Hasta nuestro tutor se percató de la presencia de aquella rosa pero no solté prenda y eso que  “mis amigas” hicieron que el nombre de Guillermo se escuchase de manera no muy inocente. No fue hasta la salida cuando les contaron lo ocurrido con todo lujo de detalles, ya que resulta que el examen de física y química se alargó y no salimos al recreo. Una vez supieron lo ocurrido  nadie dijo nada. En realidad me daban pena, ninguna  de ellas había recibido ni un simple “Feliz San Valentín”, así que no mencionaron el tema por lo molestas que estaban.
Me pasé todo el día con una sonrisa tonta en la cara. Hasta mi madre, a la que no se le escapaba ni una, se percató.

-   ¿De qué te ríes cariño?
-   No mama de nada, es solo…
-   Que es San Valentín y que esa rosa de ahí es de alguien. O al menos eso deduzco. ¿Sabes qué? No creo en los fantasmas.
-   Sí, ¿no es bonita?
-   Sí, sí que lo es, pero ¿de quién es? Solo si se puede saber claro.

No me quedó más remedio que contarle todo lo ocurrido, desde las miraditas hasta la rosa de aquella mañana. Aunque siempre guardándome algunos detalles para mí.
¿Cómo es que las madres pueden adivinar todos tus pensamientos solo con mirarte? ¿Cómo es que no se les escapa ni una con todas las cosas que tienen en la cabeza?
Con mi madre aprendí que era mejor no ocultarle nada. A veces la sinceridad es la mejor manera de que algo funcione, rectifico, siempre es la mejor manera de que funcione. Era mucho mejor contárselo todo que no ocultarlo. Además esto último era inútil ya que es imposible ocultarle algo a una madre sin que lo descubra, tarde o temprano. En estos últimos años nos habíamos convertido en uña y carne era como mi mano derecha.


Era sábado por la mañana y hacía un día espléndido. Mi cita, por decirlo de alguna manera con Guillermo era a las seis menos cuarto de la tarde y eran las ocho de la mañana y yo ya estaba despierta. No había podido pegar ojo en toda la noche. Así que decidí ir a correr y así despejarme un poco.
Tenía dieciséis sí, pero aquella era mi primera cita. Estaba muy nerviosa y tenía cierto miedo a la simple cuestión de estar a solas con él. Lo más cerca que había estado de un chico fue exactamente cuando él me cogió por la cintura el día de San Valentín. ¿No era un poco ridículo? De cualquier manera no podía ya dar marcha atrás y lo agradecía porque lo llevaba deseando desde el día en que nuestras miradas se cruzaron. Sabía que no sería capaz de mirarle a los ojos más de veinte segundos sin que una sonrisa tonta aflorara. No era justo.
Ya llevaba media hora corriendo cuando sonó una canción en la que había una estrofa que me encantaba. Decía así:
*“I´ve fallen for your eyes but they don´t know me yet, and the feeling I forget is I´m in love now.”
(“Me he enamorado de tus ojos pero no me conocen aún, y el sentimiento que se me olvida es que estoy enamorado.”)
*Kiss me- Ed Sheeran
Me sentía así; me había enamorado de aquellos ojos sin ni siquiera conocerlos. Y lo peor de todo es que me había enamorado, y eso me asustaba de algún modo.
Quería ir sencilla pero coqueta. Todos dicen que los hombres no se fijan en esas cosas. Pero uno no se puede creer lo que oye por ahí, porque ellos se fijan casi más que nosotras, no se les escapa ni un detalle. Era invierno y hacía frio así que decidí plantarme unos vaqueros, un básico que nunca puede faltar en el armario de una mujer, y un jersey. Un abrigo de cuadros y unas botas. Tenía el pelo suelto, le había cogido manía a las coletas después de catorce años llevándolas. Tenía el pelo rizado pero lo solía llevar planchado, este me llegaba por los hombros, era muy cómodo a decir verdad.

Cuando llegó a recogerme, tengo que decir que fue muy puntual y eso me gustó. Mi madre no hizo otra cosa que asomarse por la ventana como si no la viese pero hasta él se percató. Había decidido que iríamos caminando hasta unas terracitas muy monas que quedaban a una hora a paso lento. Lo prefería, me gustaba caminar y más aún en compañía, así además tendríamos tiempo para hablar. Quería saber tantas cosas que no sabía por dónde empezar, y el mayor de mis problemas era que su mirada lo hacía irresistible y a mí, incapaz de mirarlo por mucho tiempo.
Empezamos hablando sobre temas como el tiempo, las clases, la familia, de asuntos más personales y más tarde sacó la famosa cuestión de la poesía. Como dije era un verso de Bécquer, pero que ahora tenía mucho que ver con él. De una manera indirecta es como si el verso lo hubiese escrito yo.
Me llevó a una terracita muy coqueta, cuando llegamos ya eran las siete y nos sentíamos como si nos conociésemos de toda la vida. Empezó a sonar música lenta y no  tuvo otra cosa mejor que hacer que decidir sacarme a bailar y yo, pobre de mí, no había ni sabía bailar un baile lento, tenía que apañármelas de alguna forma.

-   ¿Te gustaría bailar?- dijo con una sonrisa tímida.
-   Me encantaría pero, qué vergüenza, no he bailado nunca, te pegaría unos cuantos pisotones si aceptase- dije sin moverme del sitio y sin intención de hacerlo con mis ojos clavados en los suyos.
-   No te preocupes, nunca es tarde para aprender. Además te advierto que este año vas a tener que aprender a bailar bailes de salón en el colegio, así que si me hicieses el honor de bailar ahora conmigo, ya tendrías algo ganado.
-   Vale- lo dijo de una manera que era imposible decirle que no y con un simple gesto me cogió de la mano, me levantó y  me atrajo hacia él.
-   Lo único que tienes que hacer es mirarme a los ojos y dejarte guiar por ellos.
-   Si eso lo hago siempre- protesté yo.
-   Pues añádele un ligero movimiento de pies- dijo entre risas.

Estábamos a diez centímetros el uno del otro y en ese momento me di cuenta de que el mundo giraba sin nosotros darnos cuenta y había ocurrido un milagro no sabía porque razón no le había pegado ningún pisotón y la cuestión es que no lo hice. El, con un rápido e inesperado movimiento, que me cogió por sorpresa, me dejó caer hacia atrás entre sus brazos.

-   ¿Me vas a decir ahora que es poesía para ti?- dijo con sus labios a tres centímetros de los míos.
-   “¿Qué es poesía?, dices mientras clavas en mí tu pupila azul. ¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas? Poesía… eres tú.”
Comenzó a llover pero ninguno se inmutó y dejamos que las gotas cayesen y nos mojasen, y de la  manera más sutil se acercó a mí y me besó. Aunque según dicen el primer beso se da con la mirada, sus labios cálidos rozaron los míos y yo sentía demasiadas cosas como para describirlas pero ante todo sentía amor.
Cuando nuestros labios se separaron me miró y seguimos bailando bajo la lluvia, yo con mi cabeza apoyada en su hombro y él me sujetándome como si quisiese protegerme del mundo real. Después de un tiempo nos refugiamos para así entrar en calor y no me soltó la mano en ningún momento, me encontraba cómoda con sus dedos entrelazados entre los míos.

-   Me parece precioso.
-   ¿El qué?- pregunté yo inocentemente.
-   Tú definición de poesía pero aparte tú,  tus ojos, tus manos, tu pelo…
-   Bueno, bueno, entonces… - y para mi sorpresa me besó y parecía que quería que la cita o aquello no se acabase nunca, ni tampoco aquel beso.
-   Y tus labios- dijo con un susurro en mi oreja y levemente sonrojado.
-   ¿Vas a besarme cada vez que hablemos de poesía?- dije riéndome y viendo como mi risa era correspondida.
-   Puede, si me das permiso…- dijo divertido- aunque realmente si por mi fuese te besaría cada cinco minutos.
-   Está bien saberlo. Qué frío hace ¿no?
Aunque nos encontrábamos al lado de una chimenea, ya nos habíamos secado (debido a que no había llovido mucho) y la señora de la cafetería nos había dejado una manta, yo seguía teniendo frio.
-   Sí la verdad es que sí, ¿quieres que te deje mi chaqueta?- dijo colocándomela por encima de los hombros sin ni siquiera darme opción a aceptar.
-   Gracias, ¿sabes? Cuando hace frío se me congelan las manos y la punta de la nariz.
-   Es curioso- dijo el mientras cogía de nuevo mis manos y las calentaba con las suyas.
Nos habíamos quedado callados mirándonos el uno al otro, me había perdido en sus ojos cuando le  hice una pregunta por simple curiosidad.
-   ¿Qué hizo que te fijases en mí?- dije mientas el me calentaba las manos.
-   ¿Te refieres a qué hizo que me enamorase de ti?
-   No sé si lo estás…- dije deseando que el dijese que sí.
-   Sí, sí que lo estoy y estoy tan enamorado que hasta me duele- dijo con una sonrisa tímida, ya que había que reconocer que él era bastante tímido.
-   Ah ¿sí?- dije riéndome.
-   Sé a lo que te refieres, ¿no entiendes porque me he fijado en ti siendo yo mayor?- dijo con seriedad absoluta.
-   Lo que no entiendo es porque quieres salir conmigo siendo yo la marginada del colegio, la nueva y con la que nadie quiere estar.
-   Eres distinta, especial tienes una mirada que lo dice todo, eres preciosa por dentro y por fuera y eres más madura que cualquiera de veintitrés. Y uno no elige de quién se enamora. Me recuerda a una frase que dice, “Nos pasamos la vida buscando el amor, pero no nos damos cuenta de que el amor es el camino” y tú, eres mi camino Amelia.
-   Qué bonito- dije yo ligeramente emocionada.
-   ¿No me vas a decir tú que fue lo que hizo que te enamorases de mí? Porque he oído que tienes fama de rompecorazones y que todos los chicos de la clase te han pedido salir pero tú has rechazado a todos. He tenido suerte por lo que veo.
-   ¿Te crees todo lo que la gente te dice?
-   Sé que no debería pero no puedo evitar aunque sea escucharlo, entonces no es cierto ¿no?
-   No, sí es verdad, pero es que al final ya era una apuesta a ver quién conseguía salir conmigo y no hay cosa que soporte menos que sentirme utilizada.
-   Vaya, vaya, tiene mérito plantar a quince chicos. Pero no nos desviemos ¿qué te gustó de mí?
-   Tus ojos principalmente, me enamoré de ti con una mirada. Aparte no eres como los demás, tú me tratas como si realmente te importase y no como un contacto más de una estúpida red social.
-   Y me importas- dijo rápidamente.
-   Como si me quisieses proteger del mundo real entre tus brazos y evitar que nadie me haga daño. Eres lo que ha hecho que asista a clase durante estos meses, a decir verdad.
-   Me alegra que pienses eso. ¿Ya tienes las manos más calientes?
-   Sí, gracias- dije yo pero ninguno quería soltar las manos del otro así que nos quedamos como estábamos.
-   Creo que lo mejor es que volvamos o tu madre no te va a dejar salir nunca más.
-   Ella es muy buena, no te preocupes por ella preocúpate por mi padre- dije riéndome.

Me llevó hasta la puerta, me dio un beso en la frente y muy a nuestro pesar nos despedimos. Había sido el mejor día de mi vida, la primera mejor cita que se puede tener y un primer beso digno de película.

 Amelia IX

Todo parecía ir demasiado bien. Lo que había soñado se estaba cumpliendo por momentos y la espera había valido la pena. Era como el príncipe azul de cualquier cuento de hadas, soñado por cualquiera de nosotras.
Todas estaban loquitas por él pero, yo era la elegida, al menos eso creía.
Aquella noche no conseguía dormir, mi cabeza le estaba dando mil vueltas a todo, repasando aquella cita mil veces, sus palabras, gestos, miradas y lo que más me preocupaba era que sería de nosotros.
Cada día al salir de clase él estaba rodeado por chicas, todas mayores que yo y no es que me preocupase ni me molestase pero todo el mundo decía que no podría con la competencia y estaba empezando a plantearme esa posibilidad. Yo no era ni la más lista, ni la más guapa, ni la más guay. ¿Quién era yo? Yo os lo diré, alguien que se había perdido en el camino, que solo intentaba darle sentido a su vida y que no había planeado enamorarse, todo eso descuadraba mi esquema.
Había días que me levantaba y solo tenía ganas de llorar y otras únicamente de reír. Con él era un poco parecido, había días en los que me veía con él para siempre (por muy cursi o iluso que parezca) y otros en  los que no entendía nada de lo que hacía ni decía, como para decir que las mujeres somos las complicadas de entender, y me daban ganas de tirarlo por un precipicio. Pero eso es el amor al fin y al cabo ¿no?, sentimientos que se contradicen entre sí.
Eran ya las tres de la mañana y decidí ofrecerme a mí misma tranquilidad, o mañana no sería persona sino un zombi resucitado.
No hay nada mejor que la auto terapia y lo último que me dije a mí misma antes de conciliar el sueño fue: Amelia, tú eres la que ha elegido, no se ha enamorado de nadie más, se ha enamorado de ti y todo lo demás da igual. Las cosas buenas nunca son fáciles y la vida sigue su curso natural, lo que pase mañana no está en tu mano. Ha sido la mejor cita de tu vida, te quiere y tú le quieres. ¿Qué más necesitas para convencerte de ello?

 Amelia X

Domingo por la mañana, no hay día más “bobo” en la semana como un domingo. Todo me cuesta el doble, y un cansancio generalizado se apodera de mí persona. Además todos los deberes, trabajos y estudios se dejan para ese día y yo diría que tenía que estudiar un poco mucho, pero esperaba que algún mensaje suyo me distrajese. A las doce ya me estaba poniendo un poco nerviosa, ¿no se lo habría pasado bien ayer? Aunque como lo más probable era que siguiese durmiendo, decidí concentrarme en química, que divertido (irónicamente hablando).
Mi madre me había educado tan bien que decía que una señorita tiene que mantener la compostura y elegancia hasta el final, eso quería decir que yo a las siete de la tarde, no podía mandar nada. Aun estando en el siglo XXI yo seguía creyendo que en estos casos los hombres tenían que tomar un poco de iniciativa, pero solo en este específico caso, claro está. Parece que a Guillermo no le había quedado muy claro. Así que decidí volver a usar la técnica del positivismo y se me ocurrió pensar que lo que no quería era agobiarme y me estaba dejando un día para respirar y asimilar lo ocurrido. Pero yo ya lo tenía todo asimiladísimo y no necesitaba más tiempo, suficiente con el que me había dado. Además me encantaba lo que había ocurrido. Para ser sinceros lo que sentía en ese momento era que le echaba de menos y sentía nostalgia de su persona.

Amelia XI

Sus ojos azules lo delataron. Ya sabía yo que mis presentimientos no fallaban, aquel desviamiento de mirada al verme no era muy buena señal que digamos. Me había levantado con un pensamiento en la cabeza; iba a ir a clase con novio (bueno… casi) y no podía evitar sonreír por aquel hecho. Yo era muy buena, pero si me cogías enfadada podía ser muy mala y lo peor, muy cabezota y rencorosa para olvidar algo ocurrido.
Guillermo había tenido la cara de primero desviar la mirada e ignorarme y encima ahora había acelerado el paso para que no lo alcanzase. Lo que él no sabía era que tenía unas piernas que servían para algo más que para enseñarlas. Así que tardé poco en alcanzarlo pero decidí actuar como si no hubiese visto nada, muy inocente yo. Llamado de otra manera, intentar pasar página.

      -Buenos días- dije yo con una gran sonrisa para que viese que me alegraba de verle.
      -Hola ¿Qué tal?- lo dijo sin mirarme a los ojos y eso sí que me dolió
      -¿Estás enfadado?- dije yo, dando a entender que yo empezaba a estarlo.
      -No, estoy estupendamente Amelia.- y se fue sin más.

El enfado y la tristeza se habían apoderado de mí en un sentimiento que podía describir como muy doloroso. Me empezaba a identificar con eso que dijo él de que el amor duele, lo que no tenía muy claro es si a él le ocurría lo mismo ahora, dudaba de ello. Habían maneras y maneras de decir mi nombre: se podía decir de manera suave y sutil como las otras veces en que me había llamado y la de hoy, con grosería y de manera que mi nombre sonase horrible. En definitiva, no comprendía a los hombres.
Lo había decidido, cuando me acompañase a casa le preguntaría cual era el problema, como una persona madura que era. No había dejado de acompañarme ningún día, hubo uno en el que estuvo malo con fiebre pero aun así él me estaba esperando a la salida, y hoy tendría que acompañarme. No podía dejar de hacerlo, no había opción ¿verdad?



Se rumoreaba que habíamos tenido una cita, y no me parecía un  cotilleo muy interesante, ya que suponía que lo habían visto venir. Lo que sí que les pareció raro era que nos  hablásemos en el recreo.  Yo  proseguí con mi lectura de Bécquer, pero sola.
Como de costumbre al salir de clase esperaba ver a Guillermo y además todos estaban a la espera de que al ser ya una pareja iríamos de la mano y todas esas cosas que hacen los enamorados pero, nada de aquello sucedió. Yo diría que más bien él me había dado plantón.
Estaba hecha polvo. Hoy no me había acompañado, y la “perfecta” excusa que me dio, irónicamente hablando ya que no se la creyó ni el, fue la siguiente:

- Hola.-dije yo con ademán de empezar a caminar en dirección a mi casa como ya acostumbrábamos.
            - No, no  te puedo acompañar ¿sabes?
            - No te he preguntado, y no, no sé.- dije yo intentado tomarlo con un poco de
            humor, si era posible.
-Es que no te he preguntado. Adiós Amelia.- dijo

Se fue sin ni siquiera girar la cabeza, dejándome con la palabra en la boca, todo aquello encima sin mirarme a los ojos y eso como ya he dicho era mortal.
No entendía nada. ¿Qué había pasado? ¿Qué había hecho mal?
Ahora comprendo que yo no había hecho nada mal sino que la vida sigue su curso, nos guste o no, pero lo sigue y este parecía ser  mi camino.
¿Has sentido alguna vez esa sensación de que el mundo se te derrumba y no puedes hacer nada para impedirlo? Te dan ganas de llorar, tirar todo lo que encuentres por los aires y de no hacer nada. Pero sobre todo evitar pensar porque si le empiezas a dar vueltas a lo ocurrido terminas aún más deprimida y triste de lo que ya estabas.
Pues lo que digo, me tiré en mi cama y dejé que las lágrimas resbalasen por mis mejillas. El único motivo por el cual me levantaba cada mañana se acababa de esfumar, por quién sabe qué razón. Ya nada tenía sentido, me había hecho demasiadas ilusiones y hasta pensaba que  estaríamos juntos para siempre, de veras lo pensaba, que no me dejaría y sí, tendríamos nuestros baches pero que él era el hombre de mi vida y los superaríamos juntos. Lo que pasa es que no muchas veces encuentras al hombre de tu vida a los dieciséis.
Después de  mucha reflexión (más llanto que reflexión) decidí plantarle cara, me debía una explicación, solo eso. La necesitaba.

Amelia XII

Martes 20 de Febrero

Teníamos clase con nuestro tutor a primera hora de la mañana y no había asistido, así que vinieron unos cuantos del último curso a clase. Entre ellos Guillermo. Me di cuenta de que hoy tampoco me miraba a los ojos, otra vez. Me mataba solo con aquello pero sabía muy bien porque lo hacía. Los dos sabíamos que con una mirada se decía todo y si me miraba, vería mi rabia, enfado, desconcierto y tristeza, todo en uno, y yo vería en sus ojos azules algo que me trataba ocultar.
Se sentaron en la mesa del profesor y esto fue lo que prosiguió:
-   Buenos días chicos, como sabéis Esteban no ha venido y os ha dejado trabajo.- dijo su compañero que se llamaba Iván.
-   Debéis escribir una redacción buscando una solución a algún problema que tengáis. ¿De acuerdo?- dijo evitando el contacto visual conmigo  en todo momento -¿Alguna duda? ¿Ha quedado claro?- nadie contestaba. –Bueno pues entonces comenzamos…
Y en ese momento elevé la mano.
-   Yo… tengo una pregunta.- Dije mirándolo y un poco dudosa de lo que le iba a plantear.
-   Si… Amelia ¿verdad?- dijo Guillermo
-   ¿Ya no sabes ni como me llamo?- pregunté muy enojada.
Todos nos habían visto hablando en el recreo y se daba por supuesto que se sabía mi nombre. No era ningún secreto de Estado que hablábamos y que no nos conocíamos mal. No dijo nada, se cortó, así que yo proseguí con mi plan.
-   Bueno… Guillermo, quería saber tu opinión. Solo por poner un ejemplo, que quede claro, es para saber cuál sería tu solución al problema. Voy a ponerte en situación:
Un chico y una chica, sencillo ¿no? Se conocen,  él es un poco paradito y tarda un poco en pedirle salir, pero porfín salen y todo parece ir viento en popa, él está muy enamorado, hasta se lo confiesa, imagínate, es irónico. Pero lo que ocurre es que al día siguiente no da señales de vida, la evita, no la mira a los ojos, inventa excusas ridículas que no se cree ni él y lo mejor es que ni se acuerda de su nombre. ¿Le falla la memoria o tiene una explicación lógica?- dije con una mirada que no reflejaba otra cosa que no fuese enfado.
-   Es idiota.- dijo muy serio.
-   A esa conclusión ya había llegado yo, no te esfuerces tanto por favor.- dije yo mientras todos miraban atónitos la discusión en la que se había convertido aquello.
-   No tendría que haberla dejado escapar. Pero es lo mejor para ella, créeme.- dijo intentando mantener la compostura.
-   Ella es lo suficientemente mayorcita como para saber lo que es mejor para ella, créeme tú también. Además ¿cómo que me ha dejado escapar? ¿Por qué no me mira a los ojos?- dije yo perdiendo la paciencia.
-   Sí, te ha dejado y no te mira porque entonces quererte le dolería aún más.- dijo con la mayor muestra de sinceridad posible.
-   Pues…
Y en ese justo momento sonó la alarma de incendios, lo que no sabíamos era que se trataba de un simple simulacro por lo que interrumpió la conversación.

Amelia XIII

Lo primero que se me vino a la mente en ese momento fue que aquella alarma no podía haber sido más inoportuna.  Siete meses para sonar y va y se activa justo aquel día. Todos salieron corriendo y como “ellos” estaban a cargo de la clase nos iban indicando a cada uno la salida de emergencia, cuando llegué  me miró a los ojos pero seguidamente lo perdí de vista entre la multitud. Después de saber que había sido una falsa alarma me acribillaron a preguntas y estuvieron insinuando cosas todo lo que restó de día. No soportaba aquello, me sobrepasaba. Pero a la vez sabía que mis compañeros se habían percatado de que no era un ejemplo cualquiera sino una situación real, demasiado real a decir verdad pero yo no volví a hablar. Repasé la conversación para ver que era aquello de que no estar juntos era lo mejor, pero cuando dijo que si me miraba le dolería QUERERME aún más. ¿Qué sentido tenía aquello? No quería estar conmigo, pero lo peor era que seguía queriéndome. Lo mejor fue cuando dijo que habíamos terminado. ¿Cuándo ocurrió eso? Por lo menos podría haberse acercado y decírmelo a la cara.


Ya casi había llegado a mi casa después de aquel horrible día cuando oí un ruido detrás, me volví y lo vi, detrás de mí. Observaba muy cuidadoso. Me detuve en seco y me quedé plantada ahí. Se empezó a acercar y cuanto más se acercaba más ganas de derrumbarme tenía. Nos habíamos quedado a medio metro el uno del otro. Mirándonos fijamente. Estuvimos así un minuto, un minuto que me pareció muy breve, insuficiente. Me decidí a dar el primer paso y una lágrima ya empezaba a asomarme.

-   ¿No crees que al menos me debes una explicación? Solo eso, no te estoy pidiendo la luna.- dije intentando reprimir mi furia, pero el silencio parecía que se iba a alargar más de lo que debería.- ¿He hecho algo mal? No sé qué he hecho, lo que ha pasado...
-   No, por favor Amelia, no quiero que pienses que tú tienes la culpa de nada…- dijo agarrándome de las manos mientras yo le interrumpía
-   No lo entiendo Guillermo- dije muy enojada y confundida por sus palabras.
Y en ese justo momento apreció una chica corriendo y gritando su nombre muy alegre. Lo primero que se me pasó por la cabeza fue que era su novia y por la manera de darle un beso en la mejilla con tanta confianza y naturalidad no pude pensar otra cosa. Además ya me había soltado las manos.

-   ¡Guillermo!- dijo ella gritando
-   Hola, ¿qué tal?- dijo el un poco intimidado por la presencia de aquella extraña.
-   Bien, perdona, ¿he interrumpido verdad?, te espero en la esquina.- dijo inspeccionándome de arriba abajo. Una manía que no soportaba, parecía que me estaba escaneando.
-   No tranquila, de todas maneras no hay nada que hablar, tengo que irme, perdonad.- dije yo que quería desaparecer de allí lo antes posible. Deseaba con todo mi corazón saber la verdad pero sabía que dolería mucho y no quería montar ningún numerito allí. Salir de aquella manera era grosero y de mala educación pero no aguantaría que él me contase la historia de la “novia sorpresa”. Prefería saltarme ese capítulo. Era la típica escena de película en la que interrumpía la novia, sabiendo lo que hacía (interrumpir) y la “buena” de la historia quedaba como la mala, se hacía la invisible y desaparecía sin dejar rastro.
-   Amelia, por favor no te vayas. Déjame que te explique…- Pero yo ya había empezado a caminar.
-   Guillermo, no hay nada que explicar, todo ha quedado ahora muy claro y sí tenías razón con eso de que eres idiota. Te autodefines muy bien. Podrías aunque sea habérmelo dicho,  ¿te importo tan poco?- dije yo, y fue la última vez que me giré.
-   Amelia…- dijo con un leve susurro ya que su “novia” ya lo estaba llamando.

No me volví y  me dirigía a dios sabía dónde. No quería ir a mi casa, necesitaba caminar, llorar y aislarme del mundo. Por suerte, a unas calles de allí había un parque al que nadie acudía. Siempre solitario, así que no se me ocurrió ningún sitio mejor a donde ir. Apagué el móvil, encendí el IPod y me puse los casquitos. Tenía 673 canciones y dejé que el aparatito eligiese. Como digo o el destino estaba presente o fue una mera coincidencia, depende de cómo se mire. La estrofa que sonó fue la siguiente:

*“Right from the start you were a thief, you stole my heart and I your willing victim. I let you see the parts of me that weren’t all that pretty and with every touch you fixed them”
(“Desde el principio fuiste un ladrón, me robaste el corazón y yo tu víctima voluntaria. Dejé que vieses partes de mí que no eran tan bonitas y con ccada caricia las arreglaste”)


*Just Give Me A Reason- Nate Ruess Feat Pink
Me pareció demasiado triste e identificativa así que decidí cambiar de canción, aunque la verdad es que no sabría decir cual se llevaba el premio a la más triste de la historia.
Las canciones no eran muy nuevas que digamos, tenían sus años, pero me llegaban mucho más que las de ahora que estaban compuestas en su mayoría por mucha música electrónica y carentes de letra y sentimiento alguno. La letra era algo mágico con lo que te podías sentir identificada al instante como si estuviese pensado para ti o tú fueses la autora. Lo siguiente que sonó fue:

*“No hace falta que me quites la mirada para que entienda que ya no queda nada. Aquella luna que antes nos bailaba, se ha cansado y ahora nos da la espalda. ¿Dónde está el amor del que tanto hablan?, ¿Por qué no nos sorprende y rompe nuestra calma?”

Ese amor se encontraba en aquel momento escondido o perdido, más bien. Enamorarse era cuestión de un segundo, una mirada, un beso, una caricia  pero la huella que quedaba después de que te rompiesen el corazón era visible y prolongada en el tiempo.

*Donde Está El Amor- Pablo Alborán

Amelia XIV

Cuando llegué a mi casa ya era un poco tarde, las diez y sabía que mi madre estaría preocupada y que tendría un millón de llamadas perdidas y SMS, pero cada cosa que hacía me recordaba a él y si encendía el móvil me vería obligada a rememorar nuestras conversaciones por “Whatsapp” y no estaba muy de humor en ese momento.
Para mi sorpresa mi madre no estaba preocupada, al contrario, estaba contenta y cocontenta y con una gran sonrisa inundaba su cara.

-   Hola, ¿qué ocurre?- dije yo, extrañada de que no me hubiese preguntado donde había estado.
-   No te lo vas a poder creer, ¿te acuerdas del amigo de tu padre que es director de cine?- dijo entusiasmada.
-   No, espera ¿papa tiene un amigo director de cine?- dije yo estupefacta ya que no salía de mi asombro.
-   Si cariño, tú lo conociste- dijo haciéndome sentir culpable de no acordarme.
-   Pues no lo recuerdo, ¿cuándo fue?- dije mientras me empezaba a picar la curiosidad.
-   Amelia, que mala memoria, tenías tres años y estábamos…- no la dejé terminar.
-   ¡Mama! ¿Pretendes que me acuerde de un señor que conocí a los tres? Si me acordase me podrías llevar al circo vamos…
-   Pues como quieras ya no te cuento más.- dijo como si lo que yo le estaba diciendo no tuviese ni pies ni cabeza.
-   No, no perdona, sigue…- dije.
-   Bueno, vamos al grano, quiere que hagas un casting para su nueva película- dijo como tal cosa.
-   ¡¿Qué?! ¿Quiere que haga un casting para una peli? ¡Aaaahh!-dije yo que en ese momento me iba a quedar afónica de tanto gritar.
-   Sí, para él tipo de películas que tanto te gustan, comedia, drama, romántica. Quiere rodar aquí y se lo propuso a tu padre ¿así que si quieres? El casting es el sábado por la mañana tempranito a las siete.
-   Pero yo no sé actuar, ¿cómo quieres que actué en una película si lo que no se hacer es precisamente eso, actuar?- dije, pero en realidad lo que se pasaba por mi mente en ese momento era que tendría que madrugar un sábado (para un día que podía dormir) pues nada ajo y agua.

Amelia XV    

Las cosas pasan por algo, ¿no es así? Bueno, al menos eso dicen. Y yo sinceramente creo que hoy estoy aquí, en el casting para la película al cual solo me han dicho que se han presentado actrices ganadoras de Oscar aparte de media ciudad ya que la otra mitad son chicos, que están en el otro casting, para que me quede claro de que no voy a ser actriz.
Lo único que creo que haré bien será aprenderme las 3 páginas de guion que nos han dado. En él se narra una pelea entre dos enamorados y creo que con el cabreo que tengo de ayer no tendré que fingir estar enfadada. Mírale la parte positiva a romper con tu… “novio” si e puede llamar así, siempre podrás acudir a un casting en el que tengas que interpretar a una novia enfadada (preferible quedarse con el chico, hacedme caso)

Todas estaban allí, ninguna se iba a perder esa ocasión, la de ser una actriz de Hollywood. Ellos tampoco faltaron, y en este caso me refiero a Guillermo. En un primer momento ninguno de los dos,  ni él ni yo sabíamos que el otro estaba también allí. Nos dimos cuenta cuando tuvimos que hacer el casting juntos. Éramos uno de los últimos y querían terminar cuanto antes ya que llevaban 6 horas de casting. Así que empezaron a hacerlos en pareja y además todos veíamos y oíamos a los que estaban en la sala de audiciones porque habían puesto televisores para distraernos, aunque fuese un poco, y así intentar mantener el máximo silencio posible.

-   Amelia Fuentes y Guillermo García, por favor. – Dijo la realizadora y los dos palidecimos al escuchar el nombre del otro.
-   Bueno chicos, supongo que habréis tenido tiempo de miraros el guion después de 6 horas así que comenzamos, ¿os parece?- El director lo dijo con sentimiento, no con ganas de molestar a nadie, era un buen hombre, lo que no sabía era a qué se iba a enfrentar, una explosión en toda regla.
-   ¿Qué ocurrió Fer? ¿Qué hice mal? No lo entiendo…
-   Nada Claudia, no hiciste nada solo es…
-   El problema es que cuanto más lo pienso, menos lo entiendo- Y ya se me empezaba a asomar una lágrima, se vio que me identificaba con aquel personaje.
-   Claudia, es complicado.
-   No sé qué hay de complicado en decirme que no quieres chicas por un tiempo, al día siguiente decirme que te gusto y al siguiente ya ni saludarme.
-   Siento que pienses eso.
-   ¿Y qué se te ocurre que debo pensar? Tú dime, porque a lo mejor me he perdido algo. A sí, es verdad, que tienes otra novia, te costó poco olvidarme.
-   Claudia, ¿por qué no me miras  a los ojos?- Dijo Guillermo acercándola para así estar uno en frente del otro.
-   Porque tú ya no lo haces y duele…- Rompió a llorar, no podía más. Guillermo le secó las lágrimas.
-   Amel…Claudia, lo siento-Guillermo la tenía agarrada por las manos y parecía que se comían con la mirada. Parecía por un momento que se iban a besar cuando el director cortó la escena.
-   Bueno, veo que ya os conocías y se ve a simple vista que hay sentimiento, os habéis saltado un poco el guion pero también hay que saber improvisar. Ya veremos que ocurre ¿sí?
-   Perdone.-Dijo Amelia que seguidamente salió corriendo.

Amelia XVI

Llegué a mi casa y me derrumbé, eso había sido muy cruel. ¿Qué pretendía, arreglarlo o que le diesen el papel? Además lo había visto todo el mundo y ya estaba en Youtube con unos cuantos por no decir excesivos comentarios sobre “la película” que sin comerlo ni beberlo habíamos protagonizado.
Le volví a dar al aleatorio del iPod y no pude evitar llorar. Lloré tanto que casi dejé de escuchar la canción.
*“Don´t you remember the reason you loved me before? Baby please remember me once more. When was the last time you thought of me, or have you erased me completely from your memory? I often think about where I went wrong, the more I do the less I know. Don´t you remember the reason you loved me, before. Baby please remember the reason you still love me”
(¿No recuerdas por qué me quisiste antes? Cariño, por favor recuérdalo una vez más. ¿Cuándo fue la última vez que pensaste en mí?, ¿o ya me has borrado completamente de tu memoria? Suelo pensar en qué me equivoqué, más lo pienso, menos sé. ¿No recuerdas por qué me quisiste antes? Cariño, por favor recuerda la razón por la que aún me quieres.”)

*Adele- Don´t you remember.

Amelia XVII

Después del desastre del  día anterior fingí encontrarme mal para así evitar ir a clase. Lo único que sabía era que a los actores de la película los elegían hoy. El proceso era muy rápido. Aquella mañana publicaron en twitter, que mi querido Guillermo había sido elegido como actor principal y realmente eso no hizo que me sintiese mejor ya que llegué a la conclusión de que me había utilizado para que le eligiesen y es cierto, yo había sido una completa idiota. Al final ganaba él y yo era la víctima.
El móvil sonó, era él, me pensé si cogerlo o no pero finalmente decidí cogérselo, pero no pensaba decir nada.

-   Hola- dije, y esa sería la única palabra que me veía capaz de pronunciar.
-   Amelia, necesitamos hablar, vamos a hacer una película juntos y esto hay que aclararlo  no podemos…
-   ¿Nosotros qué? Pero si no me han dicho nada. Espera, me estás haciendo sentir culpable como si la culpa de todo la tuviese yo,  no es así fuiste tú… no cambies las cosas.
-   Amelia, pero si acabo de hablar con tu madre y lo sabía, me dijo que te llamase al móvil.
-   Pues ya nos veremos entonces, adiós- Y colgué, habían pasado hoy un montón de cosas y yo no me había enterado de absolutamente nada.

-   ¡Mama!- grité, en un tono en el que se me notaba el enfado que llevaba acumulado.
-   Cariño, ¿ya lo sabes?- dijo con la mayor tranquilidad del mundo como si estuviese hablando de lo que íbamos a cenar aquel día.
-   ¿Cuándo pretendías decírmelo? Pregunto, ¿el mes que viene te parecía bien?
-   Pensé que te gustaría que te lo dijese Guillermo- dijo como si fuésemos novios.
-   Pero Mamá, si me dejó, me dejó plantada por otra…-dije mientras su cara palidecía.



Así que tuve que contarle todo lo que había sucedido aquellos días, con lo del casting no habíamos tenido tiempo para hablar de nuestras cosas. Y cuando terminamos de hablar casi tres  horas después, terminó ella más enfadada que yo. Pero me había tranquilizado contárselo a alguien.

Amelia XVIII

Nos reunimos con el director, Patrick Self. Ahí estábamos, Guillermo y yo, un día después de haberle colgado el teléfono, los dos sentados en una mesa con el contrato en nuestras manos. Este incluía 5.000 euros y comprometerse con el proyecto que comenzaría en verano con dos semanas de ensayo y después la grabación que tendría una duración de dos meses. Dedicaríamos el verano a grabar para que perdiésemos lo menos posible.

-   Señor Patrick, yo solo tengo una pregunta, mi compañero y yo no hemos actuado nunca y no sé cómo pretende que lo hagamos. – Dije, intentando hacer caso omiso al elemento que tenía sentado a mi izquierda.
-   Señorita Amelia, ¿saben por qué os elegí? Me refiero a vosotros dos como pareja.- dijo Patrick con un acento inglés americano muy marcado.
-   No, lo siento, no lo sé.- dije yo
-   Pues por la química que hay entre vosotros.- Dijo con una mirada pícara ya que sabía perfectamente que había (yo diría hubo) algo más que simple química entre nosotros.
-   Respecto a eso, quería pedirle una cosa. Es una condición para hacer esta película.
-   Dígame- Dijo intentando ocultar su cara de asombro.
-   Sé perfectamente que es una comedia romántica y que los besos son una parte fundamental de ellas, pero yo, después de lo que me hizo este caballero, me niego a besarlo.
-   Vaya, me parece bien, lo único que os digo a los dos es que sea lo que sea lo que haya ocurrido, os acabaréis reconciliando, sé que os llegaréis a besar ante las cámaras y que ese será el mejor beso que se habrá visto jamás en una película.- Las caras de asombro mía y de Guillermo eran… indescriptibles, seguro.
-   Puedo añadir una cosa…- Dijo Guillermo que fue interrumpido inmediatamente por Patrick.
-   Caballero, usted fue el que destrozó la relación aquí así que ahora mismo, en este instante no tiene ni voz ni voto en este asunto.
-   Solo, quería decir que aun la quiero y…- Pero no pudo terminar ya que  Patrick volvió a interrumpirle.
-   ¿Qué les parece si hacemos una cosa? ¿Y si os dejo solos y habláis todo lo que tengáis que hablar? Os dejaré “encerrados” 1 hora así que tenéis dos opciones; hablar o quedaros callados y aburriros. Yo que vosotros elegiría la primera, es mucho más productiva.- Me encantaba este hombre, su actitud, su personalidad, aunque sus ideas no tanto.

Cerró la puerta tras de sí y allí estábamos, los dos solos, en aquella sala y no sé si os he comentado lo cabezota y terca que puedo llegar a ser algunas veces, el caso es que yo no tenía nada que aportar pero si explicaciones que recibir.

-   Bueno Guillermo, vamos al grano, no tengo porque explicarte nada, porque sencillamente no he hecho nada así que si tienes algo que decirme perfecto, si no, perderé una hora de mi vida, que vale mucho.- Dije mirándole directamente a esos ojos azules, despistados, transparentes que… bueno me estoy desviando un poco. Sabía que le molestaba que le mirase directamente a los ojos porque los 15 segundos que duró mi intervención desvió la mirada unas 100 veces.
-   Amelia, ella, la chica que viste no es mi novia.
-   Claro, perdona por llamarlo así, es una amiga especial, un “rollete”, no se hay muchos sinónimos Guillermo, podemos usar otro si lo prefieres.
-   No, me refiero a que no es nada de eso. – Dijo muy cabreado.
-   ¿Entonces? ¿Hay alguna explicación lógica para que ni me hablases, evitases un día después de la cita?
-   Es complicado…- dijo el
-   No, lo que tú ves complicado, yo lo veo muy claro.
-   No es así Amelia.
-   Pues explícamelo.- Dije yo que estaba perdiendo los nervios.
-   El día después de nuestra cita, primero quiero que sepas que ese día fue el mejor día de mi vida y la mejor cita del mundo. Mi madre se enteró de que salí contigo, en un principio no tendría que haber ningún problema, porque además tengo veinte años y soy lo suficientemente mayor como para tomar mis propias decisiones. El caso es que ella no quería  que yo saliese con nadie a la que  ella no le hubiese dado el visto bueno, ella quiere para mí un maniquí sin personalidad. Mi hermano le contó todo lo que había oído de ti en el colegio  y no es por ofender Amelia pero lo que se dice de ti no es muy bonito.
-   ¿Qué se dice?- Pregunté porque realmente no lo tenía muy claro.
-   No es necesario hacer esto. No es bonito…
-   Lo sé, pero me da igual,  aunque por lo que parece a tu madre no.
-   Me prohibió salir contigo. Hice lo imposible para hacerla cambiar de opinión, le dije que  te tenía que conocer, que eres especial, no como las demás. Y entonces ese día que te seguí hasta tú casa, para explicártelo todo, mandó a la vecina a vigilarme para que tú creyeses que era mi novia. Y no es por nada pero funcionó.
-   Vaya…- no sabía que decir, esto era lo último que se podría haber pasado por la cabeza. – ¿Y tú no podrías haber dicho algo?
-   No me dejaste.
-   ¿Ahora es culpa mía?
-   No Amelia, mi madre podría mandarme a Canadá con tal de no verme contigo y prefiero verte y que no seamos nada a no volver a verte. Bueno, eso tampoco.
-   Y a tu madre, ¿no se la puede hacer cambiar de opinión?
-   Podría  presentártela  y si no funciona, salir en secreto. Fingir que nos odiamos a muerte pero realmente nos estamos muriendo por estar juntos.
-   Pero entonces si nos descubre te mandaría a Canadá. ¿Qué piensa sobre que hagamos la película juntos?
-   No sabe que eres tú. Por esa razón no sale tu nombre en ningún sitio para que ella no lo descubra. Le he dicho que a la vecina le han dado el papel y lo cierto es que rodaremos las escenas dos veces una con ella y otra contigo.
-   ¿Perdona? ¿Vas a besar a esa?- dije yo que no quería plantearme aquella opción.
-   Amelia, no es esa, su nombre es María y… eras tú la que no quería besarme. - dijo Guillermo.
-   Ni se te ocurra. ¿María? Mierda- Y esto último lo dije casi con un susurro, ¿no podría tener otro nombre? Carla, Andrea, Ana, Fátima, Elena, dios habían tantos como para que se llamase María.
-   ¿Qué?- dijo, aunque ya sabía perfectamente lo que había dicho.
-   Nada, pensando en alto.- dije yo intentando disimular.

-   Chicos, ¿ya?, ¿Está todo solucionado?-Dijo Patrick que acababa de entrar por la puerta.
-   ¿Nos deja cinco minutos más?- dijo Guillermo
-   Cuatro- y con esto Patrick volvió  a cerrar la puerta.

-   Hacemos una cosa, el sábado te paso a recoger y cenamos en mi casa y vemos si podemos hacer algo, sino seguimos con el plan “B”.
-   Entonces  en las  dos ¿salimos?-dije yo deseando que la respuesta fuese sí.
-   La sonrisa te delata. Sí, hoy hacemos un día de novios. ¿Ya no estás enfadada?
-   No, no tanto como antes. Pero tardo en olvidar, para tu información.
-   ¿Qué tengo que hacer?- Dijo acercándose a mí muy disimuladamente.
-   Volver a conquistarme, no soy una chica fácil Guillermo.- Dije yo mientras me dirigía a la puerta para salir- El sábado, te estaré esperando, no te hagas de rogar- Y salí por la puerta pero esta vez un poco más contenta de que como había entrado.

-   ¿Todo solucionado?- Preguntó Patrick con su ya usual sonrisa pícara.
-   Tendré que procesar información pero sí. Gracias- El entró y yo salí, lo que le dijo a Guillermo entonces es un misterio que como muchas otras cosas nunca llegaré a descubrir.
Amelia XIX

 Tenía la sensación de que necesitaba coger aire y liberarme un poco, estaba contenta sí, pero al mismo tiempo tenía un nudo en la garganta, me preguntaba si de verdad valía la pena todo aquello, aunque realmente la pregunta era si el realmente valía la pena. Que lo quería era verdad, me  hizo daño también lo era. Si lo ponemos en una balanza, ¿que puede más el amor o la cabezonería y el rencor? Uno puede perdonar pero lo que pasó forma parte de la historia, de mi historia, la de cada uno, la de dos personas…
Había decidido que lo mejor era caminar, así que decidí dar un paseo por mi bosque en una zona rodeada de árboles que terminaba en una pequeña cascada donde había unas rocas en las que sentarse. Me senté saqué el móvil y vi su foto, volví a guardarlo en el bolso  y pensé en el sábado, intentaría ser como era, llevar algo de comer y… que dios no la abandonase en ningún momento. Pero vería a Guillermo antes de eso ya que habíamos vuelto a quedar con Patrick. Era tarde y pensé que lo mejor sería volver y enfrentarme a la realidad y dejar de soñar despierta. Pero en ese momento el móvil salió literalmente volando y fue a caer al fondo de la cascada sin más.

Amelia XX

-   Si es que estas cosas solo me pasan a mí, a nadie más, que suerte la mía, pero ¿¿¿se puede saber cómo diantres salió el móvil del bolso??? Mierda.- Dijo Amelia a…… la cascada más bien.



-   Hola cariño, ¿te encuentras bien?, estás un poco pálida.- Dijo mi madre preocupada porque me hubiese pasado algo.
-   Sí, bueno, no. Es el móvil, se cayó a la cascada, no fue mi intención, salió volando del bolso.- dije yo que en ese momento no sabía lo que me esperaba.
-   No te preocupes, ¿sabes eso de las casualidades o el destino? Justo hoy tu padre se ha comprado otro móvil y ha cambiado de número así que te puedes quedar con su antiguo móvil y número. Solucionado- Dijo tomándoselo mejor de lo que yo pensaba y dándome el móvil.


Así que subí a mi habitación y había algo que no paraba de perseguirme, ¿tenía el teléfono de Guillermo? Me volví loca buscando por todas partes algún lugar donde podría haber apuntado su número y cuando ya había perdido la  esperanza me acordé, lo había apuntado en el calendario y ahí estaba su número, el mismo día que me lo dio.

Apunté el número y me dispuse a mandarle un mensaje ya que si por casualidad me había mandado un mensaje o pensaba hacerlo que nadie ni nada se lo impidiese. Tampoco quería que pensase que estaba desesperada o que solo se lo mandaba a él así que le mandé lo siguiente:

-   ¡A todos mis contactos móvil al agua, número nuevo! Amelia-  Pero eso no era del todo verdad ya que puse “a todos mis contactos” pero solo se lo mandé a él.

 Y su contestación no fue otra que:

-   ¿Qué Amelia eres?

¡Pero que se creía! ¿Estaba ciego o qué? ¿No había visto la foto de perfil o lo había hecho intencionadamente? Como si conociese a quinientas “Amelia” y tuviese que sacar la agenda para acordarse de quién era.

-   Tu actriz favorita jajaja- Y  era mi manera de mandarlo directamente a freír espárragos a Asturias como me gustaba decir últimamente.
-   AAAHHH. Vale. Perdón.- Dijo pero de ese perdón no me creía ni una pizca. – Te paso a recoger mañana a las doce.

Que buena manera de reconquistarme, así que decidí apagar el móvil. Aún quedaban 3 meses hasta empezar con los ensayos, y mañana me esperaba un sábado muy interesante con la familia de Guillermo que por lo que tengo entendido quererme, quererme… no.
Me encontraba en esa situación en la que no sabía muy bien que quería. Suelen decir que te rijas por lo que tu corazón te diga pero en ese momento ni mi mente ni mi corazón encontraban un camino ni conjuntamente ni por separado. Lo quería sí, pero eso no quitaba que me hubiese hecho daño, pero extrañaba sus besos, nuestras miradas y conversaciones, que me acompañase a casa y… todo lo que éramos si fuimos algo. Al final mi corazón y mi mente decidieron que lo mejor era descansar. Mañana ya sería un día bastante completo.
  
Amelia XXI

No es que estuviese emocionada por aquella comida, después de  la noche anterior con la broma(o no) del móvil me había dejado un poco descolocada. Me sentía perdida y  desorientada.
 Le había dicho que fuese puntual, eran las doce en punto y yo me encontraba sentada en el jardín respirando el aire de aquella mañana aun fresquita a consecuencia  de la primavera, que aún se haría de rogar.  Y en ese justo instante suena el timbre, por lo menos había sido puntual, punto a favor. Yo llevaba puesta una blusa con  estampado de la “Torre Eiffel”, como se considera la ciudad del amor pensé que me  daría suerte, un jersey de punto y una falda negra plisada y como no unas botas con tacón, no muy alto pero lo suficiente como para ofrecerle al conjunto un punto de elegancia y no superar a Guillermo que muy alto tampoco era.

-   Buenos días.- Dije yo a la vez que se disipaban las dudas sobre el amor que le profesaba. Lo quería y ello no cabía duda.
-   ¿Se puede estar más guapa?- Dijo con un muy buen humor.
-   Perdona, pero es que no recuerdo tu nombre, Alberto, Alejandro, Gustavo, Félix…
-  Dije pretendiendo que se notase que no me había hecho mucha gracia lo de ayer pero a la vez quitándole hierro al asunto.
-   Guillermo, señorita.
-   Ahora recuerdo, perdona pero es que conozco a tantos ´”Guillermo” que…
Y en ese instante me besó, sus labios acariciaron los míos con mucha ternura y delicadeza.
-   ¿Ya te acuerdas de mí?
-   Nunca me he olvidado- Dije  mirándole a aquellos profundos ojos azules, esa mirada que me hipnotizaba sin poder impedirlo.
-   ¿Nos vamos?- Dijo ofreciéndome su brazo.
-   ¿A Canadá?
-   Contigo me iría hasta al fin del mundo pero empezaremos por mi casa.
-   Me parece bien- Dije entrando en el coche.
-   Amelia, te pido perdón por adelantado por lo que pueda pasar.- Dijo muy preocupado y serio.

Eso no me lo esperaba pero descubriría en no muy poco tiempo a que se refería. Y digo poco tiempo porque nuestras casas se encontraban a cinco minutos una de la otra pero había venido en coche para presumir de su recién estrenado carné de conducir. Eso reducía el tiempo a dos minutos.


Al contrario que mi  casa, que poseía una pizca de encanto, debido a las historias que se escondían tras ella esta era lo más parecido a un bloque, horroroso, impersonal… y eso que aún no me había ni bajado del coche. Todo me parecía artificial, falso, solo esperaba que el interior fuese mejor pero antes de entrar a la casa, me cogió la mano, la apretó fuertemente contra su pecho y susurró:
-   Te quiero, nunca he sentido algo así por nadie pero tú… tú eres diferente, eres mi Amelia.- Me lanzó una mirada, pero triste que junto con aquellas palabras, más que nada parecía una despedida. No tenía nada que ver con el de hacía tres minutos.
Amelia  XXII

Su madre nos abrió la puerta, con una cara de desaprobación, asco, repugnancia y todo lo que se te pueda ocurrir negativo (claramente) hacia mí.

-   Mama, está es Amelia. Amelia esta es mi madre María.
-   Es un placer conocerla, de veras. – Dije mostrando mi mejor sonrisa.

 Parecía que todas las personas que intentaban de alguna manera interferir negativamente en mi vida tenían algo en común, el nombre, María. Supongo que a todo el mundo le pasa igual hay una letra o un nombre que por ejemplo cuando estás enamorado que suele repetirse como un patrón es como si se te hubiese asignado una letra. En mi caso para el amor era la G ya que de pequeña me había gustado un tal Gabriel y un Gerónimo que era el hermano de una antigua amiga. El patrón se repetía y con las Marías pasaba exactamente lo mismo.
-   Me gustaría poder decir lo mismo querida, pasad. – Dijo haciéndome un repaso de arriba abajo y poniendo más bien cara de asco.
-   Te presentaré al resto de mi familia. – Dijo Guillermo
-   Claro.- Pero yo no había caído en la cuenta de que había más gente y si eran como la madre Dios me cogiese confesada.
-   Familia, esta es Amelia. Amelia, esta es… y en ese instante suena el timbre.
-   Querida, ¿te importa abrir?- dijo su madre, María, con cara de pocos amigos y  estando ella más cera que yo de la puerta.
-   Sí, por supuesto- Y cuando abrí la puerta me encontré con la otra María, me había quedado muda. Que suerte la mía, pensé.
-   Hola- dijo dirigiéndose directamente a la madre de Guillermo, saltándome  a mí como si de un fantasma se tratara.
-   Por fin una cara agradable entra por esa puerta- dijo después de ofrecerme una mirada despreciativa.
-   Amelia, te enseño la casa, ¿vamos?- dijo Guillermo cogiéndome del brazo y dirigiéndome hacia las escaleras.
Una vez llegamos a su cuarto.
-   Amelia, no sabía que ella iba a estar aquí.
-   Tienes un cuarto bonito, creo que es lo mejor de la casa, pero si tienes una foto mía, que encanto- dije señalando aquella foto emocionada.
-   ¿No estás enfadada?- preguntó con cara de asombro.
-   Voy a intentar que no me moleste mucho.
-   Esta es mi Amelia- dijo cogiéndome de la cintura y elevándome, nos estábamos riendo absortos que olvidamos donde nos encontrábamos cuando…
-   Ya está la comida-  dijeron mis dos “queridas” amigas al unísono.- Vete bajando querida, nosotros ya vamos.- y cerraron la puerta.
-   Guillermo, no va a durar ni cinco minutos aquí, ya verás, solo te advierto.
-   Madre, si no te importa voy bajando.- Dijo Guillermo pegando un portazo que se oyó en toda la casa.

Éramos diez personas en la mesa, que debido a la interrupción de antes nadie me había presentado y tenía la sensación de que nadie lo haría. Era una extraña allí. Todos me miraban o bien de manera indiferente o repulsiva.

-   María no crees que tú y Guillermo hacéis una pareja perfecta en la película y bueno eso viene ya de lejos, ¿os acordáis cuando estuvisteis juntos?
-   Para no acordarse, si nos seguimos queriendo como el primer día.- Dijo María dirigiéndose a mí que estaba sentada a mi derecha.
Ese dato Guillermo no lo había mencionado pero justo nos acabábamos de sentar y no habíamos ni probado bocado…
-   Amelia, ¿no te has ido aún?- dijo María madre.
-   Bueno, mi intención era quedarme a comer y después hasta que quisieseis.- Tímidamente, dije un poco impactada por la pregunta.
-   Pues ya no te necesitamos- dijo levantándose  y señalándome la puerta.
-   Eso vete y no te preocupes por Guillermo, yo te lo  cuido- dijo María acercándose a él.
Yo no sabía dónde meterme, estaba aún sentada mirando a la puerta y a Guillermo. Guillermo se levantó sin decir nada y se dirigió a otra habitación así que me levanté y me fui, ¿que iba a hacer? Yo estaba un poco en estado de shock pero él no se iba a dar por vencido tan rápido.
Cuando ya había salido del bloque y empezaba a caminar en dirección a mi casa. Apareció por detrás y me cogió de la cintura, sostenía una cesta de picnic y las llaves del coche. Con una sonrisa me dijo:
-   ¿Pensé que aguantarías un poco menos?
-   Pero si solo he estado media hora.- Repuse asombrada.
-   Yo ya tenía el picnic preparado.- Dijo sonriente.
-   Es una muy buena idea y ¿a dónde vamos?- Dije emocionada por aquella idea.
-   ¿Confías en mí?
-   Sí.
-   Entonces, sígueme.- Dijo cogiendo mi mano para después echar a correr.

Corrimos y con las ganas que tenía de salir de allí, perder de vista aquella  casa, corrí con tanta energía que cuando llegamos a la cascada donde había perdido el móvil estaba exhausta. Tengo que aclarar que estaba corriendo descalza, los tacones no eran una buena opción para correr. Nos adentramos un poco más en el bosque hasta que llegamos a un prado verde que nunca había visto.

-   ¿Te gusta?- Dijo el con su mirada clavada en mis ojos.
-   Cualquier sitio hubiese valido con tal de que estuvieses tu.- Dije con una mirada con la que pretendía conmoverle.- Te hubiese seguido hasta Canadá.
-   ¿Tienes hambre?- Dijo sentándose y desplegando un mantel de cuadros, como en las películas.
-   ¿Sabes una cosa?
-   No, no  la sé. – Dijo soltando una carcajada.
-   Eres tú de nuevo
-   ¿De nuevo?- Dijo un poco confundido
-   Sí, aquellos días en los que no me hablabas me ignorabas  actuabas como si nunca hubiese pasado nada, no  eras tú, por lo menos no el Guillermo que yo conocí.
-   ¿Y quién era?
-   Un extraño, un desconocido.
-   Pero lo bueno es que he vuelto. Mira la parte positiva.- Dijo mientras introducía un canapé en su boca.
-   ¿Me prometes que nunca más volveremos a ser unos extraños a los ojos del otro? Y… ¿me prometes que nunca me dejarás de mirar de la manera que me miras ahora? Aunque pasen años y tú tengas tus hijos y yo los míos, si nos encontramos por causas del destino o las coincidencias, solo te pido que me lances una de tus miradas y seré feliz, no necesito nada más para ser feliz. Lo que me dolería mucho sería que por ponerte un ejemplo que yo estuviese cenando con unos amigos y tu pasases por delante saludases a un conocido y a mí me ignorases, como si…
-   Te quiero.
-   Eso es un no.- Dije yo un poco ofendida aunque a lo mejor estaba pidiendo demasiado.
-   No me has dejado terminar, sí, te lo prometo. ¿Lo sellamos con un beso?
-   Aprovechas cada ocasión, no se te escapa una.- Dije yo riendo y desapareciendo del mundo en aquel momento.
Y con  aquel beso de amor sellamos aquella promesa.

Amelia XXIII


Estábamos tumbados mirando al cielo, habían pasado unas cuantas horas, había perdido la cuenta. Parece ser, y todo lo que estaba experimentando era nuevo para mí, que cuando estas con esa persona que es tu media naranja, que te complementa (o tu media pera según mi primo, es decir dos personas que se complementan porque lo que tiene uno no lo tiene el otro y son distintos, teoría aún por confirmar) el tiempo se pasa volando. Momentos en los que un silencio no es incómodo sino lo contrario, es aún mejor que cuando las palabras se entremezclan.

-   Amelia, ¿dónde está tu bolso?- Dijo echando un vistazo a los alrededores.
-   ¡Dios!
-   ¿Qué? ¿Lo han robado?
-   Peor aún.
-   ¿Sí?- Y su expresión reflejaba una grave preocupación.
-   En tu casa- Respondí riendo.
-   Ya me estabas asustando. ¿Quieres que vayamos a buscarlo?- Preguntó
-   No, ¿me lo llevas mañana? Si no te importa claro.
-   No…- Pero no terminó aquella frase.
-   No, pero…
-   Lo que quiero decir es que no creo que mi madre lo cotillee ¿no?
-   Tú la conoces más que yo.
-   No, eso sería mucho hasta para ella.
-   ¿Sabes que me apetece?
-   No, aún no soy vidente.
-   Recordar.
-   ¿Qué cosa?
-   Mejor dicho bailar.
-   No hay música.
-   ¿Si quieres puedo cantar yo?
-   Ya te he visto cantar.
-   ¿Sí? ¿Cuándo?
-   En la obra de teatro en  navidad.
-   ¿Me estás diciendo que no te gustó? Fue una representación magnífica.
-   Sí, y la risa tonta que te entraba cuando me mirabas también.
-   Me refiero a mis habilidades vocales.
-   No… es… sabes…. Tu voz es…
-   No te esfuerces ya veo que no te gusta mi voz.
-   Pero si tu voz es la misma que me hace temblar, que me hizo conocerte. El otro día empecé a pensar cuando fue la primera vez que te vi.
-   ¿Y lo descubriste?
-   Sí, el primer día de clase, hubo un chico que grito algo parecido a: es el último año ánimo, vamos o algo parecido no lo recuerdo muy bien, y ese, ese eras tú.
-   Pues yo también, fue un día en el cual estábamos en la cancha los de mi clase y te vi a ti sentada leyendo y con esa sonrisa que me dirigiste me mataste, aún a día de hoy me mata.
-   ¿Entonces no cantas?
-   ¿Cambiaste de opinión?- Dijo empezando a susurrar una canción que decía lo siguiente:


*“Close your eyes, let me tell you all the reasons why, I think you´re one of a kind. Here´s to you. The one that always pulls us through. Always do what you got to do. You´re one of a kind, thank god you´re mine.”
(Cierra los ojos, déjame decirte todas las razones por las cuales creo que eres la única. Esto es para ti. La que siempre nos empuja a través. Siempre haces lo que tienes que hacer. Eres única, gracias a dios que eres mía)

*Close your eyes- Michael Buble
Amelia XXIV

6:00 am Un Domingo

Eran las seis de la mañana, me había acostado un poco más tarde de lo normal debido al libro que me tenía que leer en Lengua, uno de esos libros en los que te pierdes o en los que solo se tratan tragedias y nos comparan a nosotros. En las peores situaciones, más extremas en todos los sentidos posibles. Hubiese seguido durmiendo unas cuantas horas si no hubiese sido por el golpe de unas piedras en mi ventana. Lo típico que te das la vuelta en la cama y evitas cualquier sonido porque puede ser o bien una rama del árbol o una broma pesada. Pero la broma parecía no terminar.  Cuando abrí la ventana para mi sorpresa era  Guillermo.

-   ¿Se puede saber qué haces aquí?- Pregunté alarmada y preocupada por mi padres, no sabía que podría pasar si lo encontrasen ahí a estas horas.
-   ¿No te alegras de verme?
-   Son las seis de la mañana, si aún ni ha amanecido.
-   ¿Me estás diciendo que no te alegras?
-   Sí, pero, ¿no podías esperar?- Y le lancé un beso volado desde la ventana, con una de mis mejores sonrisas.
-   ¿Puedes bajar? Tenemos que hablar.
-   Dios, Guillermo me estás preocupando.
-    
Me dirigió una mirada entristecida, no me podía decir que no me preocupase, pero tampoco dijo nada más hasta que bajé.
-   Tardo cinco minutos, espera.

Me puse lo primero que encontré, un vestido de verano, con el cual sabía que me iba a congelar y estaba aún tan dormida que me olvidé de coger zapatos y chaqueta.
Bajé las escaleras sigilosamente, abrí la puerta y dejé una nota diciendo:
“¡Buenos días! Salí  a dar un paseo y de paso a coger el bolso con el móvil y el trabajo de lengua. Un Beso.”

-   Guillermoooo.- Dije susurrando  para no despertar a nadie.
Sentí unas manos en mi cintura y como no podía ser de otra manera ere él.
-   ¿Quieres matarme de un susto?- Pregunté después del susto que me acababa de dar y mientras le daba un beso en la mejilla.
-   No, y tú lo sabes.
-   ¿A dónde quieres que vayamos?
-   A la cascada- Y en esas palabras se le notaba más nervioso de lo normal.

Me cogió de la mano y empezamos a caminar en dirección a la cascada. Y una vez allí derramó todas las lágrimas que había estado conteniendo durante el camino. No dije nada me limité a acariciarle la mano, sabía que algo le preocupaba pero que no hacía falta hablarlo en ese momento habría tiempo para que me lo explicase pero hay veces en las que había que darle tiempo a las cosas. Cuando ya estuvo mejor dijo: 

-   Tienes los ojos hinchados.- Me dijo poniéndome su chaqueta por encima de los hombros.
-   A las seis de la mañana, ¿qué quieres?
-   Si estás preciosa, Amelia, aquí está tu bolso, tengo que irme. – Dijo levantándose, dándome un beso en la mejilla y yéndose.
-   Guillermo, no te vayas, no….- Pero ya era demasiado tarde, había desaparecido.

Parece ser que cuando las cosas van cogiendo un camino, cuando parece que uno se va adaptando, que empiezas a salir de las dificultades y un final feliz que te había estado aguardando está más cerca que nunca, todo se esfuma y solo quedan los recuerdos, los mensajes, los besos en la mejilla, las miradas y lo que alguna vez sentimos o dijimos sentir, las sonrisas, las canciones, los estados y “tweets” que alguna vez nos dirigimos, las coincidencias, las razones que el corazón tenía, los minutos de silencio, las magias que no debían perderse, los me encantas, las veces que me dijiste que era diferente y especial, las cosas que teníamos pendientes, las promesas sin cumplir, paseos por dar, un final por definir y el recuerdo  de tu cara en mis sueños.

*“If our love is tragedy, why are you my remedy?”
(“Si nuestro amor es una tragedia, ¿porque eres tú mi remedio?”)

Me había quedado absorta en mis pensamientos cuando sonó el móvil. Fui a abrir el bolso para cogerlo pero no lo hice porque había visto una carta dentro de él, me sentía en otra dimensión nada cuadraba, nada parecía estar en su sitio. Cogí el sobre, y siempre me había hecho ilusión recibir una carta, la única que había recibido era una del banco y mucha ilusión  no me hizo. Ayer en las horas que estuvimos hablando y dejando pasar el tiempo se lo dije.
*Clarity- Zedd Feat Foxes
-   Diez deseos. –Me había dicho.
-   ¿10?
-   Sí, diez cosas que te gustaría hacer, diez sueños, diez cosas.- Dijo con expresión de niño pequeño al que están a punto de desvelarle los regalos de navidad.

1.      Viajar por todo el mundo.
2.       Escribir un libro.- Dije- Oye, podría escribir un libro sobre ti, nosotros.
-   No creo que lo hicieses.
-   No me tientes.
3.      Enamorarme profundamente, pero ese ya lo estoy haciendo, más bien hecho.
4.      Recibir una carta escrita a mano, me haría muchísima ilusión.
5.      Cambiar la manera de pensar de una persona.
6.      Tener un collar que se abra en dos.
7.      Contemplar la aurora boreal.
8.      Ver estrellas fugaces.
9.      Vivir en una casa antigua con un balcón.
-   ¿Tipo Romeo y Julieta?- Preguntó
-   Pues algo parecido- Dije yo riéndome, no podía evitarlo
10.   Y por último, tener hijos.
-   ¿Cuántos?
-   Cuatro
-   ¿Cuatro?
-   Sí.
-   ¿Y cómo los llamarías?
-   Pues no lo sé….
-   Me gusta tu lista. Muy completa.
 Saqué la carta del envoltorio, la cogí entre mis manos y estas me temblaban.
Comencé a leer y decía:


Mi  Amelia:
Sé  que esta carta no es justa, no puedo pretender hacer que uno de tus deseos de la lista se haga realidad cuando sé que realmente no va a estar relacionado con algo que preferiría que fuese alegre. Pero no soy capaz de decírtelo, lo admitiré soy un cobarde, un inmaduro, un canalla y puede que nunca me mereciese que te “enamoraras profundamente” de mí.
Pero a pesar de todo quiero que sepas que te quise, te quiero y te querré, por mucho que no lo parezca Amelia.
Empezaré por explicarte que pasó. Ayer cuando volví a mi casa mi madre tenía tú bolso, tú móvil y había visto nuestras conversaciones, las felicitaciones por que te diesen el papel… No pensé que fuese capaz, te lo prometo.
Quiero que comprendas que no tengo opción, cuando entré por la puerta, me mandó directamente al cuarto,  me tenía la maleta preparada y un pasaje a Clarington, Ontario. El avión sale hoy a las nueve y veinte de la mañana. Hacía mucho que no lloraba como lo hice mientras escribía esta carta.  Renuncié para el papel de la película, no puedo grabar desde Canadá y mi madre me ha prohibido volver en dos años, diciendo que a ver si así se me quita el capricho de estar contigo. Pero no es un capricho, es amor lo que siento y como sé que eso es mucho tiempo  no quiero que te quedes esperando, has esperado mucho y yo simplemente no puedo, me sentiría culpable todos y cada uno de los 720 días que pasaré allí. Fui tu primer amor, no el último. Estoy seguro de que me hubieses convencido para seguir pero no es justo para ti. Prometí que no te haría daño y no cumplí mi promesa. Metí la pata dos veces. Para mí siempre serás mi Amelia, aquella que me decía más con una mirada que con mil palabras, la misma que me mataba cada vez que sonreía, a la que besé bajo la lluvia y que nunca pidió nada a cambio, la que nunca perdió la esperanza y que sé que me quiso con todo su corazón. Sé que no habrá un día en el que no piense en ti, en el cual me arrepiente de haberte escrito esta carta y de no haber sido capaz de dar la cara, de no dejarte ni mi número. Pero siempre llevaré conmigo mi memoria, con tu recuerdo, que aunque sabes que no es muy buena, no habrá palabra  que te haya dicho, conversación que hayamos tenido, conjuntos que te hayas puesto ni nada relacionado con nosotros que se me olvide, eso jamás.
Cumpliré mi promesa, aquella que me hiciste prometerte, te dirigiré mi más sincera mirada  cuando te vea.
Un beso de despedida,
Guillermo
Pd:   Mira dentro del sobre.


Cuando fui a mirar dentro del sobre, las lágrimas resbalaban por mi cara y una sensación de que me faltaba algo me invadió, no podía ser verdad, antes de recibir esta carta prefería no recibir ninguna en toda mi existencia, en ninguna vida. Había un pequeño collar, que se abría en dos (como no) con una foto suya y otra mía, como yo lo había deseado pero eso no me hacía sentir mejor sino lo contrario.
Me había decidido, cogí el metro en dirección aeropuerto, el look que tenía, con el traje de verano, descalza y con su chaqueta no era muy “fashion” que digamos pero me daba exactamente igual. Mientras estuve sentada me puse el collar y le iba dando vueltas en mi mano cuando noté un relieve en la parte de atrás decía: Fer y Claudia, los personajes de la película que íbamos a hacer. El altavoz anunció la llegada a las T4.  Bajé corriendo eran las nueves menos cinco y puede que con mucha, mucha suerte, siguiese aún. Corrí por toda la  terminal y lo vi. Era muy fácil de distinguir, un chico con el pasaje en la mano, que no dejaba de mirarlo, daba pequeños pasos como para pasar el control pero retrocedía.  Hubo algo, no sé qué fue,  que lo hizo girarse, un presentimiento, un ruido… pero se giró y me vio. Como me había visto hacía unas horas, descalza y congelándome pero esta vez en un aeropuerto. Cinco metros, era lo que nos separaba, estáticos y mirándonos. Había llegado hasta allí. Me acerqué.

-   No podías irte sin la chaqueta.- Dije no evitando llorar.- No te vayas Guillermo, por favor.
-   Amelia.- Dijo abrazándome.- Lo siento.- Y volvió a dejar su chaqueta sobre mis hombros.

El altavoz decía, última llamada para los pasajeros del vuelo 0604 con destino a Ontario, Canadá. El pasajero Guillermo Fernández García, acuda a la puerta 23 F.

-   Adiós.- Dijo dirigiéndose al control, Me senté en un banco del aeropuerto y no lloré, no era capaz, no podía, tristeza si sentía pero no podía llorar. Pasados 10 minutos, cuando ya eran las nueve y veinte y sabía que se iba a ir al otro lado del mundo dos años entonces ahí sí fue cuando lloré, en ese momento cuando supe que se había ido. Pero faltaba un último mensaje proveniente de la  megafonía.

“Por las miradas que valen más que mil palabras.

Ese había sido él, estaba claro.

-   Cariño, vamos- Dijo mi madre que había aparecido sin yo haberle dicho nada.
-   Mamá, ¿qué haces aquí?
-   Guillermo me lo dijo, vámonos a casa anda.

Volvimos a mi casa, no dijimos una palabra, solo me dio un papel con la dirección de su casa en Clarington. Salí del coche, subí a mi cuarto, saqué unas hojas de papel y un bolígrafo y comencé a escribirle una carta.


Mi Guillermo:
Lo que me rompe el corazón es pensar en todas las cosas bonitas que me dijiste, todo lo que ha pasado durante este tiempo, que es bastante y el cariño que te he cogido. Con todo el dolor de mi alma creo que es hora de que te diga adiós. ¿Para que sufrir por alguien que no me ha dado la opción de elegir por mí misma? Aunque pienses lo contrario soy lo bastante mayor para tomar mis propias decisiones y elegir lo que quiero. Me costará, me costará mucho, pero pasaré página, nunca te olvidaré, solo pasaré página y siempre te recordaré como el primero chico con el que “salí”, por decirlo de alguna manera. Como aquel que me enseñó que las miradas valen más que palabras, como aquel que rompió mi corazón en mil  pedazos mil veces. El chico que miraba de reojo y al cual creo que alguna vez llegué a gustar. Pero todo parece que se desvaneció, pero como yo muchas veces digo, donde hubo fuego quedan cenizas. Así que si alguna vez nos volemos a encontrar, aunque sea en otra vida ¿por qué no lo intentamos? Siempre que tú quieras.
Mi corazón tiene razones que la razón no entiende.
 Tu Amelia
Amelia XXV

720 días más tarde

Estaba preparándome para la rueda de prensa, mi libro había salido a la venta, aquel en  que narraba mi historia, una un poco peculiar con un final un poco amargo, como muchos críticos describían. No terminaba como los cuentos de hadas con un final feliz, pero yo pienso que si no es feliz es que aún no es el final.
Coincidía con el paso de los dos años que Guillermo debía pasar allí en Canadá. Ahora, no había vuelto a saber nada de él y no tenía esperanza. Había cambiado en estos dos años, pero a la vez era la misma, había madurado y era ya una mujer independiente con las cosas muy claras pero nada planeado. Debía salir, iba a dar comienzo la ronda de preguntas:
-   Señorita, ¿De dónde ha obtenido la inspiración para este libro?- Preguntó un periodista situado en una esquina.
-   Pues si le soy sincera, no soy capaz de inventarme una historia completamente de cero. Hay cosas que he cogido de mi propia vida y experiencia y otras que he cambiado y he idealizado. Algo  muy probable es que haya gente que se sienta identificada con la historia.
-   ¿Ha pensado en hacer una película basada en el libro?- Preguntó otra periodista.
-   Todo sería cuestión de que me lo ofreciesen, una vez hecho eso sería cuestión de planteármelo.
-   Pero tengo entendido que usted rechazó un papel para una película, la habían seleccionado y usted dijo que no.- Preguntó la periodista.
-   Cierto y la realidad es que nunca se llegó a rodar.
-   ¿Cabe la posibilidad de que pueda haber una segunda parte?- Preguntó una jovencita de una revista juvenil.
-   Creo que no, o sí, pero no creo que pudiese continuar con los mismos personajes.
-   ¿Realmente hay alguien que usted ame que se encuentre en Canadá?- Pregunto otro.
-   No le sabría contestar a esa pregunta.
-   Yo sí.- Dijo alguien desde el fondo de la sala, al cual no podía distinguir.
-   Pues conteste entonces.- Dije intrigada por aquella voz.
-   No, la respuesta es tenía.- Dijo.
Y a medida que se acercaba lo reconocí, era él. Caminaba elegantemente por el pasillo entre los periodistas.
-   He leído el libro. –Dijo.
-   ¿Y qué le ha parecido?
-   Personal, me he sentido identificado imagine usted señorita. Pero yo no estoy de acuerdo con eso de que en una segunda entrega no mantendría  a los mismos personajes.
-   Como dije antes me baso en mis propias experiencias.
Se acercó, se sentó a  mi lado, me levantó y susurró en mi oído para que nadie lo oyese:
-   Aún te debo un beso de despedida.
Y  como dijo me besó, le dieron igual los periodistas y que mis padres estuviesen sentados a un metro de nosotros, en dos años habían muchos sentimientos acumulados. Cuando terminó dijo:
-   ¿Ya tienes idea de cómo continuar tu libro?- Preguntó clavando sus ojos en los míos como había hecho tiempo atrás
-   720 días más tarde apareció sin avisar y me besó. ¿Me ayudas a continuarlo?
Me senté de nuevo en la silla y continuamos con  la rueda de prensa.
-   ¿Él es Guillermo?- Pregunta que venía de la jovencita.
-   Fernando, gracias- Dijo sentándose a mi lado y dándome un tierno beso en la mano.
  
Proseguimos con la entrevista y contestó a una serie de preguntas como:

-   ¿Qué se siente al ser el protagonista de un libro?
-   Pues, no le sabría decir, supongo que te expone un poco.- Contestó.
-   ¿Ahora si se plantearía la creación de una segunda parte?- Preguntaron.
-   Creo que eso no depende de mí, sino de este caballero que tengo sentado a mi derecha.- Dije mirándolo.
-   Yo diría que ese libro nunca se llegará a terminar.- Dijo Fernando.
-   ¿No?- Pregunté, no sé si esa respuesta me estaba haciendo mucha gracia.
-   No, porque nunca lo vas a poder terminar.
-   No lo comprendo.
-   Yo sí, lo que le quiere decir es que la quiere y que como su historia es eterna nunca lo podrá terminar.- Dijo la periodista jovencita.
-   ¿Qué le parece si le preguntamos?- Dije yo.
-   Muy lista usted señorita, hasta en otra vida seguiremos juntos, la dejé escapar dos veces y no lo haré una tercera, eso se lo aseguro.
-   ¿Sabes qué?
-   Pues no, no sé.- Dijo mientras se acercaba y tocaba el collar que él mismo me había regalado.
-   Creo en las terceras oportunidades.
-   Me alegro.- Respondió con una sonrisa que no le cabía.
-   Y en las cuartas- Dije y todo el mundo empezó a reírse.
-   ¿Y en las quintas?- Preguntó.
-   Y en las sextas. -Dije afirmando.

Y volvió a besarme, parece ser que mis labios eran irresistibles y con aquello concluimos la rueda de prensa. Nos fuimos juntos al bosque cerca del acantilado donde una vez me abandonó y otra le conté mis deseos, pera ese lugar encerraba historia. Nos tumbamos a ver las estrellas y en ese instante pasó una estrella fugaz. Cerré los ojos y pedí un deseo. Cuando los volví a abrir mis ojos brillaban de la emoción, de los sentimientos que sentía en aquel instante, los que había sentido durante el día y lo que había esperado para aquello para mi final feliz.

-   ¿Qué deseo has pedido?- Me preguntó.
-   ¿No se pierde la magia si te lo digo?
-   Nunca se perderá te lo prometo.
-   Quiero que mi lista de deseos se cumpla.
-   ¿Pero eso no eran ya de por sí deseos?
-   Sí, pero si me dejas terminar te lo agradecería.
-   Termine señorita.- Dijo riéndose de mí, no conmigo.
-   Que sean junto a ti.
-   Déjame ver, se han cumplido cinco ¿no?
-   Exacto y todos tienen que ver contigo.
-   Escribir un libro, deseo en el cual me puedo incluir ya que soy el personaje principal. Segundo, enamorarte profundamente, si no ha habido otro diría que soy yo.
-   Eres tú.- Aclaré yo.
-   Tercero, ver una estrella fugaz, cosa que acaba de pasar hace unos escasos tres minutos. Cuarto, tener un collar que se abriese en dos, que te regalé yo.
-   No me lo he quitado durante todo este tiempo.
-   Y quinto de la lista de deseos cumplidos, recibir una carta escrita a mano, pero que prometo que te escribiré muchas más para compensar la amargura y tristeza de la primera.
-   Quedan cinco por cumplir, pero tenemos toda la vida por delante, recuérdalo y mil oportunidades. ¿Y tú qué deseaste?- Pregunté.
-   Hacer que se cumplan tus deseos y mirarte de la misma manera siempre.
-   Pero hagamos una cosa.- Repuse- Vayamos día a día y no pensemos en el futuro ¿sí?
-   Día a día, momento a momento, mirada a mirada beso a beso.- Dijo acercándose para hacer lo último que habían pronunciado sus labios.
-   No vas a cambiar nunca ¿verdad?- Dije riéndome.
-   No tengo remedio. –Dijo con mirada pícara.
-   No, ya lo veo, ni dos años en Canadá te han cambiado.
-   No, pero me has dicho que no pensemos en el futuro, día a día, beso a beso…
-    
Y cuando estaba a punto de besarme comenzó a llover.

-   Vamos, levántate que nos vamos  a mojar. –Dije yo levantándome y cogiéndole de las manos para subirle pero él hizo lo contrario, tirarme al suelo.
-   Como nuestro primer beso, ¿lo recuerdas?- Dijo
-   Como para olvidarlo.- Dije- Pero  estábamos bailando y hablando de poesía.
En un movimiento rápido nos levantó, a sí mismo y a mí y comenzó a bailar.
-   ¿Quiere que le diga que es poesía para mí? – Me preguntó todo enchumbado por la cantidad de lluvia.
-   Sería un placer.
-   ¿Y tú preguntas que es poesía, mientras clavas en mi tu pupila castaña- yo no pude evitar reírme- poesía eres tú? ¿Ahora ya puedo besarte?
-   Hace tiempo te di permiso para besarme cada vez que hablásemos de poesía.
-   Ahora lo recuerdo.-Dijo él

Amelia XXVI

Y me besó sin más, hay cosas en la vida que uno no controla, que son obra del destino y que pasan por que tiene que pasar. Nadie puede hacer nada para evitarlo pero yo creo firmemente que es lo mejor. Puede que  no debía ser o  que no fuera el momento adecuado y había que esperar. La vida te sorprende, puede sorprenderte para bien o para mal, en la vida cuando te propones algo te estás arriesgando a que la repuesta sea un sí o un no, pero es un riesgo como cualquier otro. Los sentimientos cambian y las promesas a veces no se cumplen, y cuando aquellas promesas que alguien nos prometió alguna vez o nosotros mismos prometimos no se llegan a realizar siempre queda la duda de saber que hubiera pasado. La curiosidad de saber si hubiese salido bien, pero hay cosas que nunca sabremos y lo que una vez significó mucho para nosotros es hoy una pieza del puzle del pasado. Cosas que nos cambian, a nosotros o a nuestra manera de pensar, nos hacen madurar, aprender e intentar no volver a cometer los mismos errores.
Nadie es capaz de saber que pasará mañana ni que nos tiene deparado el destino pero algún día lo descubriré. 


                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                            
                                                        “Dedicatoria”
Esta pequeña novela está dedicada casi por completo a mis padres. Lo son todo para mí y me han apoyado siempre, en este y en  todos mis proyectos. Por darme su más sincera opinión y estar ahí siempre, en los buenos, regulares y malos momentos. Nunca podré agradecerles lo suficiente todo lo que han hecho por mí.
A  mi hermano que sé que muy a su pesar me quiere y que espero conseguir que lea aunque sea esta novela. A Keki, Car y Ale, que  han intentado siempre apoyarme y lo han conseguido, por todo los bueno que me han ofrecido y lo mucho que he aprendido de ellos. Todo ocurre por algo.
A las personas que inspiraron este libro, algunas puede que se sientan identificadas y otras no, pero siempre lo he hecho desde el más profundo cariño y respeto. Guiándome por los sentimientos y podríamos decir que un poco por la pasión. Al chico, que ha inspirado este libro, siempre tendrás un hueco en mi memoria, que es un poco mejor que la tuya, (y en mi corazón). Por todas aquellas cosas que tenemos pendientes y aquellas promesas sin cumplir.
A todos aquellos que han pasado por mi vida y de alguna manera han dejado su esencia.
Un abrazo enorme a todo aquel que lea este libro  y alguna vez se haya dejado llevar por la pasión y no por lo que dicten los demás. A todos los que crean que son raros, diferentes y se salgan de lo común, porque en la rareza reside lo especial.

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